Los impulsos del magnate, ahora con potencia presidencial
WASHINGTON.- Impetuoso e instintivo, seguro de ser víctima de un complot amplio y a la vez oculto para perjudicarlo, ávido de lucha y proclive a lo que uno de sus colaboradores llama "hechos alternativos", el presidente Donald Trump ha demostrado en apenas un par de días de gestión que no se parece a nadie que haya ocupado antes la Casa Blanca.
De noche, se sienta a mirar televisión y seguir las redes sociales para emitir por Twitter juicios instantáneos sobre todo lo que ve. Canaliza ideas marginales y les confiere el peso de un informe cuidadosamente investigado y documentado. Denigra las conclusiones de los profesionales de inteligencia y luego niega haberlo hecho. Trump medra en la confrontación y el caos.
Para una capital acostumbrada a tener que ajustarse al estilo de un nuevo presidente cada cuatro u ocho años, Trump plantea un desafío único. Rara vez un presidente ha sido tan proclive a reaccionar ante cualquier azaroso estímulo. Tanto los funcionarios como los miembros del Congreso se esfuerzan tratando de distinguir lo que son decisiones políticas de lo que son arrebatos tuiteros frente a lo que sea que el jefe del Estado haya visto en televisión cuando tomó el control remoto.
Mientras que durante la campaña ese hábito podía ser tema de debate o a lo sumo de consternación, ahora Trump ocupa el cargo de comandante en jefe de las fuerzas armadas, y sus pronunciamientos en 140 caracteres tienen la potencia fulminante de un rayo del Olimpo.
Tan sólo en las últimas 24 horas amenazó con enviar fuerzas federales a Chicago y prometió investigar su propia falsa afirmación de que en las elecciones le habían robado entre 3 y 5 millones de votos. Y la trompeta se hizo oír a pesar de que diariamente toma decisiones ejecutivas que revierten políticas consensuadas de larga data.
Los asesores de Trump dicen que a los votantes les gusta su carácter frenético y confesamente impulsivo, porque lo ven como un hombre de acción. Según esos asesores, quienes se quejan por su fijación con el fraude electoral y la cantidad de asistentes a su ceremonia de asunción, sólo buscan maneras de cuestionar su legitimidad.
Pero en privado algunos de esos mismos asesores temen que su tendencia pendenciera lo haga meterse en peleas innecesarias y que su mensaje se desdibuje. Hablan de sacarle el celular o de cancelar su cuenta de Twitter, pero el presidente los fleta, decidido a mantener sus propios canales de comunicación con el mundo.
Los resultados están a la vista. El martes, durante su programa de las 20 en Fox News, Bill O'Reilly puso al aire un informe sobre la ola de inseguridad en Chicago y entrevistó a un experto que se preguntaba si el presidente podía o no intervenir. El invitado calificó lo que ocurre en Chicago como "una carnicería".
A las 9.25, Trump tuitea la misma estadística que O'Reilly puso en pantalla. "Si Chicago no para esta horrenda carnicería, 228 tiroteos con 42 muertos en 2017 (24% más que 2016), ¡les mando a los federales!", escribió el presidente.
Más que ningún otro presidente anterior, Trump es una criatura de la televisión y las redes sociales, una estrella de reality show obsesionado con el rating, que lo catapultó al Salón Oval a caballo de una robusta cuenta de Twitter.
El presidente Lyndon B. Johnson tenía tres televisores encendidos en el Salón Oval para poder mirar los tres noticieros de la noche al mismo tiempo. Pero con el advenimiento de la era de la televisión por cable las 24 horas del día, otros presidentes prefirieron protegerse de esa cháchara incesante, para no volverse reactivos y terminar respondiendo a todo.
George W. Bush siempre dijo que evitaba ver los noticieros. De noche, Obama siempre optó por el programa SportCenter, de ESPN. Trump, por otra parte, no es lo que se dice un gran lector, aunque sí un voraz consumidor de noticias y redes sociales, que parecen guiar sus acciones. Los ejemplos abundan.
Una mañana de noviembre, Fox News emitió a las 6 un informe sobre unos universitarios quemando una bandera de Estados Unidos. Antes de las 7, Trump tuiteó: "No debería estar permitido quemar la bandera. Si lo hacen, deberían sufrir las consecuencias, tal vez la pérdida de la ciudadanía, ¡o un año en la cárcel!".
Algo parecido ocurrió con sus posts sobre el alto costo de un nuevo avión presidencial y del jet de combate F-35, que llegaron más como partes de noticias que como comunicados de decisiones políticas.
Hasta el momento, Trump ha demostrado que no cree en las restricciones que otros presidentes se ponían a sí mismos.
El miércoles, después de que el Dow Jones superó los 20.000 puntos, la cuenta oficial de Twitter de Trump manejada por su personal posteó un "¡Felicitaciones!", mientras que hasta ahora los presidentes se abstenían de hacer comentarios sobre los giros diarios de los mercados.
Traducción de Jaime Arrambide
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