Los campeones sherpa que mueren en el intento por guiar a extranjeros a las altas cumbres: ¿qué tan peligroso es?
Tenjen Lama fue uno de los guías de montaña con más historia de su generación, y como dos de sus hermanos murió en la montaña; el menor continúa con su ayuda a escaladores para ganarse la vida
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KATMANDÚ, Nepal.- En julio del año pasado, el sherpa Tenjen Lama guio a la escaladora noruega Kristin Harila hasta la cima de los 14 picos más altos del mundo en un tiempo récord. En un deporte que exige una alquimia de determinación vigorosa y fe a gran altura, este sherpa hizo todo lo que hizo su cliente y más. Pero fue ella quien recibió la mayor parte del dinero, la fama y la atención.
El tipo de patrocinio lucrativo que disfrutan los atletas extranjeros no suele otorgarse a los sherpas étnicos de Nepal. Para ellos, la profesión de guía del Himalaya ofrece un camino para salir de la pobreza extrema, pero también una posible ruta, sembrada de avalanchas y cascadas de hielo, hacia una muerte prematura.
El sherpa Lama no podía permitirse el lujo de descansar después de guiar al noruego, dijo a The New York Times. La vida en Katmandú, la capital de Nepal, es cara. No sabía leer ni escribir, pero quería que sus hijos recibieran la mejor educación, una tarea costosa.
Así que sólo tres meses después de escalar los 14 picos, Lama volvió a su rutina como sherpa: su nombre, su origen étnico, su profesión y, en última instancia, su destino. Otra extranjera que perseguía otro récord lo había contratado como guía. Esta vez, fue Gina Marie Rzucidlo, quien intentaba convertirse en la primera mujer estadounidense en escalar las montañas más altas del mundo. Otra estadounidense, también guiada por un sherpa, escalaba por separado en busca del mismo récord.
Pero el 7 de octubre se produjeron avalanchas en el monte Shishapangma en el Tíbet y ambas escaladoras murieron junto a sus sherpas.
La muerte del sherpa Lama fue la última de una serie de tragedias que acabaron con su árbol genealógico de hermanos. En 2021, el sherpa Norbu, el mayor de los cuatro hermanos escaladores, acabó con su vida después de que una historia de amor saliera mal. Y en mayo pasado, el sherpa Phurba, su otro hermano, murió durante una misión de rescate en el Monte Everest.
El último hermano que queda, Pasdawa, se enteró de la muerte de Lama al regreso de una expedición a las montañas séptima y octava más altas del mundo.
Durante tres días, Pasdawa viajó a pie, en ómnibus y en avión hasta el departamento de Lama en Katmandú. Se arrodilló ante el altar budista de su hermano, que tenía encima ocho velas ardientes, caléndulas y un paño ceremonial rodeaban un retrato de Lama, sonriente con un traje de nieve naranja.
Pasdawa cerró los ojos y oró por sus hermanos muertos. Dijo que también rezó por sí mismo. Tendría que perseverar en la única vida que conocía.
“Seguiré escalando montañas”, dijo Pasdawa. “No tengo otras opciones”.
La carga de un sherpa
Esto es lo que hace un sherpa: carga pesadas mochilas y tubos de oxígeno para sus clientes extranjeros. Cocina y monta el campamento. Navega entre tormentas de nieve y limpia montones de basura. Se despierta antes del amanecer y pasa horas clavando estacas de metal en el hielo para que una cuerda pueda proteger a los escaladores. Camina con dificultad entre cascadas de hielo donde losas del tamaño de un ómnibus han enterrado a otros sherpas en cementerios helados.
En comparación con el cliente, un sherpa pasa mucho más tiempo en la llamada zona de la muerte: elevaciones por encima de los 8000 metros, donde el razonamiento humano se ralentiza sin oxígeno suplementario y el mal de altura puede volverse fatal rápidamente.
