Los ataques a la libertad de expresión en Israel: la otra guerra dentro de la guerra
Grupos de derechos humanos y activistas por la libertad de expresión han denunciado una ola de arrestos en Israel por supuesta “incitación” pro-palestina
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NAZARET, Israel.- La imagen de la estudiante de informática de 21 años fue transmitida desde la cárcel a la pequeña sala de audiencias del tribunal por videoconferencia. Tras 11 noches de detención, la joven tenía unas ojeras muy pronunciadas.
Para ahorrar personal mientras dure la guerra con Hamas, en Israel los acusados ya no son trasladados desde su celda hasta el juzgado. La Justicia solo atiende las causas urgentes, y el juicio contra Rita Murad, ciudadana israelí de origen palestino, parece ser uno de ellas.
Murad está acusada de “identificarse con una organización terrorista” y con un centro “de incitación al terrorismo” por tres posteos que compartió por Instagram el 7 de octubre, cuando las milicias de Hamas arrasaron comunidades en el sur de Israel.
En una de las imágenes usadas como pruebas del proceso contra Murad puede verse a palestinos usando una pala mecánica para derribar el muro con alambre de púa que hace de barrera entre Israel y la Franja de Gaza. “Mientras el ‘ejército invencible’ dormía”, dice el mensaje en árabe que cruza la foto.
Una segunda publicación muestra un montaje de niños palestinos: “¿Dónde estaban los que reclaman ‘humanidad’ cuando mataban a nuestros niños?”, dice el mensaje. El tercer posteo a sus 1100 seguidores muestra a un jubiloso grupo de palestinos a bordo de un vehículo militar israelí capturado. “Gaza hoy”, dice el mensaje, con un emoji de la bandera palestina.
En “tiempos normales”, esos posteos no merecerían ni una visita a la comisaría, dice Ahmad Massalha, abogado defensor de Murad, mientras espera la audiencia de su defendida.
Pero estos no son tiempos normales. Si es condenada, a Murad le esperan cinco años de cárcel, y hay una nueva ley de reclutamiento que también pretende despojar de su ciudadanía a los condenados por delitos como el que se le atribuyen a ella. Frente al tribunal que la juzga en la ciudad de Nazaret, Murad ha denunciado que en la cárcel ha sido golpeada.
Murad es una de al menos 56 personas procesadas por cargos similares. Las autoridades israelíes dicen estar luchando en un segundo frente de batalla de la guerra con Hamas, con el propósito de arrancar de raíz cualquier muestra de simpatía o “incitación” de parte de la población. Los organismos de derechos humanos dicen que hay 100 personas más que fueron demoradas o encarceladas en el marco de este operativo de “tolerancia cero”, incluido un conocido de Murad que posteó un video culinario en Instagram donde muestra cómo preparar “la shakshuka de la victoria”.
Según el Centro Mossawa, una organización de derechos civiles de Haifa, Israel, al menos 350 palestinos israelíes fueron interrogados en sus lugares de trabajo y 120 estudiantes universitarios enfrentaron audiencias disciplinarias. Mientras tantos, hay grupos ad hoc que se dedican a peinar las redes en busca de posteos, para alertar a la policía.
Los abogados y defensores de los derechos humanos describen las medidas como una persecución de tipo macartista dirigida contra el 20% de la población israelí de ascendencia palestina. En el clima actual, cualquier posteo que no se ciña estrictamente a la forma en que el Estado de Israel ha enmarcado esta guerra puede terminar en un arresto.
Los grupos de derechos humanos anticipan las profundas repercusiones que esto tiene para la libertad de expresión en Israel, pero también para el tejido de la sociedad israelí, ya que en algunos casos la manifestación de cualquier sentimiento propalestino parece suficiente para ser llevado ante la Justicia.
“Es macartismo con anabólicos”, apunta Ari Remez, portavoz de Adalah, una organización israelí de derechos civiles que hace el seguimiento de 215 casos de arrestos e investigaciones. Su comentario hace referencia al “miedo rojo” que se instaló en Estados Unidos en la década de 1950, cuando muchas personalidades públicas fueron interrogadas y hasta incluidas en listas negras ante cualquier indicio de simpatía comunista.
“Pero acá la criminalización alcanza niveles nunca vistos”, dice Remez.
A la cabeza de la embestida del gobierno está el ultraderechista Itamar Ben Gvir, el ministro de seguridad de Israel, quien ha sido condenado por incitación al racismo y por apoyar a una organización terrorista extremista judía. Incluso en la actual atmósfera cargada de emociones donde hay multitudes en las calles gritando “¡Muerte a los árabes!”, ninguna de las 56 acusaciones es por incitación al odio contra los palestinos.
La fuerza de tareas del ministro Ben Gvir, formado en febrero para abordar la incitación al odio en las redes sociales, es cada vez más numerosa, señala Mirit Ben Mayor, portavoz de la policía israelí. La policía también recibió nuevas atribuciones. Una ley aprobada el mes pasado por el parlamento israelí prevé castigos de un año de prisión hasta por mirar pasivamente un contenido online que elogie o inste a ataques terroristas “de una manera que indique identificación con el terrorismo”.
“Es una guerra dentro de la guerra”, apunta Ben Mayor. “Tenemos una guerra que se desarrolla físicamente, con nuestros soldados en el terreno. Y mientras se desarrolla esa guerra, hay otra guerra en las redes”.
