Los chavs, la tribu urbana que tiene en vilo a Londres
" I am a chav ", se jacta Singing Smithy, una banda de chicos ingleses vestidos con joggings, gorrita y zapatillas de marca. Se golpean entre ellos, fuman en la esquina, roban una cartera y toman del pico de las botellas de plástico en el video de la canción que bucea en los suburbios.
Los chavs son jóvenes blancos de clase media baja que representan el sustrato social donde terminó de incubarse la bronca londinense. La traducción del tema de Singing Smithy sería más o menos ésta: "Soy un cabeza". Nada que perder, poco o nada de futuro, sería el trasfondo entre gracioso y prepotente del tema.
En Inglaterra existe una subcultura de jóvenes violentos y peligrosos; muchos de ellos dependen de los subsidios estatales para llegar a fin de mes. Detrás de la Londres turística, los chavs viven en casas de protección oficial, viviendas económicas (que no son villas) cedidas por el gobierno en los barrios situados en las afueras de la ciudad.
En el sur del país, se denominan chavs, el equivalente de los jóvenes popularmente conocidos en la Argentina como "cumbieros", mientras que en otras ciudades del norte de Inglaterra, como Manchester, se llaman scallies.
La de ellos es una problemática social que, desde hace años, inquieta a las autoridades y a los medios por sus matices violentos, falta de educación y empleo.
Tal es la trascendencia que los chavs han tenido que cuentan con su propia vestimenta y códigos. El esquema de vida es más o menos rutinario: comprarse ropa de marca, adquirir un auto para "tunear", tomar alcohol, fumar marihuana y conseguir algo de sexo.
Los productos de la marca de ropa Burberry, que antes eran exclusivamente para la clase media alta, empezaron a ser supervalorados por los chavs. Usan gorritas a cuadros, remeras deportivas, joggings de marcas falsificadas y joyas de pacotilla que se asocian vulgarmente con la gente "grasa".
En la Argentina ocurre algo similar con las marcas como La Martina y Lacoste utilizadas por los "cumbieros" o "turros", las dos tribus del conurbano bonaerense.
Incluso, la compañía Burberry tomó medidas para distanciarse del estereotipo del chav: dejó de fabricar gorritas en 2004 y evitó a toda costa la producción de cualquier tipo de diseño a cuadros, pero parece destinada muy a su pesar a estar definitivamente asociada con ellos.
Estereotipos
En 2003, la BBC empezó a emitir un programa de humor llamado Little Britain que consistía en sketches sobre la vida en Gran Bretaña, cuyo personaje principal era Vicky Pollard, una parodia de la típica madre soltera adolescente de los barrios marginales londinenses que tiene varios hijos y cae en la delincuencia y el abuso de alcohol. Una chav, en definitiva.
La serie fue un rotundo éxito y otro ejemplo de cómo los británicos, que se diferencian del resto de los habitantes europeos por su humor irónico, son capaces de reírse hasta de los problemas más graves que afligen a la sociedad en la que viven.
Esto aparece también en la serie Shameless, que cuenta la vida de una familia disfuncional en Manchester. El padre es un alcohólico aficionado a las drogas que se queda a cargo de la educación de sus hijos después de que su mujer lo abandona. En esa serie puede verse una pintura bastante precisa de lo que serían los scallies de Manchester, que viven en viviendas de protección oficial.
Los chavs suelen andar armados, casi siempre con cuchillos, a veces con pistolas y, en los últimos tiempos, han adquirido una extraña afición por las espadas samurái.
En Internet abundan videos de estos jóvenes. En ellos se los puede ver metidos en violentas peleas callejeras, jactándose de los delitos que cometen en sus barrios y haciendo alarde de su condición de chav.
lanacionarMás leídas de El Mundo
Derrumbe. Es uno de los hombres más ricos del mundo y perdió 12.500 millones de dólares en un día por una trama de sobornos
Adelanto de sus memorias. Angela Merkel reveló el consejo que le dio el papa Francisco para lidiar con Trump
Reabre el 7 de diciembre. Un video muestra cómo quedó el interior de la catedral de Notre Dame tras la restauración