En Walung, la aldea en el noreste de Nepal donde crecieron Lama y sus hermanos, nacieron alrededor de un centenar de guías de expedición en las últimas dos décadas.
De esos 100, 15 murieron mientras trabajaban para escaladores, dijeron los lugareños.
La alta tasa de mortalidad pone de relieve la inequidad de un deporte de vida o muerte. Aproximadamente un tercio de las más de 335 personas que han muerto en el Everest son sherpas. Sin embargo, su experiencia les permite ganar salarios que, si bien son altos para los estándares locales, son sólo una fracción de lo que la mayoría de sus clientes desembolsan por sus expediciones.
“Ayudamos a los extranjeros”, dijo Makalu Lakpa, un guía experimentado de Walung y amigo cercano de Lama. “Es muy peligroso, pero lo hacemos”.
La industria del montañismo de Nepal, una importante fuente de ingresos para un país empobrecido, atiende a quienes están dispuestos a gastar más de 100.000 dólares para alcanzar la cima de un solo pico del Himalaya con un estilo lujoso. Casi todos son extranjeros. En los últimos años, su número ha aumentado, al igual que los atascos en los cuellos de botella a gran altitud y las caídas de hielo, lo que aumenta las posibilidades de accidentes. Algunos líderes de expediciones también creen que el cambio climático está provocando patrones climáticos impredecibles, lo que aumenta el riesgo de avalanchas mortales.
Durante la temporada de escalada de primavera del año pasado en el Monte Everest, el gobierno nepalí otorgó permisos a 478 extranjeros, la mayor cantidad jamás realizada. Dieciocho personas, entre ellas seis sherpas, murieron en la montaña, otro récord.
En lo que va de esta primavera boreal, se confirmó la muerte de seis personas en su intento por alcanzar la cima del Monte Everest, y tres están desaparecidas.
El auge de las expediciones atrajo tanto a escaladores inexpertos, que tienen más probabilidades de necesitar ser rescatados de grandes elevaciones, como a aquellos con récords, que se esfuerzan a sí mismos y a sus equipos hasta el límite. Cada excursionista extranjero, ya sea principiante o experto, depende de al menos un sherpa, a menudo de varios.
Más allá del desequilibrio económico, los sherpas suelen quedar relegados a las notas a pie de página de la historia del montañismo. Con la primera ascensión al Everest en 1953, Edmund Hillary ocupa el primer lugar en la conciencia mundial y Tenzing Norgay, su sherpa, el segundo. Una excepción es el aeropuerto cercano al campo base del Everest, el aeropuerto Tenzing-Hillary.
En búsqueda de un récord
En la primavera de 2023 la noruega Kristin Harila, comenzó su carrera para batir el récord de ascensión más rápida a los 14 picos más altos del mundo. En aquel momento, el récord era de seis meses y seis días. Antes de eso, el récord era de ocho años.
El lema de la expedición patrocinada por Harila, una carrera de 92 días a través del alto Himalaya, era “Ella mueve montañas”. Para tener éxito, necesitaba la guía de los sherpas, especialmente de Lama.
La primera montaña fue Shishapangma, donde Lama moriría medio año después. Los problemas surgieron temprano, por temas burocráticos. China negó visas a seis de los 11 sherpas de su equipo. Fue entonces que Lama cargó todo el peso, martilló la montaña, y acarreó el equipaje compensando a la media docena de hombres que faltaban. Era rápido y eficiente, sin movimientos innecesarios en el aire, dijo Harila.
“Lama hizo todos los trabajos”, dijo. “Nadie habría llegado a la cima si Lama no hubiera estado allí”.
La siguiente fue Cho Oyu, la sexta montaña más alta del mundo, también escalada desde el Tíbet. Con el clima amenazador y el peso excesivo de sus suministros, la pareja decidió dejar a los demás y cargar desde el campamento base hasta la cima, saltándose las paradas de aclimatación en el camino. Lo que a otros escaladores les puede tomar diez días, Lama y Harila lo lograron en aproximadamente 30 horas.
