Loco y estúpido amor: para él, los medios son todo y sirven para todo
Mucho se ha dicho de la ausencia de Melania Trump en Washington. Pero está en pleno florecimiento estilo La guerra de los Roses la más intensa, primigenia y tórrida relación que mantiene nuestro flamante presidente. Y no es con su bella y reservada esposa. Es con la prensa, espejo de nuestro Primer Narciso.
El presidente Trump considera que el espejo está rajado y que el reflejo que le devuelve es "falso". Y muchos miembros de la prensa, en todo su espectro ideológico, consideran que el que está fallado es Trump y que muchas de sus afirmaciones son falsas.
¿Es posible salvar esta extraña y simbiótica relación? Probablemente no. Es demasiado enardecida, está embichada y llena de apasionados reproches. Va a terminar como todas esas obras trágicas tipo Otelo: donde la atracción mutua es tan fuerte, se vuelve tóxica.
Trump no podría vivir sin la prensa. Es su debilidad. Quedaría a la deriva y despojado sin sus contrincantes de lucha, sus pararrayos, sus chivos expiatorios y grandes amplificadores. Y mientras muchos periodistas no le dan importancia al modo en que Trump los usa para enardecer a las masas y desviar la atención de sus desatinos, saben que tienen entre manos una historia jugosa con un protagonista hipnótico y antagónico.
Como tuiteó en enero la reportera Maggie Haberman: "Trump suele quejarse de mis informes y así y todo sigue siendo el político más accesible al que me haya tocado cubrir".
Para Trump, la prensa es todo y le sirve para todo, desde la decoración de interiores -su oficina en la Trump Tower está empapelada de tapas de revistas con su cara, con un espejo infinito- hasta la lectura diaria. Cada mañana, desde hace décadas, Trump hace que un asistente le imprima todas las notas aparecidas ese día sobre él, y mantiene actualizado un archivo en video para gratificarse a solas. Sólo faltó que se hiciera adicto a Twitter, y entonces esa adicción se metamorfoseó en una espiral de vértigo incestuoso, cada vez que debía disparar contra un informe de noticias que no le gustaba.
Su equipo de campaña "desculó la manera de contener sus tuits más enardecidos, asegurándose de que el consumo personal de noticias de Trump incluyera un flujo constante de alabanzas", escribió Tara Palmeri la semana pasada en Politico. "Y cuando no encuentran elogios por ningún lado, sus colaboradores recurren a los medios amigos para inventar alguno y se aseguran de que llegue a manos de Trump." Y después hablan de noticias falsas.
No hay noticia en el mundo más grande que Trump. Y como el nuevo presidente bien sabe, él es al mismo tiempo la lluvia salvadora y el pirómano de los medios.
Los medios de prensa, que atraviesan penurias financieras, no tienen pudor en celebrar el momento y pasar a cobrar por su agresiva independencia. Están respondiendo con celo de misioneros al ser tratados de "partido de oposición que debería callarse la boca", según Steve Bannon, esbirro de Trump.
El presidente Trump le pega sistemáticamente a la prensa porque la crónica de su caótico y desbocado primer mes de gestión no coincide con la reluciente y egotista imagen que tiene en el laberinto de espejos de su cabeza y en el reflejo que le devuelve su séquito de sicofantes. Kellyanne Conway lo llama "Presidente Acción" y "Presidente Impacto".
Allá por las décadas de 1970 y 1980, con un desvergonzado talento para el autobombo despegado de los hechos, Trump logró convertirse en una celebridad. Aprendió a manipular la cobertura que le hacía la prensa sensacionalista neoyorquina. Hasta inventó dos álter ego y con los seudónimos de "John Barron" y "John Miller" se convirtió en su propio relacionista público y se dio aires difundiendo el absurdo de que Madonna y Carla Bruni le tenían ganas.
Consecuencias
Parece que Trump no termina de entender que manipular a la prensa hoy en día no le será tan fácil. Es el presidente. Ahora, sus inventos y exageraciones tienen consecuencias globales y subvierten los valores norteamericanos. Ya no es lo mismo que esparcir mentiras sobre mujeres famosas que jadean por él.
La Casa Blanca está intentando modelar la cobertura periodística pasándole datos y concediéndole preguntas en la conferencia de prensa a medios de noticias conservadores como Breitbart, incluidos otros más marginales. Y el viernes por la tarde la Casa Blanca impidió el acceso de varios medios periodísticos al parte de prensa de Sean Spicer.
Esta dominación de la prensa al estilo ruso se produjo pocas horas después de que Trump dijo en la Conferencia de Acción Política Conservadora: "Adoro la Primera Enmienda. Nadie la ama tanto como yo. Nadie".
Noticias falsas. Roguemos que al menos no ame la Primera Enmienda hasta la muerte
Traducción de Jaime Arrambide
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