Pero las autoridades israelíes insisten en que la libertad de expresión está siendo respetada. “La libertad de expresión y de crítica será resguardada incluso entre el fragor de las armas”, dice Shlomi Abramson, jefa de seguridad de la Procuración General.
Todas las investigaciones en curso, dice la funcionaria, “son casos claros de apoyo a horrendos actos de terrorismo o de identificación con una organización terrorista que ha cometido actos criminales contra los ciudadanos del país”, y agrega que “una publicación, incluso un estado o una historia que se elimina a las 24 horas es suficiente para que abramos una investigación y llevemos a juicio los casos que lo ameritan”.
El “relato” israelí
Los pasillos del tribunal de distrito de Nazaret, una ciudad en gran parte poblada por israelíes palestinos, están atestados de abogados y familiares de quienes enfrentan todo el peso de la ley israelí por estas causas.
Sentada en un banco afuera de una sala de audiencias del primer piso espera nerviosamente Maisa Abd ElHadi, una actriz palestina israelí que ha sido acusada en relación con dos publicaciones de Instagram. Dice que no puede hablar con los periodistas. La familia de Murad también se negó a hacer comentarios: cunde el miedo en un clima donde una palabra equivocada pueda llevarlos a la cárcel.
Israel arrested the renowned actress, Maisa Abd Elhadi, over this instagram post, accusing her of "praising a terrorist organization & incitement".
— Muhammad Shehada (@muhammadshehad2) October 24, 2023
The fence's fall symbolized breaking free out of the Gaza cage for the 1st time in 17 years, NOT Hamas' attack! 🧵 pic.twitter.com/QQsTYNgBFV
Hasta el dueño de un restaurante donde almuerzan regularmente algunos de los abogados defensores pasó una noche en la cárcel a fines del mes pasado por una imagen de estado de WhatsApp que mostraba un puño con una bandera palestina. Finalmente, fue liberado sin enfrentar cargos.
El jueves, antes de una esperada audiencia para decidir su libertad bajo fianza, Murad lanzó besos desde la pantalla a sus familiares y amigos. El procedimiento fue pospuesto hasta el domingo. Murad es uno de los tres estudiantes del prestigioso Technion de Israel en Haifa, la universidad más antigua del país, que en las últimas semanas fueron arrestados en relación con sus publicaciones en las redes sociales y comparecieron por videoconferencia ante el tribunal de Nazaret.
“Estas causas constituyen una flagrante violación del proceso penal”, apunta Nareman Shehadeh, abogada defensora de Adalah, y agrega que algunos son procesados “simplemente por no aceptar el relato israelí sobre los acontecimientos”. Nareman dice que todo es parte “de una campaña de intimidación contra los estudiantes”.
Las publicaciones fueron denunciadas por otros estudiantes que compilaron una presentación de mensajes e imágenes de las redes sociales que les parecieron “problemáticos” para las autoridades universitarias y policiales. Los estudiantes judíos dicen hacerlo porque tienen miedo. “Adentro del campus, el ejército israelí no puede protegernos, no pueden enviar soldados si pasa algo adentro del campus”, dice un estudiante de física de 21 años, que preserva su anonimato por temor a represalias.
Una estudiante de 21 años que estudia ciencia de datos en el Technion, compartió con 20 amigos una sola publicación en Instagram de un vehículo militar israelí capturado, con una frase árabe utilizada en cumpleaños y días festivos.
La estudiante fue detenida, esposada y encapuchada en su domicilio, según familiares y su abogado. “Es lo que se espera con un asesino, y no por una publicación de Instagram”, señala su primo, que habla bajo condición de anonimato para proteger su privacidad. No conformes con esa, más tarde la policía volvió para hacer una redada nocturna en la casa de la familia, donde vaciaron cajones y armarios y dejaron todo revuelto y por el piso.
“Es una caza de brujas”, apunta Shehadeh, defensora del estudiante, y agrega que la prisión preventiva de los sospechosos durante la investigación se ha convertido en la norma, y no en la excepción.
De hecho, el mes pasado, el ministro Ben Gvir fustigó públicamente al juez que le concedió prisión domiciliara a la actriz ElHadi. “Así son los enemigos internos”, tuiteó Ben Gvir sobre el juez.
El tercer estudiante del Technion, Bayan al-Khateeb, de 23 años, es el autora del video culinario sobre la preparación de la shakshuka, un popular plato de huevo y tomate. Lo subió a las historias de Instagram con una banda sonora ampliamente utilizada en publicaciones culinarias. “Hoy comemos shakshuka de la victoria”, escribió sobre las imágenes de una sartén en ebullición.
“Todo el mundo sabe que soy mala cocinera”, explica la joven. “Y el 8 de octubre finalmente la shakshuka me salió bien. La palabra victoria era por mi triunfo en la cocina, no por la victoria de ningún país”.
El jueves, el presidente del Consejo Nacional de Alcaldes Árabes de Israel dijo en un encuentro que “hasta hace un tiempo sabíamos dónde estaba la raya, porque era la que marcaba la ley”.
“Pero ahora no entendemos lo que está pasando con nuestros estudiantes, con nuestros empleados”, dijo Younis, y ante el temor de que los grupos de ultraderecha israelíes busquen fogonear las tensiones entre árabes y judíos en sus comunidades, agregó: “Estamos muy preocupados por lo que pasa, pero más preocupados aún por lo que puede pasar”.
“No hay más libertad de expresión”, remató.
Por Loveday Morris
Traducción de Jaime Arrambide
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