Los inversores chinos huyen de Occidente y ahora miran a Asia, Medio Oriente y América Latina
A pesar de que el año pasado Pekín relajó las restricciones pandémicas, los analistas dicen que es poco probable que vuelva al apogeo de inversiones en el extranjero, en gran parte debido a las crecientes tensiones geopolíticas con Estados Unidos y sus aliados
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NUEBA YORK.- Hace apenas unos años, un aluvión de dinero chino inundaba los países ricos. Los inversores chinos cerraban compras impactantes y se quedaban con activos que eran verdaderos trofeos, desde viviendas de lujo y hoteles cinco estrellas en Manhattan hasta una empresa química de Suiza y un gigante de la robótica de Alemania.
Todo eso terminó.
A medida que la hostilidad de Occidente hacia el gobierno de Pekín fue en aumento, los inversores chinos empezaron a retirar su capital de esos mercados. Ahora las empresas chinas prefieren comprar fábricas en el Sudeste Asiático o invertir su dinero el proyectos de energía en Asia, Medio Oriente y América Latina, como parte de los esfuerzos de Pekín por consolidar alianzas con esos países y garantizarse el acceso a sus cruciales recursos naturales.
De hecho, el mayor beneficiario de las inversiones chinas en lo que va del año ha sido el mayor productor de níquel del mundo, Indonesia, según estimaciones del Instituto Norteamericano de la Empresa revisadas por el diario The Wall Street Journal. El níquel es un componente crucial de muchas de las baterías para autos eléctricos.
Ese viraje del flujo de inversiones es parte de la respuesta de China al agrietamiento de sus relaciones con Estados Unidos y Occidente, sumado a sus intentos por fortalecer el comercio y los vínculos financieros con otras partes del mundo, medidas que podrían abrir nuevas líneas de fractura en la economía global.
La salida del dinero chino de Occidente puede frenar la creación de empleos en algunos países y a la vez reducir las fuentes de capital a las que recurren los emprendedores de lugares como Silicon Valley. De hecho, la actual debilidad de la economía china ya está privando al mundo de uno de sus históricos motores de crecimiento.
Y en un aspecto más amplio, el giro también habla de un mundo donde la globalización va en retroceso y las tensiones políticas son potencialmente más explosivas.
Según una medición reciente, la inversión directa de capital chino en el resto del mundo cayó un 18% interanual, y representa una baja del 25% en comparación con su pico máximo de 2016, consecuencia del derrumbe de las fusiones y adquisiciones en el extranjero y del endurecimiento de las regulaciones con las que Pekín busca frenar la fuga de capitales.
A pesar de que el año pasado Pekín relajó las restricciones pandémicas, los analistas dicen que es poco probable que vuelva al apogeo de inversiones chinas en el extranjero, en gran parte debido a las crecientes tensiones geopolíticas con Estados Unidos y sus aliados, quienes ahora también ponen más trabas a ciertas inversiones chinas por motivos de seguridad nacional.
Dentro de China, el debilitamiento del yuan, los problemas del sector privado y el impulso de Pekín al desarrollo de la economía interna para que el país se vuelva más autosuficiente también frenarán la salida de inversiones hacia el extranjero, agregan los analistas.
“En líneas generales, el margen para que China canalice sus inversiones hacia economías avanzadas es cada vez más chico”, apunta Louis Kuijs, economista en jefe para la región Asia-Pacífico de la agencia de calificación S&P Global Ratings, y agrega que es poco probable que el flujo inversiones chinas aumente significativamente en los próximos tres a cinco años.
Por el contrario, es probable que China reoriente esas inversiones para consolidar su predominio en sectores como las energías renovables y los vehículos eléctricos, lo que probablemente implique duplicar la inversión en mercados emergentes desde el sudeste asiático hasta Medio Oriente y África, ya que los propietarios de fábricas chinos buscan lugares para expandir sus operaciones y encontrar nuevos clientes, mientras Pekín se enfoca en mercados ricos en recursos naturales.
La automotriz china BYD anunció este mes que planea invertir más de 600 millones de dólares en varias plantas de automóviles en Brasil.
“Mientras viva Xi Jinping, las cifras de 2016 no se repetirán”, apunta Derek Scissors, del Instituto Norteamericano de la Empresa, en referencia al pico de inversiones chinas en el extranjero. Si bien es poco probable que la economía de Estados Unidos extrañe demasiado los capitales chinos, esa ausencia puede ser más cruenta para economías occidentales más pequeñas, como Australia, Hungría o Canadá.
Ventajas
Que haya menos dinero chino para las economías occidentales también tiene algunas ventajas. Podría reducir, por ejemplo, las operaciones especulativas que antes de la pandemia hicieron subir el precio de la vivienda en lugares como Canadá, Australia y Estados Unidos.
“Cuando salían a comprar, movían el mercado”, dice Jim Costello, economista en jefe de MSCI Real Assets, una firma de investigación de bienes raíces. “Obligaban a los demás a redoblar la apuesta y a ofertar cada vez más”.
A mediados de la década pasada, los inversores chinos desataron un verdadero frenesí especulativo en mercados inmobiliarios como el de Nueva York. En 2015, por ejemplo, la aseguradora Anbang compró el Waldorf Astoria por 1950 millones de dólares, la mayor compra de un hotel norteamericano hasta ese momento.
Anbang fue intervenida por el gobierno chino en 2018, poco antes de que su fundador fuese condenado a 18 años de prisión por fraude y tráfico de influencias. Los planes para convertir el Waldorf Astoria en un edificio apartamentos de lujo no se concretaron.
Pero la inversión extranjera directa últimamente se ha reducido en todo el mundo, no solo la proveniente de China. En todos los países, incluido Estados Unidos, el flujo de inversiones hacia el exterior cayó un 14 % en 2022 con respecto al año anterior, como consecuencia de la inflación, el temor a una recesión y las turbulencias del mercado financiero, según datos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo.
Pero el declive de las inversiones de China ha sido más pronunciado y se ha extendido en el tiempo, sobre todo en las economías ricas, señal de su distanciamiento económico de Occidente.
Los datos de la ONU muestran que en 2022 la inversión de China en el extranjero cayó a alrededor de 147.000 millones de dólares, un retroceso del 18% en comparación con el año anterior. El pico de inversiones chinas de 2016 alcanzó los 196.000 millones de dólares.
Hasta 2016, Pekín alentaba activamente a las empresas chinas a invertir en el extranjero para ayudar a expandir la influencia económica del país. Conglomerados como HNA y Dalian Wanda invirtieron su dinero en bancos, cadenas hoteleras y salas de cine alrededor del mundo.
Ese boom de adquisiciones generó comparaciones con la racha de compras que hizo Japón en Estados Unidos y otros países en la década de 1980, cuando las empresas japonesas adquirieron plantas siderúrgicas, hoteles emblemáticos y grandes estudios de cine.
Sin embargo, alrededor de 2016, la preocupación por la salida de dinero y el estrés financiero de las corporaciones chinas llevaron a Pekín a endurecer el control de capitales y redoblar la vigilancia sobre las operaciones de las empresas.
Y en los últimos tiempos, el deterioro de las relaciones de Pekín también ha endurecido la postura de Occidente frente a las adquisiciones que hacen las empresas chinas. Washington y sus aliados están enfrentados con Pekín por varios temas, entre ellos, la seguridad nacional, el comercio internacional y la situación de Taiwán.
Por Stella Yifan Xie y Jason Douglas
Traducción de Jaime Arrambide
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