Lo que se pierde en el acalorado debate político sobre la Copa del Mundo de Qatar
Los gobiernos occidentales y los medios de comunicación han mirado con recelo el campeonato y al reino rico en petróleo que lo convoca
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DOHA.– ¿Qué significa llevar un brazalete? En la Copa del Mundo, podría significar provocar un choque de civilizaciones.
Sobre el terreno de juego, el torneo ha entusiasmado a los aficionados con partidos caóticos, sorpresas y un sinfín de potencias futbolísticas no tradicionales que han alcanzado la fase eliminatoria. Pero fuera de la cancha, la Copa del Mundo, la primera que se celebra en Medio Oriente, ha sido escenario de una contienda más rencorosa entre un Occidente moralizante y unos anfitriones qataríes y sus hermanos árabes cada vez más indignados.
Los gobiernos occidentales, especialmente los de un grupo de países europeos que participan en el torneo, y los medios de comunicación han mirado con recelo el campeonato y al reino rico en petróleo que lo convoca. Plantearon objeciones sobre los derechos humanos y la falta de protección de los trabajadores, señalando los abusos que se produjeron a la sombra de los gigantescos proyectos de construcción del emirato para el mundial. Y a pesar de los esfuerzos de la FIFA, el controvertido organismo rector del fútbol, por contener los gestos políticos en el torneo, se llevaron a cabo algunos actos de protesta.
Por ejemplo, la Ministra del Interior alemana, Nancy Faeser, lució el brazalete “One Love” en apoyo de los derechos del colectivo LGBTQ, que los capitanes de Estados Unidos y de varias selecciones europeas se negaron a llevar por temor a ser sancionados por la FIFA. El gesto de Faeser provocó burlas en Qatar y en la región, y algunos destacados comentaristas interpretaron el gesto menos como un comentario sobre las amenazas a las que se enfrentan las minorías LGBTQ que como un acto de grandilocuencia imperiosa, desconectada de la realidad vivida en estas sociedades.
La selección alemana también llevó a cabo su propia protesta, posando para una foto previa al partido con las manos sobre la boca, un aparente mensaje a las autoridades de la FIFA que pretendían amordazarles. Pero la temprana eliminación del equipo desencadenó entonces un frenesí de burlas en las redes sociales y la televisión árabe.
La acalorada retórica existe también en otros frentes. A mitad del torneo, en las redes sociales siguen abundando los comentarios sobre lo que se ha descrito como la “esclavitud moderna” en la que se basan los relucientes estadios y las nuevas infraestructuras de Qatar. Durante muchos años, grupos de derechos humanos y organizaciones de defensa de los trabajadores han denunciado las deficiencias y abusos que se cometen no sólo en Qatar, sino en toda la región del Golfo, donde millones de trabajadores migrantes se ganan la vida a duras penas, a veces en condiciones miserables y vulnerables a las depredaciones de empleadores y reclutadores explotadores.
Pero las críticas contra la Copa del Mundo casi parecen presentar a las autoridades del emirato como faraones vanidosos que obligan a los trabajadores a construir sus relucientes pirámides. Circularon cifras de víctimas mortales que atribuían a los preparativos de Qatar varios miles de muertes de trabajadores, valores que las autoridades qataríes rechazaron rotundamente por ser extremadamente inexactas y engañosas, y que no fueron corroboradas por la Organización Internacional del Trabajo de la ONU.
“Qatar ha rebatido la cifra de muertos, en parte insistiendo en que los trabajos en infraestructuras aparte de los estadios de la Copa del Mundo no estaban relacionados con el torneo”, informó The Washington Post el mes pasado, en un artículo que sacó a la luz la historia de un hombre indio que murió tras trabajar en las obras “También ha llevado a cabo medidas que los grupos sindicales y de derechos humanos dicen que son significativas y que protegerán mejor a los trabajadores si se aplican plenamente”.
Esas reformas incluyen un nuevo sistema electrónico centralizado para supervisar los pagos entre las empresas privadas y sus trabajadores migrantes, aumentos salariales y otras medidas para conceder mayor movilidad a los trabajadores cuya situación en el país está ligada a los caprichos de sus empleadores. Hay señales de progreso.
“Los cambios tangibles incluyen la eliminación de los requisitos para que los trabajadores obtengan permisos de salida para abandonar Qatar y obtengan certificados de no objeción antes de cambiar de empleador”, explica The Post. “Según datos de la OIT, más de 300.000 trabajadores extranjeros cambiaron de empleo entre septiembre de 2020 y marzo de 2022. Además, el 13% de la mano de obra de Qatar vio aumentar su salario básico después de que se implementara el salario mínimo no discriminatorio en 2021. La nueva legislación de 2021 redujo el número de horas en que los empleadores podían asignar trabajo al aire libre durante los meses de verano, una medida más para proteger la salud y la seguridad de los trabajadores.”
