López Obrador, entre la mística y la carrera política
Es el referente de la izquierda en el país
CIUDAD DE MEXICO (De un enviado especial).- Dos son los animales que definen a Andrés Manuel López Obrador: el gallo y el "pejelagarto".
Se despierta al alba, o antes, y pone en marcha la rueda, dispuesto a la pelea, como los gallos de riña, afición mexicana.
Cuando era alcalde de la capital, daba conferencias de prensa a las 6 de la mañana, con las que fijaba la agenda política del día. Y es elusivo, dicen, como el pez típico de Tabasco, donde nació y creció.
Sus críticos dicen que es mesiánico, inconsistente, populista, demagogo y peligrosamente similar al presidente venezolano, Hugo Chávez. Sus seguidores ven en él a quien los sacará de la pobreza, generará nuevos empleos, mejorará sus salarios y les dará la red social que no llegó durante los 71 años en el poder del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y los seis que siguieron con el Partido de Acción Nacional (PAN).
El acusa a sus detractores de "mentirosos", "corruptos" o integrantes de "un complot" nunca identificado, pero tramado por "las fuerzas oscuras", por "los de arriba", para impedirle ordenar las medidas necesarias para cumplir los sueños de los trabajadores.
"Que Dios te cuide, rayito de esperanza", decía un cartel que un puñado de mujeres de avanzada edad, con rasgos indígenas, desplegó el miércoles en el Zócalo. El no alienta, pero tampoco detiene esos escarceos religiosos: "Yo soy muy demócrata y muy místico, estoy en manos de la gente", argumenta. Su biografía oficial explicita esa visión del elegido, en la que "el pueblo" le pide que asuma mayores responsabilidades y él se ve obligado a aceptar, aun cuando no busque el poder y rechace "ambiciones personales para lograr un México más democrático y más justo".
Viudo, 52 años, tres hijos adolescentes, se define como "de izquierda" y critica la receta del "consenso de Washington". Pero detesta que lo comparen con otros líderes de América latina. "Cada país tiene su historia. Mi forma de ser y ejercicio público se basa en lo mejor de la historia de México", dice. En esa mejor parte, enumera, figuran el primer presidente indígena del hemisferio, Benito Juárez, y Lázaro Cárdenas, que estatizó recursos como el petróleo.
En su despacho de alcalde del Distrito Federal, cargo al que renunció en 2005 para concentrarse en la campaña, tenía fotos de otros líderes: una del presidente chileno Salvador Allende y otra de él en pleno diálogo con el subcomandante Marcos.
La campaña negativa
López Obrador dice creer en la democracia plebiscitaria y participativa y señala que el "diálogo verdaderamente sustantivo para el avance de la democracia es el que se acompaña de la movilización ciudadana". El mismo condujo varias "caravanas por la democracia" en los últimos 20 años y no descarta liderar una nueva si pierde la presidencia y sospecha que ocurrió por un fraude.
"Este país no avanza con procesos electorales. Avanza con movilizaciones", dijo en 1995, poco después de haber perdido la contienda por la gobernación de Tabasco de manera irregular frente a su ayer también rival por el PRI, Roberto Madrazo. Marchó al Zócalo con miles de campesinos en un "éxodo" y presentó allí cajas con pruebas. No obtuvo la gobernación, pero sí un lugar en la escena nacional.
Primero en las encuestas desde el inicio de la campaña y durante meses, perdió terreno ante el candidato oficialista, Felipe Calderón, por errores propios y una durísima campaña negativa de sus rivales. Sólo recuperó terreno en las últimas semanas, cuando entró en el fango de las acusaciones, dio entrevistas y retrucó a las críticas.
Consciente de sus posibilidades de triunfo, buscó calmar a quienes temen un huracán llamado AMLO. Aclaró que no buscará una pelea con Estados Unidos y que mantendrá las cuentas fiscales ordenadas. "Haré un manejo técnico, no ideológico, de la economía", prometió. Y adelantó que impulsará el diálogo con los empresarios, entre los que tiene un aliado mexicano de peso: Carlos Slim, uno los hombres más ricos del planeta.
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