“La aptitud física de un sherpa viene del nacimiento”, dijo Lama al Times unas semanas antes de su muerte.
La pareja escaló el Annapurna 1 de Nepal, donde 476 escaladores lograron ascensos exitosos y otros 73 murieron en el intento, según la Base de datos del Himalaya. En Pakistán, ascendieron a Broad Peak, donde Harila y dos sherpas casi habían sido arrastrados por una avalancha el año anterior. Subieron al Everest, Lhotse, Makalu, Manaslu, Kangchenjunga, Dhaulagiri, Nanga Parbat, Gasherbrum I y II.
A fines de julio, sólo quedaba una montaña: el K2, la segunda montaña más alta del mundo, donde, a sólo 400 metros por debajo de la cumbre, los escaladores deben trepar en un ángulo de 60° y pasar por un barranco amenazado por enormes columnas de hielo glacial. Casi todas las muertes en K2 se han producido cerca de este cuello de botella.
Lama y Harila, acompañados por un camarógrafo, llegaron al punto de estrangulamiento alrededor de las 2 de la madrugada. Les esperaba el horror: encontraron a un joven paquistaní colgado del extremo de una cuerda, boca abajo y agonizante. El joven, llamado Mohammad Hassan, no llevaba ni siquiera guantes ni ropa para la nieve.
Harila, Lama y el camarógrafo se colocaron delante del resto del equipo en la cuerda y se acercaron al hombre. Harila dijo que permaneció allí durante más de una hora, tratando de ayudar. Finalmente, Lama y Harila continuaron su ascenso. El camarógrafo y otras personas se quedaron para intentar salvar a Hassan, alimentándolo con oxígeno e intentando mantenerlo caliente.
Finalmente Hassan, que transportaba carretes de cuerda a pesar de las advertencias de que no estaba equipado para una altitud tan elevada, murió. Poco después llegaron las críticas de que Harila no había salvado la vida de un hombre por seguir su meta de concretar su objetivo histórico.
Pero un testigo que estuvo allí ese día dijo que no estaba claro qué podrían haber hecho Harila y Lama. Una multitud demasiado grande en el estrecho pasaje habría acarreado sus propios riesgos terribles.
“Hicimos, y otras personas hicieron, todo lo que pudimos para salvarlo, y fue imposible”, dijo Harila. “Todos lo intentaron. Muchos arriesgaron sus vidas para salvarlo”.
Sólo cuando estaban escalando la pendiente final del K2 la confianza de Lama flaqueó, reconoció a The Times más tarde. La difícil situación del paquistaní puso de relieve los peligros del K2. Las avalanchas derribaron la montaña. Láminas de hielo temblaban y crepitaban arriba. Cerca de la cumbre, Lama tuvo que quitar la nieve a mano, y cada paso era un suave crujido hacia la nada potencial.
“Fue uno de los momentos más difíciles de nuestra escalada”, dijo Lama.
Finalmente en su última cumbre, luego de 14 picos alcanzados en un récord mundial de 92 días, Lama y Harila se tomaron las manos y lloraron, dijo. Enviaron noticias triunfantes por walkie-talkie.
Pero la muerte de Hassan enfrió su éxito. En el campamento base alguien había organizado una torta para festejar.
“Nadie estaba de humor para una fiesta”, dijo Harila. “Tomamos una porción de torta y nos fuimos a la cama”.
Salir de la pobreza
Siempre que podía, después de sus hazañas (37 cumbres de las montañas más altas del mundo cuando murió), Lama regresaba a su hogar en Walung, una aldea aislada en el noreste de Nepal. Walung se encuentra en un valle de gran altitud debajo de campos de cebada y mijo, donde pastan yaks peludos, encorvados para protegerse del frío. Lama y sus hermanos crecieron pastoreando ganado. Jugaban al fútbol con una pelota hecha a base de calcetines viejos atados.
