"¡Lo logramos!"
Frente al Muro, el Papa cumplió su gran sueño: el abrazo de tres religiones
JERUSALÉN.- Delante de las piedras milenarias del Muro de los Lamentos son tres hombres maduros que se abrazan, luchando por contener las lágrimas. "Lo logramos", susurra el que está en el medio, de blanco. Los otros dos cierran los ojos y vuelven a abrazarlo.
El papa Francisco acababa de ejecutar el gesto con el que quiso sintetizar el mensaje de su peregrinaje de alto contenido político a Tierra Santa.
Para eso trajo en su comitiva a esos viejos amigos de Buenos Aires, el rabino Abraham Skorka y el religioso islámico Omar Abboud. Un cristiano, un judío y un musulmán, unidos frente a los vestigios sagrados del Templo de Jerusalén: Francisco concibió esa imagen muda para mostrarle al mundo que se tomará en serio su apuesta por facilitar un acuerdo de paz entre Israel y Palestina.
Así empezó el último día de su gira, que terminó anoche. Pero le quedaba una agenda vertiginosa, cargada de mensajes de entidad histórica y no exenta de tensiones, en una región resignada a vivir a la espera del siguiente estallido.
Al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, le costó ocultar el disgusto que le había causado el domingo la foto del Papa rezando en silencio contra el muro de separación que trocea ciudades y campos de Palestina.
Cuando se encontraron ayer le comentó que esa barrera militarizada "previno muchas más muertes en Israel" y le sugirió que debería orar también en el memorial de las víctimas del terrorismo. "Vamos", le respondió Francisco. Igual que el día anterior en Belén, se rompía el libreto. Se paró ante las placas que recuerdan a los caídos en atentados islamistas y dijo que el terrorismo es "un acto criminal", "un camino sin salida", "malo en el origen y malo en los resultados".
Cerca de ahí, en el monte Herzl, homenajeó con una ofrenda floral al fundador del sionismo e ideólogo en el siglo XIX de la creación de un Estado en Medio Oriente para el pueblo judío.
Media hora más tarde, en el memorial de Yad Vashem, leyó una reflexión que escribió para condenar el Holocausto con un énfasis al que ninguno de los anteriores pontífices había llegado. Lo describió como una "monstruosidad" de la que el hombre "debería avergonzarse". "¡Nunca más, nunca más!", exclamó, al culminar una lectura desgarradora enhebrada por citas del Antiguo Testamento (ver aparte).
Francisco puso en juego con la gira de tres días que terminó anoche una importante porción de capital político al ofrecerse como mediador para reflotar el diálogo de paz entre israelíes y palestinos.
Su paso por Jerusalén apuntó en gran medida a mostrar su compromiso con el plan, que arrancará en dos semanas con la reunión en el Vaticano a la que convocó a los presidentes Shimon Peres (Israel) y Mahmoud Abbas (Palestina).
Bien temprano el Papa entró por primera vez en su pontificado a un templo del islam para saludar al gran muftí de Jerusalén en la Explanada de las Mezquitas. Se dirigió a los musulmanes como "hermanos queridos" y reclamó: "Aprendamos a comprender el dolor del otro. ¡Que nadie use el nombre de Dios para la violencia! ¡Trabajemos juntos por la justicia y por la paz!".
El muftí Mohammed Hussein lo había recibido con un discurso cargado de denuncias a la "opresión" de Israel hacia los palestinos.
Desde ahí, custodiado por un gigantesco operativo militar, el Papa dio la vuelta por las intrincadas calles de la Ciudad Vieja para rezar delante del Muro de los Lamentos y protagonizar su soñado abrazo entre religiones.
El presidente Peres lo esperaba antes del mediodía. "Bienaventurado el que entra en la casa de un hombre bueno", celebró el Papa al saludarlo. La sintonía entre los dos salta a la vista y Francisco quiso apurar su gestión por la paz para ponerla en marcha antes de que termine, en julio, el mandato del nonagenario líder centrista.
Aunque el presidente no tiene injerencia directa en la política exterior de Israel, en la comitiva papal descontaban que la reunión en el Vaticano con Abbas cuenta con el aval de Netanyahu, jefe del gobierno y líder del partido derechista Likud.
Peres elogió la jugada del pontífice argentino. "Su llamado a la paz tendrá un eco positivo en toda la región. Israel está preparado para la paz. Trabajaremos juntos judíos, musulmanes y cristianos, para poner fin a los conflictos", dijo.
De todos modos, la magnitud del compromiso del gobierno israelí con la negociación sigue en entredicho. El trato entre el Papa y Netanyahu fue más distante. Estuvo precedido de críticas directas de funcionarios y dirigentes oficialistas, que ayer llegaron a la tapa de los diarios de Jerusalén.
"El Vaticano sucumbió a las presiones de Palestina. No estamos felices de que usen al Papa como instrumento para obtener una victoria de relaciones públicas", se quejó el influyente diplomático Oded Ben-Hur, en relación con la foto de Francisco en Belén delante del muro de separación.
Netanyahu declaró que ansía reflotar el diálogo de paz, pero también quiso aplacar a la opinión pública local irritada por los gestos propalestinos del Papa. "Le expliqué que construir la valla de seguridad previno muchas víctimas del terrorismo palestino, que incluso hoy intenta hacernos daño", declaró a la prensa local.
Confirmó que él había invitado a Francisco a rezar por los muertos en atentados islamistas y que lo llevó a ver la placa en recuerdo del atentado contra la AMIA, ocurrido en Buenos Aires en 1994.
Algo incómodo, el vocero del Vaticano, Federico Lombardi, evitó especificar antes de partir hacia Roma si la visita fuera de agenda al memorial contra el terrorismo había sido una idea del Papa o un reclamo de Netanyahu. Pero ante la insistencia de los periodistas quiso añadir: "Los gestos del Papa no son contra nadie. Él está con los que sufren y cree en la paz". ¿Y qué respondió a la defensa que hizo Netanyahu de la barrera en Palestina? "La respuesta más elocuente es su abrazo frente al Muro de los Lamentos. Nos está diciendo a todos que la convivencia es posible."
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