Los cuadros del hijo pintor de Osama Ben Laden inspirados en los Estados Unidos

Omar Ben Laden tiene 39 años. Lejos de Tora Bora, el lugar de Afganistán donde su padre se refugió tras el atentado terrorista contra las Torres Gemelas, o de Siria donde creció, el cuarto hijo del exlíder de Al-Qaeda vive en la región de Normandía junto a su esposa británica Zaina Mohammad Al Sabah y dedica su tiempo a su pasión: el arte.

En una reciente entrevista con el sitio Vice, Omar Ben Laden habló de su vida lejos de su padre, destacó su pasión por la pintura y compartió que su fuente de inspiración radica en Estados Unidos, país que nunca pisó. Los westerns son su cable a tierra y musa, en especial Los imperdonables (1992) de Clint Eastwood.

Desde su residencia en esa región, famosa por ser el lugar de una de las batallas más cruentas de la Segunda Guerra Mundial, Omar Ben Laden desarrolla su arte, que combina su historia y su presente, los recuerdos y sus añoranzas.

“Me gustan las viejas películas del Oeste. Me gustan los cowboys, respeto la dignidad de los vaqueros”, aseguró en la videollamada con los periodistas de Vice.

Y esa pasión que describe Omar Ben Laden sea quizás la explicación de su arte: obras de corte naíf con colores vibrantes y pinceladas planas. Obras que a lo largo del confinamiento impuesto por la pandemia de coronavirus se multiplicaron.

Asimismo sus raíces también fueron influencia en su obra pictórica. “Extraño los tiempos de diversión que tuve, los tiempos en que era demasiado joven para saber y demasiado inocente para ver el mundo que me rodeaba. Extraño las vastas extensiones de dunas del desierto y los mares ondulantes. Extraño la paz de la infancia”, señaló.

Dunas, paisajes desérticos como los que vio en su adolescencia y el río Nilo son algunos de los elementos que figuran en su trabajos, que según sus propias palabras lo ayudaron a superar los tiempos difíciles: “Encontré la paz interior”.

Una de las obras de Omar Ben Laden se titula La luz. En esa pintura se puede ver una ruta negra que se pierde hacia un horizonte brillante. Las líneas medianas atraen la mirada hacia la colina, justo donde la carretera desaparece y una luz blanca radiante emana de una fuente invisible. Sin lugar a dudas es su obra más oscura, pero también la más simbólica.

“Creo que estoy tratando de encontrar algo de luz al final de este camino oscuro. Espero que la pintura vuelva a abrir la luz en mi vida”, sintetizó ante el medio estadounidense.

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