Los exiliados nicaragüenses en Costa Rica, en busca de sellar un frente común contra Daniel Ortega
Tras las elecciones, la principal incógnita es si serán capaces de superar las diferencias internas para desafiar al régimen del presidente y su esposa, Rosario Murillo
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SAN JOSÉ.– “Para esto te viniste al exilio, para dar la cara”. En el local capitalino del Colectivo de Derechos Humanos Nunca Más, uno de los enclaves fundamentales del exilio nicaragüense en Costa Rica, su director, Juan Carlos Arce, bromea con Alexa Zamora, casi recién llegada al país. La mujer de 33 años forma parte de la Unidad Azul y Blanco, una de las organizaciones opositoras más populares en la lucha contra la dictadura de Daniel Ortega.
Lo ocurrido con su consejo político en Nicaragua no solo explica el exilio, también lo sucedido durante la embestida revolucionaria de los últimos meses contra los demócratas. De sus 12 miembros, cuatro están en el exilio, tres de ellos en Costa Rica (Zamora, Marcela Guevara y María Laura Alvarado); otros cuatro en la cárcel y cuatro permanecen en la clandestinidad. “Nos avisaron que todos teníamos orden de captura y hace dos meses atravesé con mi hija de 14 años la frontera, por un punto ciego. Nuestro papel fundamental ahora en el exilio es la denuncia internacional y mantener la cohesión interna”, subraya Zamora a la nacion.
La gran paradoja en Costa Rica es que los exiliados nicaragüenses encontraron hoy el refugio que en los 80 ya tuvieron quienes los persiguen, encarcelan y asesinan. Son 110.000, según Naciones Unidas, aunque varias organizaciones calculan que el número crece y se acerca a 200.000.
“Solo en estos días llegaron siete periodistas. Los fueron a sacar de sus casas durante la persecución previa a las votaciones. Todavía no se hizo público, están aterrorizados”, revela Wendy Quintero, que forma parte de Periodistas y Comunicadores Independientes de Nicaragua (PCIN).
Campesinos anticanal, activistas de derechos humanos, las Madres de Abril, dirigentes políticos, activistas, jóvenes, estudiantes, periodistas independientes, incluso 30 miembros de Militares Patrióticos conforman el exilio junto a familiares y ciudadanos. Todos ellos enfrentan un futuro repleto de retos y dudas tras la autocoronación de Ortega y Rosario Murillo. El principal objetivo, y tal vez la principal incógnita, es si serán capaces de superar las muchas diferencias internas que mantienen frente a un enemigo tan poderoso y sin escrúpulos.
“Sí es posible un frente común contra la dictadura”, constata Arce, que también huyó a la carrera de Nicaragua en 2019. “Con la abstención tan numerosa y las marchas mundiales, en especial la de San José, nos quedó claro que no cabe otra opción contra la dictadura. O nos unimos o nos jodemos y el orteguismo seguirá incluso tras la muerte de Ortega”, advierte.
“Después del 7-N, queda demostrado que el exilio en Costa Rica juega un papel crítico: mientras allá la gente se quedaba en su casa y no salía a votar ni tenía la posibilidad de expresarse, en Costa Rica se organizó una marcha nutrida que sirvió para remoralizar a la gente. El efecto es bien importante”, dice a LA NACION la socióloga Elvira Cuadra.
Huida
Si hay una mujer que cataliza múltiples redes para los exiliados, esa es Claudia Tenorio, que huyó hace tres años para “salvar” su vida. Desde entonces lucha no solo para conocer el destino de su hermano, secuestrado por paramilitares y del que no se sabe nada, sino también para poner en marcha múltiples proyectos. Uno de ellos es la promoción de Iniciativa por el Cambio, que pretende apostar por un gobierno de transición de la diáspora.
“Lloramos mucho estos días por no poder votar y porque nuestros candidatos estén presos. Pero seguimos luchando, ahora somos la voz de nuestro pueblo”, sostiene Tenorio, activista feminista en un país donde los presuntos abusos sexuales de Ortega contra su hijastra nunca fueron investigados. Tenorio también empuja la Red de Mujeres Pinoleras, que organizaron mercadillos para que ellas, muchas sin trabajo por la pandemia, vendan las cosas que ellas mismas hacen. Como Yadira Córdoba, que forma parte de las Madres de Abril (su hijo de 15 años fue asesinado durante las marchas de 2018). Con esa mermelada que vende, Córdoba subsiste y sigue reclamando justicia para su hijo.
Costa Rica reunió a periodistas como Carlos Fernando Chamorro, hijo de la expresidenta Violeta Barrios y hermano de la candidata detenida Cristiana Chamorro, y Lucía Pineda, mano derecha de Miguel Mora (uno de los precandidatos apresados) en su canal 100% Noticias. A líderes campesinos como Chica Ramírez, al frente del poblado de 300 campesinos apostados en la fronteriza Upala, donde viven de la tierra. A mitos populares como los Mejía Godoy, por encima del bien y del mal con sus canciones. Y a médicos como Rommel Menéndez, uno de los ángeles guardianes de jóvenes y estudiantes –cuyas heridas atendía durante la represión de 2018–, que huyó de su país y ahora se ve obligado a subsistir como camarero.
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