Según cifras de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), más de 800 niños fueron deportados por EE.UU. ; de ellos más de 400 habían nacido en Chile, 84 en Brasil, seis en Venezuela y uno en Ecuador, otro en Nicaragua y otro en Panamá
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Desde hace más de un mes, Constance y Martín*, dos hermanos de 3 y 4 años respectivamente, viven encerrados con su madre por temor a los secuestros y la violencia en un país que no conocen y del que apenas hablan la lengua.
Nacieron en Chile y se comunican en español -tienen, de hecho, pasaportes chilenos-, pero fueron deportados por autoridades migratorias de Estados Unidos a Haití, uno de los lugares más peligrosos del continente.
“Llevamos varias semanas aquí y los niños no entienden qué pasa. Estamos sin salir porque tengo miedo de que algo les pueda pasar porque aquí la situación es muy fea”, le dice la madre de los menores, natural de Haití, a BBC Mundo.
La familia partió del norte de Chile hace un par de meses, cruzaron el Tapón del Darién en Panamá y subieron hasta la frontera norte de México, donde fueron arrestados por la patrulla fronteriza de EE.UU.
“Nos tuvieron una semana presos en Texas, sin siquiera poder bañarnos. Nos trataron muy mal. No nos dejaban ni ducharnos. Los blancos podían ducharse y nosotros no. A los blancos los dejaron y a nosotros nos mandaron para Haití, donde no tenemos familia, donde no tenemos nada”, agrega.
La mujer cuenta que sus hijos nunca habían estado en Haití, ni siquiera son ciudadanos haitianos, y dice que emigró con ellos pensando que les podría dar una mejor futuro en Estados Unidos.
“Yo quería una mejor vida para ellos y por eso me fui a Chile y por eso traté de llevarlos a Estados Unidos. No quería que tuvieran que vivir en el peligro por el que yo me fui de este país y ahora estamos aquí”, agrega.
Tras la reciente caravana de migrantes haitianos que llegó a la frontera sur de Estados Unidos, miles de ellos han sido enviados de vuelta a la nación del Caribe, incluidos centenares de menores de edad que nacieron en otros países de América Latina y son ciudadanos de esas naciones.
BBC Mundo contactó con la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos para conocer las bases legales de la deportación de estos menores a Haití y su posición sobre las denuncias realizadas en esta historia, pero no tuvo respuesta antes de la publicación.
Según cifras de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), más de 800 niños fueron deportados por EE.UU. a Haití entre el 19 de septiembre y el 4 de noviembre pasados.
De ellos más de 400 habían nacido en Chile, 84 en Brasil, seis en Venezuela y uno en Ecuador, otro en Nicaragua y otro en Panamá.
BBC Mundo contactó con estos gobiernos para conocer sus posiciones, pero la mayoría no respondió a la solicitud de información.
“Ese es el número de los que hemos podido confirmar con algún tipo de documento, ya sea partida de nacimiento, pasaporte o alguna identificación. Pero la cifra puede ser mucho mayor dado que algunos no cuentan con documentos o aseguran que los perdieron”, le dice a BBC Mundo Giuseppe Loprete, jefe de la misión de la OIM en Haití.
Datos de autoridades panameñas indican que de 19.000 menores migrantes que cruzaron sus fronteras este año, 7.000 eran nacidos en Chile y 4.000 en Brasil, todos de padres haitianos.
La periodista Mariana Sanches, de BBC Brasil, fue de las primeras en reportar las deportaciones de niños con otras nacionalidades, especialmente los brasileños.
Las deportaciones
Según datos de la ONG Witness at the Border, los vuelos de deportaciones que han tenido lugar durante los últimos meses se encuentran entre los más numerosos que se han realizado entre EE.UU. y Haití en la historia para un récord de más de 8.000 personas entre septiembre y noviembre.
Guerline M. Jozef, directora de la ONG Haitian Bridge Alliance, que representa a inmigrantes haitianos, dice que la cifra se vuelve más alarmante no solo por el número, sino por las condiciones del destino al que han sido enviados.
“Son miles de personas que han sido enviadas a un lugar donde sus vidas corren peligro. Y más alarmante es el caso de estos niños, que nunca habían estado en Haití y que han sido enviados allí sin importar su nacionalidad. Los han enviados a un infierno”, comenta a BBC Mundo.
La activista explica que desde el punto de vista legal, EE.UU. justifica las deportaciones en el llamado Título 42, una política aprobada durante el gobierno de Trump para deportar de forma exprés a los inmigrantes indocumentados, que son considerados un peligro potencial de salud pública por la pandemia de coronavirus.
Pero lo que ha provocado frecuente cuestionamientos en fechas recientes es que estos menores han sido deportados no solo a un país que es tremendamente inseguro, sino que es también, para la mayoría de ellos, un país extranjero.
