Los gremios franceses mantienen la presión contra la reforma jubilatoria de Emmanuel Macron
Hubo menos gente en las calles, pero la protesta suma seguidores en los colegios secundarios y las universidades
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PARÍS.– La movilización nacional convocada por las centrales sindicales francesas contra la reforma jubilatoria del presidente Emmanuel Macron fue menos potente que las dos anteriores. Pero los organizadores, y sobre todo las asociaciones de estudiantes secundarios y universitarios, apuestan ahora a la nueva fecha de manifestación, el sábado 11 de febrero.
Nuevo capítulo de la pulseada, esta tercera jornada de movilización reunió unos 757.000 manifestantes en todo el país, según el Ministerio del Interior. Un éxito menos importante que el registrado, sobre todo, el 31 de enero, cuando 1.270.000 personas (según la policía) y 2,8 millones (según los sindicatos), salieron a la calle en todo el país.
Unidos contra la prolongación de la edad legal de la jubilación de 62 a 64 años, los ocho principales sindicatos franceses están dispuestos a mantener la presión sobre el Ejecutivo. No obstante, antes de que comenzaran los desfiles a partir de las 9.30 en el interior del país y de 14 en París, las centrales se mostraban prudentes. Y tuvieron razón. Pues, a las 19 la movilización comenzó a perder energía.
La vara había sido colocada muy alto para esta tercera jornada de acción y, de todos modos, nadie preveía que las cifras superaran las del 31 de enero pasado. Fuentes del Ministerio del Interior confiaron, a su vez, que esperaban entre 900.000 y un millón de manifestantes en todo el territorio nacional.
No fue así y el argumento de que Francia se encuentra en pleno período de vacaciones escolares no alcanza para explicarlo. En las grandes ciudades, la movilización registró casi el 40% menos de presencia en los desfiles, salvo en la ciudad mediterránea de Niza. En Marsella hubo unas 15.000 personas en la calle, contra 40.000 la semana pasada y 26.000 el 19 de enero. En París, hubo solo 57.000 manifestantes, según la policía. Unos 400.000 según los sindicatos.
El problema para los trabajadores son los días de ausencia laboral: tres en un mes. Hacer huelga cuesta caro y varias centrales sindicales reconocen que muchos asalariados no pueden asumir la pérdida. Sobre todo cuando una cuarta jornada de movilización ha sido prevista para el sábado 11 de febrero.
Para los más combativos, como el secretario general de la CGT (comunista), Philippe Martinez, las huelgas “deben ser más duras, más numerosas, masivas y reconducibles”.
“Si el gobierno persiste en no escucharnos, obligatoriamente habrá que endurecer el movimiento”, declaró. A su lado, el líder de la CFDT (socialista), Laurent Berger, consideró que “sería una locura democrática permanecer sordo” a la protesta contra la reforma del actual régimen, que debería prolongar la edad de la jubilación de 62 a 64 años, y que el domingo comenzó a hacer debatida en el Parlamento.
Fuerte rechazo
Aun cuando esa reforma seguiría manteniendo a Francia entre los países europeos donde la gente se jubila más joven, es verdad que el 64% de los franceses se declara en contra la misma. Pero hay algo aun más sorprendente: nadie, ni los miembros del gobierno, pero tampoco los responsables sindicales obtienen crédito a los ojos de la población.
Según un sondeo del instituto Odoxa publicado este martes, 66% de los franceses tienen una mala opinión del presidente Macron; 69% de la primera ministra, Elisabeth Borne, y 71% del ministro de Trabajo, Olivier Dussopt. Pero lo mismo sucede con Laurent Berger (69% de opiniones negativas) y de Philippe Martinez (67%).
El gobierno, por su parte, observa con extrema atención la movilización estudiantil, considerada siempre como “un test”: “Cuando los alumnos del secundario salen a la calle es difícil hacerlos entrar. Con ellos, un conflicto social tiene todas las chances de durar”, explica el sociólogo Tristan Haute, de la universidad de Lille.
Esta vez, si bien el número de profesores huelguistas se redujo desde la semana pasada, los sindicatos de liceos y universidades muestran cierta satisfacción. Reivindican 175 colegios secundarios bloqueados parcialmente y una decena de universidades. Esto representa, sin embargo, apenas un puñado de establecimientos de todo el país.
¿Esas cifras ambiguas anuncian acaso un debilitamiento del movimiento?
“Es muy temprano para decirlo”, analiza el sociólogo Vincent Tiberj. Por el momento, todas las miradas están fijadas en el sábado próximo.
“Cada vez más gente viene a ayudarnos a preparar nuestros carteles”, cuenta con entusiasmo Marion, en tercer año de ingeniería en París. Con apenas 20 años, esa joven parisina asegura que, como ella, todos sus compañeros “se inquietan por el futuro”.
Pero la naturaleza del fenómeno interpela. ¿Por qué esos jóvenes, que todavía nunca trabajaron y que han escogido una carrera por vocación, se preocupan desde ya por el peso que significaría trabajar dos años más dentro de 40 años, como si la tarea que les espera después de diplomarse solo representara para ellos un padecimiento?
“No se puede decir que los jóvenes sean conscientes de esa contradicción. La decisión de salir a la calle a protestar representa para ellos un acto cívico, que forma parte del aprendizaje democrático”, analiza Tiberj.
Marion asegura que los estudiantes también se movilizan por sus padres. “Dos años más de trabajo… es muy duro. Aunque como ingeniera yo esté en una oficina, no creo que el cuerpo me acompañe para trabajar hasta los 64 años”, dice con toda seriedad.
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