López Obrador deja el poder con un polémico legado y como el presidente que más transformó México en la historia reciente
Andrés Manuel López Obrador puede ser considerado un reformador que dirigió el país hacia el progreso, pero para otros es una aplanadora que socavó las instituciones democráticas
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CIUDAD DE MÉXICO.- Para sus simpatizantes, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, es un reformador que dirigió el país hacia el progreso durante sus seis años de presidencia. Para sus críticos, es una aplanadora que socavó las instituciones democráticas y está dejando una infinidad de problemas a su sucesora.
Sin embargo, a medida que se acerca el final de su mandato, sus críticos y partidarios coinciden en gran medida en una cosa: López Obrador transformó su nación, más que ningún otro líder en la historia reciente del país.
“Esta es definitivamente una presidencia que ha cambiado el rumbo del país”, dijo Andrew Paxman, historiador del Centro de Investigación y Docencia Económicas de México, quien está escribiendo una biografía de López Obrador.
Mezclando una retórica populista con tácticas de línea dura, López Obrador amplió su propia influencia. A lo largo de la última década, ha forjado un movimiento político que reflejó sus propias reivindicaciones personales y aprovechó el deseo de cambio de los ciudadanos. Fusionando ideales nacionalistas y de izquierda, prometió traer el cambio a este país de 130 millones de habitantes.
Y en muchos ámbitos cumplió su promesa, y dejará el cargo con índices de aprobación superiores al 70 por ciento.
El martes, López Obrador se hará un lado y cederá el puesto a su protegida desde hace años, Claudia Sheinbaum, ex jefa de gobierno de Ciudad de México. La aplastante victoria en junio de Sheinbaum —la primera mujer presidenta de México— fue vista por muchos como un claro voto de confianza en López Obrador y Morena, el partido que fundó en 2014. Las elecciones de junio también dieron a Morena amplias mayorías legislativas nunca vistas en México desde la transición a la democracia en 2000.
Gracias, presidente. pic.twitter.com/bSTecJbdz2
— Dra. Claudia Sheinbaum (@Claudiashein) September 30, 2024
“Sentamos las bases de la transformación que necesitaba el país”, dijo López Obrador a una multitud de simpatizantes en su último informe de gobierno sobre el Estado de la Unión este mes. “Dejamos de manifiesto que el poder solo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás”.
López Obrador casi triplicó el salario mínimo y sacó a millones de personas de la pobreza. Tanto analistas como partidarios afirman que, al convertir la desigualdad en un tema importante de conversación nacional, también empoderó a millones de mexicanos que sentían haber sido desatendidos por la clase política durante décadas y les infundió un sentimiento de validación.
Al mismo tiempo, fue excepcionalmente divisivo y recibió críticas por buscar venganza contra sus críticos, socavar los controles y equilibrios democráticos y no lograr impedir la violencia generalizada de los cárteles.
Invirtió miles de millones de dólares en proyectos de infraestructuras en el subdesarrollado sur del país que crearon puestos de trabajo y redujeron el desempleo, pero sus iniciativas también generaron enormes sobrecostos, causaron importantes daños medioambientales e incurrieron en graves desafíos legales.
En una de sus últimas acciones como presidente, López Obrador le hizo cambios al sistema judicial, que había frustrado algunas de sus propuestas más ambiciosas, como la de frenar el organismo de vigilancia electoral que contribuyó a que México dejara de ser un país unipartidista. La medida hará que el poder judicial pase de un sistema basado en el nombramiento y la formación a otro en el que los votantes deberán elegir a los jueces.
Los críticos advirtieron que el plan haría poco por librar al poder judicial de sus problemas. En cambio, dijeron que socavaría la independencia judicial en un país donde presentarse a las elecciones puede ser una sentencia de muerte y permitiría al movimiento político de López Obrador concentrar el poder.
‘Primero los pobres’
Si López Obrador gobernó como un outsider, es porque lo era.
En una cultura política en la que los herederos de familias prominentes han ocupado durante mucho tiempo posiciones de poder, López Obrador procedía de una familia de pequeños comerciantes de Tabasco, un estado del sureste de México. Su contacto desde muy joven con algunas de las personas más pobres de México configuró su enfoque de la política, según los analistas.
Después de la universidad, pasó años viviendo y trabajando con los mayas chontales, una comunidad indígena, para mejorar sus condiciones de vida antes de dedicarse a la política.
En 2000, fue elegido jefe de gobierno de Ciudad de México y comenzó a promover programas sociales como pensiones de vejez y ayudas económicas para madres solteras. En 2006 se presentó por primera vez a las elecciones presidenciales. Tras perder por un estrechísimo margen, se negó a aceptar los resultados y celebró una gran ceremonia pública para autoproclamarse “presidente legítimo” de un gobierno paralelo.
López Obrador volvió a presentarse en 2012 y perdió. Dos años después, en 2014, fundó su propio partido, el Movimiento de Regeneración Nacional, o Morena. Con este movimiento logró una aplastante victoria presidencial en 2018, prometiendo mejorar la vida de los pobres, reducir la delincuencia y erradicar la corrupción.
Reviviendo un eslogan de su campaña de 2006, “Por el bien de todos, primero los pobres”, López Obrador se dispuso rápidamente a hacer lo que los gobiernos anteriores no pudieron —o, según algunos mexicanos, no quisieron— hacer.
En seis años, casi triplicó el salario mínimo y más que duplicó las pensiones de vejez, distribuidas cada dos meses a personas mayores de 65 años.
El número de hogares cubiertos por al menos uno de los programas sociales del presidente alcanzó niveles récord durante su mandato, y unos 5,1 millones de personas salieron de la pobreza, según datos del gobierno. Las transferencias de dinero ayudaron a reducir la disparidad de ingresos.
Pero la estrategia tuvo consecuencias imprevistas: las políticas del gobierno llegaron a menos familias pobres de México, mientras que los hogares más ricos tuvieron el triple de cobertura, según varios estudios.
En la actualidad, México sigue siendo muy desigual. Con López Obrador, la riqueza de las personas más acaudaladas de México ha aumentado, mientras que 46,8 millones de personas siguen viviendo en la pobreza, según Oxfam México.
Cifras y balances débiles
López Obrador dejará el cargo con uno de los índices de aprobación más altos del mundo. Sin embargo, sus críticos afirman que su mandato ha dejado al país en una situación vulnerable.
Trató de debilitar el organismo electoral de México, asestando un duro golpe a una institución que contribuyó a alejar al país del régimen de partido único a principios de siglo. También debilitó la Comisión Federal de Competencia Económica, el organismo encargado de velar por la libertad de información y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
Además, le otorgó a un ejército con muy poca supervisión y un largo historial de abusos contra los derechos humanos una responsabilidad mucho mayor en la seguridad pública y le confió la gestión de los puertos y aduanas de la nación, la construcción de una línea de tren de 1600 kilómetros e incluso la distribución de medicamentos.