Lo que se puede aprender de los elefantes alemanes
La madurez de su sistema político, diferencia crucial de Alemania con la Argentina: dos horas después de las elecciones, los candidatos se sentaron a debatir en la televisión pública
Hace unos días, los argentinos se conmovieron por una rareza, Cristina Kirchner dando una entrevista. Qué pensarían si su sistema político fuera capaz de generar lo que ofrece el alemán cada cuatro años: el canciller (desde hace años "la") y sus principales rivales sentados a la misma mesa para debatir el resultado de las elecciones generales apenas dos horas después de cerrarse las urnas.
Es la "Elefantenrunde" ("ronda de los elefantes"), un programa conjunto de ARD y ZDF, las dos cadenas de la televisión pública alemana, en el que ganadores y perdedores hablan con educación, pero con una crudeza que sacude, de sus resultados, de los de sus rivales y de sus planes futuros. Nadie le da tregua a nadie, ni los periodistas a sus entrevistados ni los políticos entre sí. Así fue que Peter Frey, jefe de Redacción de la ZDF, le hizo la primera pregunta a la canciller Angela Merkel: "Es usted la gran perdedora de la noche, ¿cómo se siente?". La jefa de los cristianodemócratas de la CDU tragó saliva antes de admitir que "esperaba un mejor resultado, claro". Entonces atacó Rainald Becker, jefe de Redacción de la ARD. "Señor Schulz, usted enterró ya a las seis de la tarde su sueño de ser canciller. Logró el peor resultado del SPD desde 1949 (la fecha de fundación de la República Federal Alemana), esto tendrá consecuencias personales, ¿no?". A Martín Schulz, jefe de los socialdemócratas, no le gustó la pregunta, pero enseguida desvió la atención para apuntar al gran tema de la noche, el ingreso de los populistas de ultraderecha (neonazis, dicen muchos) al Bundestag (Cámara Baja) por primera vez desde 1953.
"Los enemigos de la democracia se sientan ahora en el Parlamento", lanzó Schulz mirando a la cara de Jörg Meuthen, co-presidente de Alternativa para Alemania (AfD). Y nadie gritó, nadie amenazó con levantarse e irse, todos siguieron hablando. El "todos" implica el arco parlamentario al completo, desde los post-comunistas de La Izquierda hasta AfD, que con su 13 por ciento (tercer partido del país) dejó de ser amenaza para convertirse en realidad. También estaban los liberales del FDP, los socialcristianos bávaros y los ecologistas de Los Verdes. La representante de La Izquierda estaba sentada al lado del vocero de AfD, y no se anduvo con chiquitas: "Usted tiene gente en su partido que se vanagloria de la guerra de exterminio lanzada desde nuestro territorio y del Holocausto". Meuthen contestó que Alemania sufre "una progresiva disolución como nación" debido al ingreso masivo de inmigrantes y aseguró que no hay racistas en su partido, lo que desató risas irónicas de toda la mesa. Y así y todo el debate siguió. Schulz le lanzó una durísima crítica a uno de los entrevistadores y atacó a Merkel ("usted es la gran perdedora de las elecciones"). Y nada pasó, nadie se movió de la silla.
A Merkel, tratada sin el más mínimo tono reverencial pese a ser la jefe del gobierno desde hace 12 años, no se le movió un pelo cuando le dijeron que no le será sencillo negociar una coalición. Reaccionó, podría decirse, con la serenidad de un jedi en la Guerra de las Galaxias: "Hace muchos años que tengo el lema de que en la tranquilidad está la fuerza".
Distancias entre un país con una democracia establecida (esa Alemania que en 2007 era el modelo a seguir de Cristina Kirchner) y otro que, dos años atrás, celebró como un (muy valioso) éxito el primer debate presidencial de su historia. ¿Alguien se imagina a Mauricio Macri, Daniel Scioli y Sergio Massa sentados a la misma mesa en la Televisión Pública dos horas después de unas elecciones como las de hace dos años? ¿O a Donald Trump y Hillary Clinton? Aunque sean a veces un tanto duros e impiadosos, bien puede aprenderse algo de los elefantes alemanes.
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