Los "chalecos amarillos" desatan el infierno en el corazón de París
PARÍS.- Presa de una situación casi insurreccional, París vivió ayer escenas de guerrilla urbana durante una nueva manifestación de los llamados "chalecos amarillos". Los enfrentamientos con las fuerzas del orden dejaron 270 detenidos, más de un centenar de heridos, autos incendiados, pintadas en los monumentos públicos, bancos vandalizados, vitrinas de comercios y mobiliario urbano destrozado.
Las mismas protestas violentas se registraron en otras regiones del país. Unos 75.000 manifestantes organizaron unas 780 acciones en el interior, sobre todo en ciudades, autopistas y aeropuertos.
El tercer llamado a manifestar de ese movimiento espontáneo, heteróclito y sin dirigentes, reunido hace meses a través de las redes sociales para protestar contra el precio del combustible, resultó una vez más marcado por violentos incidentes, sobre todo en la capital francesa.
En París, el Ministerio del Interior estimó en 5500 los "chalecos amarillos" que se congregaron principalmente en la Avenida de los Campos Elíseos, pero rápidamente se dispersaron por otros sectores de la capital. El número de manifestantes fue inferior al del sábado pasado, pero volvieron a ser infiltrados por grupos extremadamente violentos y bien organizados, que parecerían responder tanto a la extrema izquierda como a la extrema derecha, según las mismas fuentes.
Previendo la repetición de los desbordes de la semana pasada, el Ministerio del Interior había cerrado la circulación en los Campos Elíseos y autorizaba el ingreso de peatones únicamente después de un control de identidad.
Los incidentes estallaron, sin embargo, en los alrededores del Arco del Triunfo, fuera de la zona de vigilancia, cuando grupos de manifestantes intentaron forzar un punto de control y comenzaron a tirar todo tipo de proyectiles contra las fuerzas del orden. Estas respondieron con gases lacrimógenos, granadas dispersantes y cañones de agua. Al grito de "Macron, dimisión", los manifestantes llenaron de pintadas los pilares del Arco del Triunfo, que cobija la tumba al soldado desconocido. Otros consiguieron llegar hasta el techo del monumento con banderas que rezaban "los chalecos amarillos triunfarán".
Los desmanes en los sectores más elegantes dejaron escenas de desolación. La avenida Kléber, en el distrito XVI, donde se ubica la embajada argentina, fue el blanco preferido de los inadaptados.
La degradación de monumentos públicos provocó estupor en un país que, hasta ahora, apoyaba masivamente el movimiento (72%). "Estoy escandalizado por la agresión a los símbolos de Francia", declaró el primer ministro, Edouard Philippe. "Estamos decididos a conseguir que esas manifestaciones sean pacíficas y que no se perdone nada a aquellos que participan solo con la intención de romper", advirtió.
La misma firmeza manifestó desde Buenos Aires el presidente Emmanuel Macron. El mandatario afirmó "aceptar todas las reivindicaciones populares. Nunca la violencia y el caos". Macron prometió que los culpables serán "identificados y castigados por la Justicia".
Por el momento, el gobierno parece incapaz de controlar un movimiento que tampoco consigue controlarse a sí mismo. Sin vínculo con sindicatos ni partidos, no tiene líderes, plataforma de reivindicaciones ni servicio de orden para impedir el desborde de sus militantes exasperados por la política fiscal.
La rebelión, que comenzó como una protesta contra el aumento de los impuestos al combustible, reclama ahora la renuncia de Macron, la disolución del Senado, trabajo para todos y asambleas populares, entre una infinidad de ideas que cambian según la región y la persona.
Macron, conectado con el Elíseo
En medio del cierre de la cumbre de líderes del G-20 en Buenos Aires, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, no despegó su mirada de la pantalla de un dispositivo móvil, desde el que siguió en tiempo real las protestas de los "chalecos amarillos" contra el aumento de los combustibles en Francia.
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