Es parte de la iniciativa Hombres al Cuidado vinculada a la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de Bogotá, que busca que desafíen los estereotipos, asuman un rol más activo en casa y gestionen mejor sus emociones
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En esta clase que presencio no hay ecuaciones, fórmulas químicas u oraciones en un pizarrón. El aula es un contenedor acondicionado en Usme, una localidad con extensas zonas rurales en los confines del sureste de Bogotá, más cerca del departamento de Cundinamarca que del centro de la capital colombiana. Y los alumnos no son niños ni jóvenes universitarios, sino hombres adultos a quienes se les cuestiona su masculinidad.
¿Qué dirían en la calle si ven a alguno de ustedes con un delantal puesto?, pregunta el profesor Juan David Cortés. “Se burlarían de nosotros, nos llamarían ‘mandados’ de nuestras mujeres”, responden muchos entre risas. Minutos después se celebra un ejercicio inusual. La veintena de presentes -casi todos mayores de 40 años- agarran bebés de caucho y cabezas de maniquíes. Les cambian los pañales, los arrullan, les hacen trenzas. Varios monitores les indican cómo hacerlo.
“Esto es muy bonito; así podemos apoyar a nuestras mujeres para que no tengan tanto que hacer y compartir para que sea una relación más bonita”, dice un sonriente Segundo Vargas, quien se lo pasa en grande. El ejercicio es uno de los varios módulos de la Escuela A Cuidar Se Aprende.
Es parte de la iniciativa Hombres al Cuidado vinculada a la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de Bogotá, que busca que los hombres desafíen los estereotipos, asuman un rol más activo en casa y gestionen mejor sus emociones.
En esta ocasión, el turno le tocó a trabajadores de Transmilenio, el sistema de transporte de la capital colombiana, donde se han reportado altas tasas de accidentalidad “relacionadas de alguna manera con el control y gestión de emociones de los hombres”.
“En estas clases se evidencia lo complejo que es reflexionar sobre nuestra propia emocionalidad, que los hombres no podemos expresar nuestras emociones en público o que no podemos pedir ayuda para solucionar nuestros problemas”, le explica Cortés, líder de la iniciativa, a BBC Mundo.
“Hoy lloro sin importarme el resto”
Sentado en su casa en el occidente de Bogotá, Johan López, 22 años, cuenta su experiencia en la escuela para hombres mientras acaricia a uno de sus gatos. En la parte trasera de su domicilio montó una especie de taller donde fabrica rascadores para estos felinos. Es su emprendimiento. También estudia veterinaria. Las mascotas son también una herramienta que le ayudaron a expresar emociones y practicar sus habilidades de cuidado.
“Hay pelados que se han llegado a suicidar por no saber cómo manejar o expresar lo que sienten”, le dice a BBC Mundo. López pasó por la escuela mientras estaba en el Centro Forjar, un espacio de integración para menores sancionados con medidas no privativas de libertad. “Al comienzo fue un reto. Era un lugar de chicos con personalidad imponente, que muchas veces nos tomábamos a burla todo esto de las ‘nuevas masculinidades’”.
Sin embargo, reconoce un antes y un después tras los talleres. “Llevaba el estigma de que nosotros no lloramos, que eso era para las mujeres, las vulnerables, las frágiles. Reprimía mis sentimientos en público. Ahora lloro por la calle y me importa poco lo que piense la gente”.
López afirma que romper barreras y estigmas sobre roles de género le está ayudando a “moldear y mejorar” la relación con sus cinco hermanas, aunque reconoce que no está siendo fácil. “Me independicé pronto porque peleaba mucho con ellas. No las entendía. Cada vez soy más empático”.
López no tiene pareja. Tampoco hijos, pero tiene claro que tendrá un rol activo en las tareas del hogar y el cuidado. “Enterré la idea de que yo tenía que proveer y la mujer encargarse de las cosas de casa. Hay que sembrar estas nuevas masculinidades para beneficiar al futuro de Colombia, aunque queda trabajo por hacer”.