Tres de los hermanos de Lama murieron en la infancia, una aritmética común en estas estribaciones del Himalaya. Como el segundo hijo más pequeño, Lama fue enviado al monasterio local, donde no tuvieron inconvenientes en alimentar una boca más. Allí adoptó el nombre de Lama, dado a los monjes de la fe budista tibetana.
En aquella época, los sherpas que se convirtieron en montañistas profesionales procedían en su mayoría de otra parte del noreste de Nepal. Pero a principios de la década de 2000, un escalador de Walung, Mingma Sherpa, se convirtió en el primer surasiático en alcanzar la cima de las 14 montañas más altas del mundo. (La mayoría de los sherpas usan la palabra “Sherpa” como apellido, pero eso no significa que estén relacionados).
Mingma y sus tres hermanos finalmente comenzaron Seven Summit Treks, que ahora organiza alrededor de un tercio de todas las expediciones al Everest. Mingma contrató a la mayoría de sus guías en Walung.en
El hermano mayor de Lama era demasiado mayor cuando comenzó la moda de la escalada en el pueblo. Pero los otros cuatro hermanos se unieron a Seven Summit Treks, convirtiendo a la empresa en una verdadera fraternidad Walung. Lama, que había abandonado el monasterio y se había casado, se había unido a la industria del montañismo hace aproximadamente una década. Comenzó como transportador y fijador de cuerdas, luego se graduó como guía.
“Comíamos la misma comida, el mismo té, pero esos hermanos eran muy fuertes”, dijo Lakpa, amigo de Lama de Walung. “Lama era el más fuerte”.
En 2019, Lama y sus tres hermanos inscribieron los Récords Mundiales Guinness, cuando escalaron el Kangchenjunga, la tercera montaña más alta del mundo. En una fotografía tomada en la cima, los hermanos sonreían, cada uno con un traje brillante, iluminando el aire con su alegría.
Batir récords, como lo hizo Lama, significa sustancialmente más poder adquisitivo. Una cumbre promedio le da a un guía menos de 4000 dólares; una montaña de 8000 metros puede generar unos 7500 dólares. Lama, debido a su logro de 14 picos, estaba preparado para ganar alrededor de 9700 dólares por ascenso, algunos de los honorarios más altos que un sherpa puede cobrar. Aún así, es mucho menos de lo que un escalador extranjero de primer nivel puede recaudar mediante patrocinios, y los trabajos de los sherpas implican más peligro.
En los días posteriores a sus cumbres récord, Lama dijo que Harila originalmente no había querido llevarlo con él a las 14 cumbres.
“Ella quería cambiar la guía de escalada cada vez”, dijo a The Times. “Tal vez ella estaba pensando que yo también establecería el récord”.
Pero Mingma, director de Seven Summit Treks, dijo que convenció a Harila de que de esta manera tanto un hombre como una mujer, un sherpa y un extranjero, podrían establecer el récord juntos.
“Kristin aceptó mi idea muy fácilmente”, dijo. “Un hombre sherpa y una mujer noruega, fue bueno para nosotros y para ella”.
Harila dijo que quería compartir el logro con un solo sherpa desde el principio.
“Realmente merecen ser parte de un logro como ese”, dijo. “Es su tierra y sus montañas”.
Incluso cuando los nativos de Walung ascendieron a los rangos más altos del montañismo, el número total de sherpas en el negocio estaba disminuyendo. Algunos de los más exitosos se mudaron al extranjero, como parte de un éxodo de nepalíes de un país plagado de corrupción y pobreza. Pocos guías quieren que sus propios hijos sigan su camino.
Antes de morir, Lama les dijo a sus amigos que esperaba que sus hijos, que ahora tienen 16 y 14 años, se mantuvieran alejados del montañismo. Los había metido en una buena escuela en Katmandú. En la pared del dormitorio familiar, junto a una hilera de medallas, colgaban las obras de arte de uno de sus hijos: dibujos de un Spinosaurus y un T-rex, un pterodáctilo y un dragón, cada uno cuidadosamente etiquetado en inglés.
