Llegó el momento de inundar Cuba de turistas e inversores
NUEVA YORK.- ¿Hay algún otro punto de la política exterior de Estados Unidos que haya fracasado tan abyectamente como nuestro embargo sobre Cuba?
Cuando escucho a los halcones que critican al presidente Obama por haber decidido restablecer relacionas diplomáticas con Cuba y flexibilizar el embargo, no entiendo su lógica. ¿Su argumento es que nuestra política no funcionó durante sus primeros 50 años pero empezará a funcionar a los 100?
Es probable que hayamos contribuido al sostenimiento del régimen castrista al convertirnos en chivo expiatorio de sus fracasos políticos y económicos. Si se mira el mundo, los regímenes de larga data y línea dura que han sobrevivido -Cuba y Corea del Norte- son los que fueron sancionados y aislados. ¿Qué nos hace pensar que aislar a un régimen es castigarlo y no protegerlo?
Pocas iniciativas fracasaron más estrepitosamente que la invasión con apoyo norteamericano a la Bahía de Cochinos, Cuba, en 1961. Y allí donde falló una invasión armada apuesto que hubiese funcionado mejor una invasión de turistas, comerciantes e inversores.
Los turistas norteamericanos que van a La Habana ya se quejan plañideramente del escaso acceso a Internet y de la aspereza del papel higiénico. Necesitamos que haya hordas de ellos riéndose de los autos destartalados atados con alambre y comparando su sueldo con el de los cubanos. A veces, el poder de las armas se queda corto frente al poder de la burla.
A principios de los años 80 financié mi viaje a la Unión Soviética llevando jeans y walkmans para venderlos en el mercado negro. Mis clientes rusos contemplaban mi mercadería con actitud reverente, y a mí, con envidia. La avidez por artículos de consumo de moda fue tal vez un factor tan importante para la caída del imperio soviético como el anhelo del derecho al voto.
Nuestro embargo económico a Cuba perjudicó a los cubanos de a pie, rebajando su calidad de vida, sin daño para las elites cubanas. El embargo mantuvo viva la llama del izquierdismo en América latina y se convirtió en la consigna convocante de los antiimperialistas.
A lo largo de los años, Estados Unidos consideró bizarros complots para asesinar a Fidel Castro. Todo con dólares de nuestros impuestos.
El senador Robert Menendez, un demócrata cubano-estadounidense, objeta que "las acciones de Obama reivindicaron el brutal comportamiento del gobierno cubano". En sintonía, su par Marco Rubio, un republicano cubano-estadounidense, criticó el acercamiento "por estar basado en una ilusión, en una mentira: la mentira y la ilusión de que un incremento del intercambio comercial y del acceso a bienes y dinero se traducirán en mayor libertad política para el pueblo cubano".
Las voces críticas tienen absoluta razón cuando dicen que el régimen cubano es tan opresivo como económicamente incompetente. Pero con desear que los gobiernos que no nos gustan desaparezcan no se logra ni se logró nunca nada.
Tengo una visión informada de estas cosas, ya que viví en China durante mucho tiempo en los años 80, cuando ese país comenzaba a abrirse a Occidente. Las oleadas de visitantes extranjeros eran profundamente perturbadoras para los chinos que creían en el sistema.
En 1983, un amigo británico volvió a su hotel y no encontró sus lentes de contacto. Le preguntó al personal y una mucama le explicó con orgullo que había lavado concienzudamente el estuche en el lavatorio. Se produjo un alboroto: en pocos minutos, el personal del hotel chino se enteró con feroz asombro que los occidentales tenían acceso a diminutos e invisibles lentes que podían ponerse y sacarse del globo ocular. Y asimilaron esa nueva información con sorpresa y envidia.
Rubio tiene razón al decir que el encuentro con nuevas tecnologías y riquezas no resulta inmediatamente letal para el autoritarismo. Después de todo, el Partido Comunista de China sigue al mando.
Pero si estos encuentros no son letales, al menos son corrosivos. China se ha vuelto menos monolítica debido a sus interacciones con el mundo. No hay pluralismo político en China, pero hay pluralismo económico y cultural. Los días del maoísmo se han ido para siempre.
De igual manera, me sorprende la frecuencia con que los desertores norcoreanos me dicen que una simple visita a China o Rusia les sirvió para cambiar de idea y ver cómo los tratan con condescendencia.
Durante la hambruna que azotó a Corea del Norte en los años 90, el gobierno intentó consolar al pueblo famélico con programas de televisión sobre los peligros de comer de más, incluido un documental sobre un hombre que comió demasiado arroz y explotó. En aquel tiempo, los norcoreanos se quedaban mirando a los pocos visitantes extranjeros, especialmente a los excedidos de peso, con un rango de emociones en los ojos: envidia, pasmo y hasta incluso un poco de inquietud ante una posible explosión.
Así que bravo por la nueva política hacia Cuba. Mandar hombres armados a Bahía de Cochinos falló. Tal vez nos vaya mejor con hordas de diplomáticos, turistas e inversores. En lo posible, gorditos.
Traducción de Jaime Arrambide
The New York Times