Las brechas en el cuidado
Como sucede en la mayoría de las ciudades latinoamericanas, la Dirección del Observatorio y Gestión del Conocimiento Cultural indica que los hombres en Bogotá no participan equitativamente de las responsabilidades del hogar. Todavía hoy, la mayoría solo limpia vehículos o repara electrodomésticos y otros bienes en casa. Del resto de actividades se encargan principalmente las mujeres, sobre todo las relacionadas con el cuidado de los hijos.
De entre más de 1000 personas encuestadas en la capital colombiana, un 30% de mujeres se encargó de cambiar los pañales a su bebé frente a un 3% de hombres. La misma muestra recogió que solo un 7% de los padres aseguró responsabilizarse de dialogar, aconsejar y escuchar a sus hijos, frente a un 40% de las mujeres que sí lo hicieron.
Los números se repiten en otros estudios. La Encuesta Nacional del Uso del Tiempo (ENUT) de 2017 encontró que en Bogotá las mujeres emplean 3 horas y 11 minutos diarios más que los hombres en el desarrollo de las actividades del cuidado no remunerado en el interior de los hogares.
Múltiples causas culturales y estereotipos arraigados explican algunas de estas cifras, pero Juan David Cortés, el profesor de la escuela de hombres, aporta otra observación. “En Bogotá hay muchos hombres que no reconocen la importancia de sus padres en su crianza y vinculan esta figura a sentimientos como la violencia”. En efecto, una de las encuestas de la alcaldía reflejó que solo un 17% de hombres afirmó sentir amor por sus padres.
¿Cómo funciona la escuela?
La estrategia A Cuidar se Aprende de la Escuela Hombres al Cuidado nació en 2021, y es la evolución de distintas campañas de la alcaldía de Bogotá vigentes desde los 90 para cambiar actitudes perjudiciales de bogotanos a través de proyectos creativos. El curso completo consiste en cuatro módulos, todos vinculados al cuidado: hogar, personas, emociones y medioambiente.
También hay miniseries, podcasts y masterclass online que muestran situaciones prácticas, con temáticas tan concretas como “tips para ser un buen ex”. Los diseñadores de los contenidos de la escuela creen que así contribuyen a cambiar mentalidades.
Cualquier varón mayor de 18 años puede participar, ya sea acudiendo a los espacios destinados para ello, tomando las clases virtuales o asistiendo al despliegue de la escuela móvil, el módulo práctico que enseña ejercicios para cuidar mejor a los más vulnerables del hogar. Más de 11.000 hombres han asistido a alguno de los módulos. Las sesiones, además de instructivas, suelen ser divertidas.
“Hay que tener cuidado con las niñas, porque al peinarlas uno las puede maltratar y ya no te dejan peinarlas más”, dice Óscar Sánchez Agudelo, sobre la clase de peinado y trenzas. Óscar ya tiene hijos adultos, pero sigue las instrucciones al pie de la letra por sus nietos y también, por qué no, para aplicar algunas enseñanzas al cuidado de familiares mayores que necesitan asistencia.
“Cuando uno fomenta el cuidado en casa y el trabajo en equipo con la pareja y la familia con amor es mucho más fácil”, comparte con BBC Mundo Wilfredy Pulido.
Cristian Torres es uno de los más atentos de la clase. No pierde paso del guía. “Imaginá si un día estoy sin trabajo y tengo que quedarme preparando a la niña antes de la escuela”, dice.
Segundo Vargas presume de ya haber cuidado bien a sus hijos, pero hubiese agradecido otros consejos que desconocía, “como utilizar cremita en vez de talco, limpiar en la dirección correcta o desechar pañales de forma sostenible”.
Termina la sesión y los hombres se marchan intercambiando pareceres. Vuelven a sus rutinas. Viven en el país que más madruga y más horas trabaja, pero que también menos produce, según un informe de la OCDE de 2023.
Son desafíos estructurales que de alguna forma también distorsionan el tiempo libre, el reparto de tareas y la crianza de hijos en casa. Ahora les toca lo más difícil, advierte Cortés: “Comprender que el cuidado no es ayuda esporádica, sino una responsabilidad compartida”.
*Por José Carlos Cueto
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