Los indignados brasileños descubren un nuevo héroe
RÍO DE JANEIRO.- Entre las novedades de la nueva manifestación de protesta de anteayer contra el gobierno de Brasil, lo más significativo ha sido que los brasileños han encontrado un nuevo héroe. Han cambiado a su antiguo ídolo político, el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva (considerado el nuevo padre de los pobres y que acabó su segundo mandato con un 85% de consenso popular) por el juez Sérgio Moro, el Savonarola de la justicia, el Hombre Araña que está poniendo al descubierto las vísceras de la corrupción política y empresarial en la operación Lava Jato.
Mientras la imagen de Moro campaba gloriosa en pancartas y camisetas ("Je suis Moro" o "Moro no nos abandones"), Lula entró esta vez con fuerza en la mira de los indignados, que lo presentaron como un muñeco vestido de presidiario, o con alusiones mafiosas como la de "el Jefe", y con manifestantes rasgando la imagen de su rostro. Fue llamado hasta "traidor", con rabia dolorida.
Estos dos hechos, este cambio de héroe, quizás hayan sido más significativos que el grito de "Fuera Dilma", que resonó por todas las calles y plazas ocupadas por los manifestantes.
Que los brasileños están insatisfechos con el gobierno, al que culpan de la crisis económica que está tocando el bolsillo de la gente, era ya evidente antes de las manifestaciones, puesto que las encuestas le dan un mísero 8% de aprobación. Y ésta era la tercera manifestación nacional del año contra su gestión. Lo nuevo es que, por primera vez, la gran apuesta de la sociedad es la lucha contra la corrupción, contradiciendo a los que seguían defendiendo que Brasil se acomodaba con ella, ya que era algo consustancial con la idiosincrasia de este país, reflejada en el famoso jeitinho brasileño (la picaresca).
Hasta un genial novelista, el fallecido João Ubaldo, ironizaba en sus crónicas sobre el tema. Decía que era difícil que la corrupción tocase la indignación de los brasileños, ya que el sueño de muchos de ellos era "tener un corrupto en la familia" que aliviase sus apuros económicos.
Las manifestaciones de anteayer han rescatado la conciencia contra la corrupción con su apoyo a Moro para que continúe su limpieza ética encarcelando a los corruptos para que Brasil pueda ser un "país decente", decían los indignados.
La embestida contra el héroe Lula, contra Dilma y el partido de ambos, el Partido de los Trabajadores (PT), está relacionada justamente con el descubrimiento del nuevo héroe Moro, que mantiene en la cárcel a figuras de relieve del PT, acusadas no sólo de haber usado dinero ilegal para financiar al partido, sino también de haberse enriquecido personalmente.
Lula, considerado no sólo el fundador, sino además el alma del PT, sin el cual, dicen, desaparecería, se ve arrastrado por la misma ola de indignación popular contrala corrupción.
Si un día Brasil se vestía del rojo del PT en las manifestaciones de calle, impensables sin su presencia, hoy los brasileños han cambiado de color y han adoptado el verde y amarillo que domina todas las manifestaciones. Se diría que Brasil ha encontrado el gusto de ser sólo brasileño.
Los analistas lo ven como un crecimiento de la sociedad y una importante toma de conciencia de que Brasil es más que un partido, por importante que éste sea, como el PT, con su apoyo a las políticas sociales y sus promesas de traer ética a la política.
Y es ese sentimiento de traición lo que se empieza a respirar cada vez con mayor fuerza en las manifestaciones y que ha tocado esta vez de lleno a su viejo héroe Lula. No es fácil profetizar hasta dónde llegarán esos sentimientos de disgusto contra la corrupción política del hombre de la calle. Pero ha sido tan rotundo el rechazo de la corrupción que hasta ha ahogado, en parte, las críticas a la grave crisis económica.
El futuro inmediato dependerá ahora de si hay alguna fuerza política que pueda heredar con credibilidad el legado del héroe hoy herido, pero que sigue vivo y puede aún dar sorpresas. ¿Y Dilma Rousseff? Lo que se dice es que ella es Lula. Respira por su boca. Ambos se salvarán o se hundirán juntos. Por ahora, la calle tiene aún mucho que decir y el joven y serio juez Moro tiene aún muchas telas de araña para arrancar, lo que hace temblar a Brasilia.
Mejor, pues, que el gobierno y los partidos, así como el Congreso, no caigan en la tentación de minimizar los gritos de los indignados, que, en un país considerado uno de los más violentos del mundo, han dado un ejemplo inequívoco y admirable de no violencia, al convertir la dura protesta en una fiesta popular, muy a la brasileña. Y contra los no violentos, la fuerza del poder, o el poder de la fuerza, acaba siempre estrellándose.
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