En abril, el hijo mayor de Lama, Lakpa Sange, comenzó un curso de informática. No tiene ningún interés en escalar montañas, afirmó.
No habla mucho sherpa, el idioma de sus padres, que nacieron al pie de Makalu, la quinta montaña más alta del mundo.
“Me gustan las computadoras”, dijo Lakpa.
La familia de un guía que muere tiene ahora derecho a un pago de seguro de unos 11.250 dólares, mucho más que los pocos cientos de dólares que se ofrecían antes. Pero a Pema Yangji, la viuda de Lama, todavía le preocupa que eso no sea suficiente para mantener a sus hijos en el mismo trabajo que mató a su padre y a su tío.
“Quiero que mis hijos dejen Nepal para estudiar en el extranjero, en un país donde puedan tener un futuro mejor”, dijo. “No me gustan las montañas”.
Un ascenso condenado al fracaso
Al principio hay nieve blanca, hielo azul y roca oscura. En un instante, la gravedad, impulsada por el viento y las más mínimas perturbaciones, transforma la materia congelada en una fuerza mortal. Las avalanchas truenan y luego sofocan.
Shishapangma, en el Tíbet, es considerado el más fácil de los 14 picos. Aún así, casi uno de cada 10 escaladores muere intentando ascenderlo. El 7 de octubre, Lama guiaba a Rzucidlo, una de los dos escaladores estadounidenses que hicieron su intento. Delante de ellos estaban Anna Gutu y su guía, Mingmar. Con el tiempo incierto por delante, otros escaladores se retiraron. Los dos estadounidenses y los dos sherpas perseveraron. A las mujeres les quedaba justo esta montaña antes de tener la oportunidad de batir el récord estadounidense de 14 picos.
La rivalidad entre los dos estadounidenses era tan intensa que puede haberlos llevado a alturas peligrosas, dijeron otros escaladores.
Al comienzo de la temporada de escalada de 2024, Seven Summit Treks ordenó a Pasdawa, el hermano menor de Lama, que trabajara como guía en la misma montaña donde Lama había muerto.
“Les pedí que me enviaran a otras montañas, pero se decidieron por Shishapangma”, dijo Pasdawa.
Pasdawa, junto con otras cinco personas de la zona de Walung, estaban siendo ofrecidos como porteadores de altura para un cliente extranjero. Debía transportar comida, tiendas de campaña, cuerdas y tanques de oxígeno a la misma montaña que atravesó su hermano el año pasado.
“Todo es pesado”, dijo Pasdawa.
Una excursión a Shishapangma le permitirá ganar unos 3000 dólares, dijo Pasdawa. Para los hombres de Walung, especialmente aquellos como él que tuvieron que abandonar la escuela después de sólo un par de años, sólo hay dos trabajos: agricultura y montañismo.
Sin embargo, hay otra razón para que Pasdawa viaje a Shishapangma: recuperar el cuerpo de su hermano mayor, uno de los mejores montañeros del mundo.
En la tradición budista tibetana, a la que se adhieren los sherpas, los muertos deben ser cremados en casa. Sólo entonces, después de la purificación de las llamas, sus almas podrán reencarnar.
A mediados de mayo, un equipo dirigido por un escalador nepalí encontró los cuerpos de Gutu y Mingmar. Sus restos fueron evacuados del Tíbet a Katmandú.
Pero cuando mayo llegó a su fin, Pasdawa todavía estaba esperando su visa para el Tíbet. La temporada de escalada de primavera pronto terminará. Junto con Rzucidlo, su hermano todavía está en algún lugar de la montaña, congelado en su traje de nieve naranja.
“No es seguro que pueda encontrar su cuerpo”, dijo Pasdawa. “Pero haré lo mejor que pueda”.
Hannah Beech y Bhadra Sharma
The New York Times
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