Los cazavariantes: cómo trabajan los expertos en la búsqueda de las nuevas mutaciones de Covid-19 en Sudáfrica
En ese país, donde un 13% de la población tiene VIH, se da un caldo de cultivo particular para peligrosas cambios en el virus
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NTUZUMA, Sudáfrica.- Sizakele Mathe es trabajadora comunitaria de la salud en Ntuzuma, una extensa barriada montañosa en los límites de la ciudad de Durban, Sudáfrica. Y hace un par de meses, a Mathe le avisaron desde la clínica local que una vecina del barrio había dejado de pasar a buscar su medicación, una señal preocupante de que probablemente había dejado de tomar los antirretrovirales para contener su infección de VIH.
Eso no era solo una amenaza para la propia salud de la mujer, sino que en la era del Covid-19, también podía entrañar un riesgo para el resto del mundo. La clínica envió entonces a Mathe a trepar la ladera, abrirse camino por los estrechos pasillos del barrio y tratar de que la mujer volviera a tomar las pastillas.
Mathe es tan entusiasta como incansable, y forma parte de una campaña nacional de insistencia “puerta a puerta”. Esa campaña representa la mitad del sofisticado esfuerzo de Sudáfrica para frenar la aparición de nuevas variantes del coronavirus, como la cepa ómicron que fue detectada en este país y que tiene el vilo al mundo desde hace una semana.
La otra mitad del esfuerzo los hacen los científicos en un laboratorio de última generación ubicado a unos 45 kilómetros de ahí. En la Plataforma de Investigación, Innovación y Secuenciación KwaZulu-Natal (KRISP), en Durban, los científicos secuencian los genomas de miles de muestras de coronavirus por semana. El laboratorio KRISP integra la red nacional de investigadores de virus que identificaron tanto la variante beta como la ómicron, en base a la experiencia adquirida en la región tras décadas de lucha contra el VIH.
Esta combinación de alta tecnología y trabajo social es uno de los frentes de batalla del mundo contra la evolución del coronavirus. El viernes, la red de investigadores de Sudáfrica informó a un mundo expectante que la nueva variante ómicron parecía propagarse dos veces más rápido que la delta, hasta entonces considerada la versión más contagiosa del virus.
Los investigadores del KRISP son eminencias mundiales en filogenética viral, como se conoce al estudio de las conexiones evolutivas entre los virus. Esos expertos se dedican a detectar y rastrear las mutaciones del coronavirus, identificar los focos de alta transmisión, y suministrar una información crucial para frenar la pandemia: saber quién contagió a quién, un dato que deducen al rastrear las mutaciones a lo largo de las diferentes muestras del virus.
Coronavirus y VIH
Y desde el inicio de la pandemia, la lupa de los filogenetistas está puesta en los cambios que sufren los virus en Sudáfrica, porque los preocupa algo en particular: los 8 millones de sudafricanos -el 13% de la población del país- que vive con VIH.
Cuando las personas con VIH siguen un tratamiento con un antirretroviral eficaz y lo toman con constancia, sus cuerpos suprimen el virus casi por completo. Pero si una persona esta infectada con VIH y no fue diagnosticada, o nunca le prescribieron tratamiento, o no toma los medicamentos todos los días de manera constante, el VIH debilita su sistema inmunológico. Y si después contraen coronavirus, pueden pasar semanas o meses antes de que ese cuerpo inmunológicamente débil por el VIH no tratado pueda eliminar por completo el nuevo virus.
Así, como el coronavirus permanece activo tanto tiempo en sus sistemas, allí tiene la posibilidad de mutar y volver a mutar al infinito. Y si transmiten el virus mutado, lo que tenemos es una nueva variante en circulación.
“Hay razones para creer que algunas de las variantes que están surgiendo en Sudáfrica pueden estar asociadas directamente con el VIH”, dijo Tulio de Oliveira, el investigador principal de la red nacional de monitoreo genético de Sudáfrica.
En los primeros días de la pandemia, las autoridades sanitarias de Sudáfrica se prepararon para un aumento de la mortalidad entre las personas con VIH. “Básicamente, nos planteábamos un escenario de terror, donde África quedaba diezmada”, dice Salim Abdool Karim, epidemiólogo y director del instituto del SIDA que funciona dentro del KRISP. “Pero nada de eso se cumplió”, y la principal razón es que el VIH es más común entre los jóvenes, mientras que el coronavirus ha golpeado más duramente a los adultos mayores.
Tener VIH hace que una persona tenga 1,7 veces más probabilidades de morir de Covid, un riesgo elevado, pero que empalidece frente al riesgo de las personas con diabetes, que tienen 30 veces más probabilidades de morir. “Ahí empezamos a entender que nuestro verdadero problema con el VIH en medio de una pandemia de Covid era la perspectiva de que las personas gravemente inmunodeprimidas fueran el caldo de cultivo de nuevas variantes”, dijo Abdool Karim.
Los investigadores del KRISP han demostrado que esa situación ya ha dado al menos dos veces. El año pasado, rastrearon una muestra de virus hasta una mujer de 36 años con VIH que estaba siguiendo un tratamiento que no funcionaba y a la que nadie estaba ayudando a encontrar medicamentos que pudiera tolerar. La mujer tardó 216 días en eliminar el coronavirus de su sistema: en ese lapso dentro de su cuerpo, el coronavirus adquirió 32 mutaciones diferentes.
En noviembre, el doctor de Oliveira y su equipo rastrearon una muestra de coronavirus con decenas de mutaciones hasta una parte diferente del país, el Cabo Occidental, donde había otra paciente con mal cumplimiento del régimen farmacológico contra el VIH. El coronavirus permaneció en su cuerpo durante meses y produjo decenas de mutaciones. Cuando a ambas mujeres les recetaron medicamentos eficaces y les aconsejaron cómo tomarlos correctamente, eliminaron el coronavirus rápidamente.
“No hay muchos casos así”, dice Abdool Karim en referencia a la mujer que tardó 216 días en eliminar el coronavirus de su sistema. “Pero tampoco hace falta que sean muchos: basta con uno o dos.” Y una sola variante puede hacer temblar el mundo, como ocurrió con la ómicron la semana pasada.
El origen de esta variante sigue siendo desconocido. Las personas con VIH no son las únicas cuyos sistemas puede convertirse inadvertidamente en campo fértil para la mutación del coronavirus. En realidad, eso puedo ocurrir en el cuerpo de toda persona inmunodeprimida por cualquier otra razón, como los pacientes trasplantados y los que reciben tratamiento contra el cáncer.
Los virus también mutan en personas con un sistema inmune sano. La diferencia es que las personas inmunodeprimidas por el VIH u otra enfermedad tienen el coronavirus en su sistema durante más tiempo, ya que les cuesta más eliminarlo, y entonces el proceso de selección natural tiene más tiempo para favorecer la proliferación de variantes capaces de esquivar la inmunidad.
De allí la particular urgencia por frenar la aparición de nuevas variantes en Sudáfrica, un país con un altísimo número de infectados con VIH y donde la pandemia de coronavirus también ha golpeado con fuerza, trastocando por completo la vida de la gente.
Stephanie Nolen
The New York Times
(Traducción de Jaime Arrambide)
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