“Las deportaciones se basan en el hecho de que los padres de estos niños son de nacionalidad haitiana, por lo que son enviados al mismo país donde se envían a los padres y así evitar las separaciones familiares, como pasó durante el mandato de Trump”, explica Josef.
“Ahora se les deporta a las familias juntos, pero son enviados en masa a un país que no tiene condiciones para recibirlos, del que no son ciudadanos y donde sus vidas corren peligro”, dice.
De vuelta al infierno
Varias organizaciones internacionales y de derechos humanos han alertado en los últimos meses sobre la situación en Haití, un país que vive actualmente una ola de secuestros y que aún no supera la devastación del terremoto de agosto pasado y la inestabilidad política tras el asesinato del presidente en julio.
“La capital está pasando por una grave falta de combustible, no hay electricidad y existe un muy débil equilibrio en todas las instituciones políticas. Esto ha hecho que muchas partes del país estén controladas por las pandillas, que secuestran frecuentemente personas, principalmente niños”, indica Loprete.
El país vive también una nueva oleada de casos de coronavirus y la mayoría de los hospitales ha colapsado por falta de energía para echar a andar sus generadores.
“En estas condiciones, se vuelve muy difícil tratar de brindar apoyo a estas familias, porque para algunas, el hecho de tener un teléfono cargado es un privilegio, porque no hay ni dónde cargarlos”, agrega.
Susanna Balbo, jefa de protección a los niños de Unicef en Haití, dice que estas condiciones son particularmente peligrosas para los menores deportados, que pueden ser objetivos no solo de traficantes de personas, sino de bandas que quieran reclamar dinero a sus padres por pensar que, al regresar del extranjero, traen ahorros consigo.
“Estos niños son extremadamente vulnerables y viven en familias que son también muy vulnerables. Son, en la mayoría de los casos, personas que han vendido todas sus pertenencias para emprender este viaje tan peligroso y que, básicamente, son enviados a un país donde no tienen nada”, comenta.
“Y en eso mismo hay un riesgo -agrega- porque son personas que intentarán nuevamente escapar de Haití no importa en qué condiciones, porque sienten que cualquier peligro desconocido para ellos será menor que el peligro que saben que es vivir en Haití”.
Niños olvidados
Más de un mes después de la deportación de estos cientos de menores a Haití, no existen respuestas claras sobre su futuro.
“Los niños necesitan estabilidad, necesitan protección y educación y es algo que no tienen en Haití y que Haití no les puede garantizar”, considera Balbo.
Los activistas y las pocas organizaciones humanitarias que quedan en Haití coinciden en que el país no cuenta con los recursos para brindarle atención a estos menores, mientras que los gobiernos de los países de donde son ciudadanos tampoco parecen querer responder a esta situación.
“Hemos estado en contacto con varios gobiernos y sé que se ha estado discutiendo en altas esferas, pero depende de esos gobiernos si tomarán alguna medida para repatriar o ayudar a estos niños y sus familias”, dice Loprete.
Brasil había anunciado anteriormente que trabajará para repatriar a los nacionales de ese país.
BBC Mundo se comunicó con los ministerios de Exteriores o del Interior de Chile, Ecuador, Honduras, Panamá y Venezuela para conocer si sus gobiernos están al tanto de la situación con estos niños y si tienen algún proyecto para ayudarlos, pero la mayoría no respondió a la solicitud de información o aseguró no tener datos al respecto.
“Para el caso puntual al que hace referencia, no podemos otorgar información al no conocer datos específicos que permitan realizar un seguimiento”, indicó el Ministerio de Relaciones Exteriores de Ecuador.
De la cancillería de Chile comentaron que “actualmente se está ubicando a los padres de esos menores y luego chequeando el estatus migratorio de ellos, de forma que los hijos chilenos de padres haitianos residentes de forma regular en Chile, puedan volver al país por la vía de la visa de reunificación familiar”.
Sin embargo, no está claro qué pasará con los padres que no tengan una situación regular o cómo una visa, por sí sola, puede facilitar el regreso de familias que, en ocasiones, no tienen para comprar comida para su día a día.
De acuerdo con Josef, una situación como esta habría sido noticia y generado protestas y cruces diplomáticos y movilizado a personal de los consulados y embajadas… “si no fuera porque son niños de padres haitianos”.
“Si cualquier embajada o consulado es notificado de que más de 400 niños ciudadanos de ese país están siendo deportados a otro país donde corren peligros, seguramente se movilizarían, presentarían quejas y tratarían de ayudar a estos menores o de ofrecerle algún tipo de asistencia consular”, opina.
“Por estos niños ningún gobierno se ha preocupado. Ningún gobierno ha ido a visitarlos, a saber cómo están. Y creo que no hay que darle muchas vueltas al motivo: son niños negros, de padres haitianos. No importa el color del pasaporte, sino el de su piel. En estos temas, en América Latina, como en Estados Unidos, todavía es muy grande el racismo y la hipocresía”, agrega.
Por Lioman Lima
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