Llegó la hora de actuar con coraje para frenar esta locura
Nueva York.-Frente al desgarrador desenlace del tiroteo en una escuela de Connecticut, no puedo sacarme una pregunta de la cabeza: ¿por qué no podemos controlar las armas con la misma seriedad con que controlamos los autos?
La razón fundamental por la que hay chicos muriendo en estas masacres no es porque Estados Unidos esté lleno de locos o de criminales –los hay en todos los países–, sino porque sufrimos el fracaso político de regular sobre las armas.
En Estados Unidos, los chicos de entre 5 y 14 años tienen 13 veces más probabilidades de ser asesinados con un arma de fuego que los chicos de otros países industrializados, según David Gemenway, especialista en salud pública de la Universidad de Harvard que escribió un excelente libro sobre la violencia con armas.
Así que seamos racionales y ocupémonos de las armas en tanto factor central de una crisis de la salud pública que se cobra una vida cada 20 minutos. Hay que ser realistas y aceptar que Estados Unidos no va a prohibir las armas de fuego, pero también podemos tomar medidas para reducir esta carnicería.
En las escuelas de Estados Unidos, los chicos están protegidos por códigos que controlan las ventanas y los accesos a las escaleras del edificio. Los ómnibus escolares deben cumplir con estándares de seguridad, y los conductores deben aprobar ciertos exámenes. En los comedores escolares, se controla la calidad de los alimentos. En este país, parece que somos laxos sólo con las cosas hechas para matar.
La Administración de Seguridad y Salud Laboral dedica cinco páginas a las regulaciones sobre las escaleras de mano, mientras las autoridades nacionales se encogen de hombros cuando se habla de restringir en serio las armas de fuego. Las escaleras de mano se cobran la vida de 300 norteamericanos al año. Las armas de fuego, 30.000.
Si hasta regulamos los revólveres de juguete, que deben tener la punta de color anaranjado, mientras que los legisladores no tienen pantalones para enfrentar a los extremistas de la Asociación Nacional del Rifle (NRA) y regular las armas reales con el mismo cuidado con el que regulamos las de juguete. ¿Qué hacemos con ese contraste entre la maestra heroica que se enfrenta a un hombre armado y los políticos cobardes e incapaces que no se atreven a enfrentar a la NRA?
Tal como lo expresó uno de mis seguidores en Facebook después de leer mis comentarios sobre la matanza: "Es más difícil adoptar una mascota que comprar un arma".
Ser adultos
Yo crecí en una granja de Oregon donde las armas eran parte de la vida, y para mis 12 años mi padre me regaló un rifle calibre 22. Yo entiendo que disparar es divertido. Pero también es divertido manejar y aceptamos usar el cinturón de seguridad, prender las luces de noche y completar los formularios para comprar el auto. ¿Por qué no podemos ser igual de adultos a la hora de regular sobre las armas?
Y que no me digan que no habría ninguna diferencia porque los locos siempre se las arreglarán para conseguir un arma. Las muertes con armas de fuego no van a terminar, como tampoco se terminaron las muertes en accidentes de tránsito. Pero si pudiésemos reducir la mortalidad por armas de fuego en una tercera parte, serían 10.000 vidas que se salvaran anualmente. Y tampoco me vengan con el argumento de que si la gente tuviera más armas, disuadirían a los atacantes o los detendrían. Los asesinos seriales suelen quitarse la vida o son rápidamente capturados, así que no veo qué efecto disuasorio podría producirse con más gente armada dando vueltas. Son contados los casos en Estados Unidos donde un ciudadano común detuvo con su arma un asesinato en masa.
La tragedia no es el tiroteo en una escuela, sino las incesantes muertes en todo el país. En seis meses, murieron más norteamericanos por suicidio y homicidio con arma de fuego que los que murieron en todos los ataques terroristas de los últimos 25 años y las guerras de Agfanistán y de Irak sumadas.
¿Qué se puede hacer? Un punto de partida sería limitar la compra de armas a una al mes, para frenar el tráfico de armas. En la misma línea, deberíamos restringir la venta de cartuchos de alta capacidad, que son los que permiten a los asesinos matar a mucha gente sin recargar.
Deberíamos implementar una verificación de antecedentes a todos los compradores de armas. Hagamos que los números de serie sean más difíciles de borrar y apoyemos a California en su intento de exigir que las armas impriman un micro-sello en cada casquillo que permita rastrearlo hasta esa arma específica.
"Hemos sufrido demasiadas tragedias como ésta en los últimos años", señaló entre lágrimas el presidente Obama por televisión. Tiene razón, pero la solución no es sólo compadecerse de las víctimas, sino cambiar nuestras políticas. En esto hace falta liderazgo y no discursos conmovedores.
Otros países señalan el camino. En 1996, el asesinato en masa de 35 personas en Australia obligó al primer ministro a prohibir las armas de largo alcance y fuego rápido. Durante los 18 años anteriores a la sanción de la ley, Australia sufrió 13 matanzas con armas de fuego, pero no sufrió ninguna de ahí en adelante.
Traducción de Jaime Arrambide
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