Los drusos de Siria rechazan desarmarse sin un Estado democrático y laico
La minoría religiosa que se escindió del islam, podría jugar un papel importante en el diseño de la nueva Siria
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SUEIDA, Siria.- Basta un paseo por las calles de Sueida, una capital de provincia al sur de Damasco, para darse cuenta de que atesora una identidad propia. Las mujeres no lucen el hiyab y, en cambio, muchos hombres sí se cubren la cabeza con un gorro blanco. Además, en los puntos de control, no hay ni rastro de los milicianos con pasamontañas de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), la milicia islamista que lideró la ofensiva que derrocó a Bashar al-Assad hace un mes. Su sitio lo ocupan unos jóvenes identificados con una bandera que podría rivalizar en colorido con la del colectivo LGBTQ+. No en vano, Sueida es el bastión de la comunidad drusa de Siria, una minoría religiosa que se escindió del islam hace unos diez siglos y que representa cerca del 5% de la población siria, unas 700.000 personas. A pesar de su reducido número, los drusos pueden jugar un papel importante en el diseño del futuro político de la Siria post-Assad.
Después de décadas de un gobierno totalitario en las que el activismo se castigaba a menudo con la muerte, el panorama político sirio se encuentra completamente desestructurado. También en esto, la comunidad drusa es una excepción. Todo el mundo en Sueida reconoce el liderazgo del jeque Hekmat al-Hejri, a la vez máxima autoridad política y religiosa de los drusos sirios. De hecho, pocos movimientos de índole política, como una entrevista de la prensa extranjera a un representante local, pasan en la provincia sin la aprobación tácita del veterano jeque. En los últimos días, Al-Hejri ha aparecido a menudo en los medios sirios después de que la madrugada del jueves un convoy de más de 30 vehículos con milicianos de HTS intentara penetrar en Sueida. No obstante la coalición de milicias drusas que controla el territorio los interceptó y forzó a dar media vuelta.
“Lo que hizo HTS es inaceptable. Intentaron infiltrarse por la noche para imponer unos hechos consumados. Nosotros hemos mantenido un diálogo con las nuevas autoridades de Damasco, y es así, a través del diálogo, como deben tomarse las decisiones”, afirma Al-Hejri, un anciano con una larga barba canosa y un sofisticado discurso político. El jeque recuerda que las milicias drusas liberaron Sueida de las tropas de Al-Assad y que, junto con otros grupos armados del sur, fueron las primeras en llegar a Damasco, antes que los hombres de Ahmed al-Sharaa, el hombre fuerte de la nueva Siria.
De acuerdo con la hoja de ruta de Al-Sharaa (mejor conocido por su nombre de guerra Mohammed al-Golani), una Conferencia de Diálogo Nacional que se convocará en las próximas semanas marcará los próximos pasos de la transición, incluida la formación de un nuevo gobierno inclusivo. “Estamos en conversaciones por la configuración de la delegación de Sueida. Pero nuestra posición será muy clara: es necesaria una Constitución democrática y un Estado laico en el que todos los ciudadanos tengan los mismos derechos”, proclama Al-Hejri, tocado con un sombrero blanco de forma cónica, propio de los clérigos drusos. Esta minoría habita otros países de la región, sobre todo Jordania, Israel y el Líbano. En este último país, dirigida por el clan Jumblatt, ha desempeñado a menudo un papel de bisagra en la formación de mayorías políticas en la diversa sociedad libanesa a pesar de representar también aproximadamente un 5% de la población.
Más allá de las cuestiones legales, el jeque cree que la clave para una transición exitosa es que se respete la pluralidad del país. “Siria es un país con muchos colores, y no puede que uno se imponga a los demás”, comenta haciendo una metáfora muy apropiada para una comunidad con una bandera formada por cinco franjas de vivos colores. “Siria no es [la provincia] Idlib, y no se puede gobernar igual”, apostilla Al-Hejri, en referencia al bastión que gobernó durante años HTS en el norte del país, con una composición bastante homogénea de población musulmana suní.
Además del rol del islam en la vida pública, uno de los debates políticos más candentes en Siria es cuál será la distribución geográfica del poder. Las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), la milicia pro-kurda que controla una amplia franja del noreste del país, pretenden mantener su autonomía, una opción que rechaza categóricamente Turquía, patrón de las milicias que hace un mes combaten a las SDF. Hasta ahora, las hostilidades ya se han cobrado más de 200 víctimas mortales. Al-Sharaa, con buenas relaciones con Ankara, se ha manifestado varias veces contrario a la “federalización” de Siria.
Por su parte, la mayoría de los drusos son también favorables a algún tipo de descentralización. De hecho, durante la última década de revolución y guerra, el bastión druso gozó de una autonomía de facto, sobre todo en el ámbito de la seguridad. Se permitía la existencia de milicias drusas, y los jóvenes de esta comunidad estaban exentos de hacer el temido servicio militar. “Queremos autonomía para las regiones, los drusos no deseamos la independencia. Ahora bien, si quieren imponernos un modelo salafista, entonces sí podría haber una división del país y pasarían cosas malas”, advierte Al-Hijri con una pose seria, un punto teatral.
Una de las prioridades del gobierno interino es la integración de todas las milicias del país en un nuevo ejército. De momento, sin embargo, los grupos armados drusos se niegan a disolverse. “Una vez que se haya establecido un nuevo sistema político con una Constitución democrática y un Estado laico entregaremos las armas. No lo haremos antes, no hay confianza”, remata uno de los líderes de la principal milicia drusa, Rijal al-karama (“los hombres de la dignidad”). Entre sus peticiones figura que los miembros de las futuras fuerzas de seguridad desplegados en la zona sean hijos de Sueida.
La entrevista tiene lugar en una sede de la milicia, donde hay estacionadas varias pick ups con una ametralladora incorporada. En una conversación con una quincena de milicianos presentes, enseguida aparece la cuestión de una posible islamización del país. “Quieren cambiar los libros de texto y devolvernos 800 años atrás. No puede ser”, comenta indignado un hombre que ya pinta canas, como varios de los asistentes. “Si intentan imponernos el salafismo, ¡estamos preparados para la guerra!”, exclama otro que se ha ido excitando a medida que avanzaba la conversación.
Sueida también ha aparecido en las noticias por la nominación de Muhsina al Maithawi para el cargo de gobernadora provincial. De ser aprobada por el gobierno interino, sería la primera mujer de la historia del país en ocupar este cargo. “Soy consciente de que mi nominación por parte de los líderes de la comunidad es un mensaje a Damasco sobre cuál debe el papel de la mujer en la nueva Siria”, comenta al Maithawi en el comedor de su austero apartamento. “Aquí la mujer tiene una mayor presencia social. Ahora bien, no hay igualdad de género. Aún se registran asesinatos de honor”, asevera esta activista, que participó de forma muy activa en una revuelta contra el régimen que tuvo lugar en Sueida en verano de 2023, y que amplió la capacidad de autogestión de la provincia.
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