Los grupos de defensa de los derechos sostienen que queda mucho por hacer para proteger a los trabajadores de la explotación y garantizar que las nuevas políticas se aplican adecuadamente en el sector laboral del país, en gran medida privatizado. Pero para Zahra Babar, directora asociada del Centro de Estudios Internacionales y Regionales del campus de Qatar de la Universidad de Georgetown e investigadora desde hace tiempo sobre cuestiones migratorias en el Golfo, el polarizador debate en torno a la Copa del Mundo ha contribuido poco a que se comprendan mejor las complejidades a las que se enfrentan los migrantes en la región y las vidas que llevan.
“La narrativa de héroes y villanos no ha ayudado mucho”, afirma Babar, y añade que el tono de las críticas occidentales puede incluso endurecer las actitudes locales de los qataríes hacia los numerosos inmigrantes.
En Doha se habla mucho de la hipocresía y el doble rasero de Occidente. En las conversaciones que he mantenido con funcionarios qataríes y otros comentaristas árabes, he oído referencias a cómo Europa miraba hacia otro lado mientras miles de aspirantes a emigrantes se ahogaban en el Mediterráneo; a los abusos documentados en el programa de Estados Unidos para traer trabajadores agrícolas poco cualificados para trabajar en granjas estadounidenses; a la indiferencia de Occidente cuando se enfrenta a su propio legado de discriminación, de explotación imperial y posterior apoyo a diversos regímenes dictatoriales en el mundo en desarrollo; a la falta de respeto de los funcionarios europeos que, en público, denuncian la sociedad y las costumbres qataríes y, en privado, persiguen sus intereses económicos con Doha, incluidos importantes acuerdos sobre el gas.
Cuando sugerí que algunos de estos argumentos podían interpretarse como “whataboutism” (”y vos más”), un funcionario replicó, insistiendo en que era el contexto pertinente para ver el lugar de Qatar en el mundo y sus propias luchas para hacer frente al ritmo del cambio. La población del pequeño país se ha cuadruplicado en menos de dos décadas, en gran parte debido a la llegada de nuevos trabajadores inmigrantes.
En opinión de Babar, los sistemas vigentes en todo el mundo –no sólo en Qatar– para la mano de obra inmigrante poco cualificada están “orientados a utilizar y abusar de un cuadro devaluado de trabajadores, cuyas vidas están constantemente plagadas de incertidumbre”. A pesar de la especial atención prestada a Qatar durante la Copa del Mundo, las condiciones de los migrantes no son únicas.
Más allá de sus intentos de reformar el sector laboral, Qatar también ve en este mundial una oportunidad para atraer a otro tipo de turistas. Mientras que la cercana Dubai se ha convertido en un patio de recreo para el jet set occidental, Doha puede ser un destino atractivo para visitantes de Medio Oriente, Asia y África. Se espera que hasta 1,5 millones de personas visiten Qatar durante la Copa del Mundo. Después del torneo, Qatar ofrecerá entrada sin visado a personas de más de 95 países. Es un régimen mucho más generoso que el que ofrecen Estados Unidos o los países de la zona Schengen de Europa.
“Qatar es desde hace mucho tiempo un centro mundial de viajes que sirve de puente entre Oriente y Occidente, lo que ha hecho que el torneo sea accesible para muchos aficionados que nunca antes habían tenido la oportunidad de asistir a un mundial”, declaró Ali Al-Ansari, agregado de prensa de Qatar en Estados Unidos.
La facilidad de entrada y de acceso –los vuelos al Golfo, uno de los principales centros de transporte aéreo, son bastante asequibles desde algunas partes de Asia y África– surgió en mis conversaciones con un grupo de aficionados de Ghana antes de que se dirigieran a ver a su nación caer eliminada del torneo contra Uruguay el viernes.
“Es muy fácil venir aquí. Qatar es un lugar perfecto para albergar la Copa del Mundo”, afirmó Joe Mensah, un ingeniero eléctrico de la ciudad de Kumasi.
El colega de Mensah, John Appiah, de Accra, dijo que llegó a Qatar con “ciertas percepciones” sobre el racismo árabe y el maltrato a los extranjeros. “Pero el trato que he recibido aquí ha sido magnífico”.
Appiah añadió que le encantaría visitar Estados Unidos con motivo de la Copa Mundial de 2026, pero dijo que creía que conseguir un visado podría ser complicado. “No sé si querrán que vaya”, afirmó.
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