Los científicos se desvelan por entender la variante ómicron, pero las noticias falsas ya tomaron la delantera
Los movimientos antivacunas aseguran que la ómicron “estaba agendada”; insisten en que la variante es solo la siguiente fase de una de una oscura conspiración global
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SAN FRANCISCO.- En julio se viralizó en las redes una presentación de diapositivas falsas con el logo de la Organización Mundial de la Salud que mostraban un supuesto cronograma de la “liberación” futura de nuevas variantes del coronavirus. La noticia falsa obtuvo decenas de miles de likes en Instagram y Twitter.
Las imágenes fueron posteadas por influencers antivacunas como una supuesta prueba de que la pandemia estaba orquestada por poderosos intereses, y que las nuevas variantes de la enfermedad eran parte de ese plan macabro.
Cuatro meses después, a fines de noviembre, los científicos sudafricanos identificaron la variante ómicron y advirtieron que contenía gran cantidad de mutaciones. Y si bien los funcionarios de salud pública de todo el mundo pidieron no sacar conclusiones apresuradas hasta poder estudiar más de cerca la variante, las falsas diapositivas volvieron a circular por las redes sociales, posteadas otra vez por personas que insisten en que la ómicron es solo la siguiente fase de una de una oscura conspiración global.
Durante las dos semanas que pasaron desde que fue detectada, las noticias falsas sobre la ómicron no paran de rebotar por toda la web. Según los relevamientos de First Draft, una organización sin fines de lucro que investiga la desinformación en las redes, en un grupo de Telegram que tiene más de un millón de seguidores apareció un mensaje afirmando que las vacunas eran las causantes de la aparición de ómicron. Otra teoría conspirativa postula que los gobiernos y las compañías farmacéuticas fomentan la propagación de la variante para socavar la ivermectina, un medicamento antiparasitario que, según los escépticos de las vacunas, es un eficaz tratamiento contra el covid-19, a pesar de la ausencia de evidencia científica que lo respalde.
Otros afirman que el momento en que apareció la variante parece sugerir que los gobiernos intentan distraer a la gente del juicio contra Ghislaine Maxwell, acusada de ayudar al financiero Jeffrey Epstein a traficar con niñas menores de edad.
Las nuevas cepas de noticias falsas son la última mancha de una larga guerra de años entre las empresas de redes sociales y quienes se aprovechan de una avidez global de datos y hechos frente al vacío de información. Como Facebook, Twitter y YouTube prohibieron las noticias falsas sobre el coronavirus y las vacunas, en lugar de promover información autorizada por los gobiernos, la desinformación se sigue extendiendo como una mancha de aceite.
“Es un ejemplo típico”, dice Claire Wardle, directora ejecutiva de First Draft. “Cuando hay vacío de información, lo ocupan rápidamente los teóricos de la conspiración.”
Para colmo, a casi dos años del inicio de la pandemia, hay mucha gente exhausta que después de un ciclo aparentemente interminable de encierros, restricciones y vacunas, son más susceptible a creer información falsa sobre el coronavirus, según investigadores que estudian cómo se propagan las noticias falsas en las redes.
“Con esta nueva variante y la Navidad en puerta, es probable que tengamos que cambiar nuestro comportamiento”, dice Rachel Moran, profesora de la Universidad de Washington, que estudia el efecto de la información de las redes sobre las creencias de las personas. “El cansancio de la gente es muy real, y muchos ya no tienen herramientas para enfrentar los hechos.”
Las declaraciones de los funcionarios de salud pública y la cobertura de los medios de comunicación han enfatizado lo poco que se sabe sobre la variante ómicron y han adoptado un tono más cauteloso que al comienzo de la pandemia, señala Moran. Pero ni siquiera ese mensaje constante y cuidadoso logra frenar la propagación de la información falsa.
“El mensaje oficial no es tan convincente ni atractivo porque no es necesariamente tranquilizador, no apela a ese elemento emocional que hace que las noticias falsas tengan tanta penetración”, explica Moran.
Después de casi dos años de intenso escrutinio, las empresas de redes sociales dicen haber asignado más recursos a eliminar la falsa información médica y haber mejorado los algoritmos que la detectan automáticamente. Y los influencers antivacunas más conocidos y con más seguidores, incluido el médico de Florida, Joseph Mercola, y el abogado Robert F. Kennedy Jr., han sido expulsados de las redes sociales.
Pero los grupos antivacunas logran burlar las nuevas reglas utilizando un lenguaje codificado o haciendo capturas de pantalla de los sitios web de los influencers para compartirlas en las principales plataformas.
“Las plataformas reforzaron sus medidas, pero eso no detiene la circulación de información falsa”, dice Wardle.
Los científicos habían anticipado la aparición de nuevas variantes. Los virus cambian y mutan naturalmente con el tiempo, y debido a que gran parte del mundo aún no se ha vacunado, el surgimiento de nuevas cepas era un hecho cantado. El problema es que el relato de los antivacunas también incorporó desde un principio la aparición de nuevas variantes.
Cuando la ómicron fue detectada, los gobiernos de Europa y América del Norte respondieron restringiendo los viajes desde el sur de África, una medida que los funcionarios de los países africanos criticaron por discriminatoria y carente de respaldo científico. A la luz de esa reacción, algunos antivacunas afirman que la variante ómicron es una excusa para que los gobiernos racistas bloqueen la inmigración y los viajes desde países africanos.
En Estados Unidos, los conservadores que afirman que el gobierno y los medios de comunicación inflan el impacto de la pandemia para extender el poder del Estado y ayudar a los demócratas a ganar las elecciones, ahora también han incorporado la ómicron a la ecuación de sus acusaciones.
La gran diferencia es que este año se ha hecho notar la ausencia de las cuentas del expresidente Donald Trump que antes servían como órganos propaladores de noticias falsas —como la afirmación de que la lavandina puede ayudar a combatir el coronavirus—, a cientos de miles de sus partidarios, quienes a su vez la difundían de manera exponencial.
Pero hay otros políticos que ahora cumplen el mismo rol. En un hilo de Twitter del 27 de noviembre, la representante republicana por el estado de Georgia, Marjorie Taylor Greene, afirmó que las tasas relativamente más bajas de coronavirus en África en los últimos dos años se debieron en parte al uso generalizado de la ivermectina en ese continente. No existe evidencia científica sólida de que la ivermectina ayude a combatir el virus. Aún así, Greene sugirió que la variante ómicron puede ser parte de una conspiración para desacreditar la ivermectina. “No me extrañaría que los tiranos anuncien la aparición de una nueva variante de covid de África y apliquen restricciones a los viajes”, escribió. Los usuarios replicaron sus tweets miles de veces.
La incertidumbre y los cambios permanentes en los lineamientos de los gobiernos sobre los viajes nos seguirán afectando, mientras ingresamos en el tercer año de la pandemia de covid-19.
“Las conspiraciones siempre ofrecen algún tipo de explicación, y por eso seducen tanto a la gente”, dice Wardle. “Después de dos años de espantosa incertidumbre, cualquier certeza resulta refrescante.”
Por Gerrit De Vynck
Traducción de Jaime Arrambide
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