Libia, a diez años de la muerte de Muammar Khadafy: “Prefiero este caos a esa pesadilla”
El país está fragmentado en varios centros de poder político y militar; los testimonios a LA NACION de lo que fue la vida bajo 42 años de dictadura
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Desde Trípoli, la capital libia, Husam Najjair, un exbrigadista que participó de las milicias que derrocaron a Muammar Khadafy el 20 de octubre de hace exactamente diez años, recordó a LA NACION lo que fue su vida bajo la tiranía del hombre que gobernó el país con mano de hierro durante casi 42 años. “Vivíamos con terror de lo que hacíamos y hablábamos. Cualquier delación podía llevarnos a la cárcel. Por eso en 2011 me animé a algo que nunca había hecho: aun sin entrenamiento militar, tomé las armas”.
Pero una década después del proceso que, con la intervención occidental, derivó en la caída y asesinato de Khadafy, Libia pasó de la dictadura al actual caos político y social. Los varios gobiernos fragmentados que en medio de una guerra civil controlan desde hace años diferentes áreas del país, llegaron a un primer acuerdo para una elección unificadora que se viene prorrogando, y que ahora, en principio, está prevista para diciembre y enero próximos, pero nada es seguro.
En medio de una crisis generalizada, sólo el espanto de cuatro décadas de tiranía justifica la reflexión que hizo a LA NACION Hadia Gana, una destacada escultora que está construyendo un centro cultural en Trípoli: “Prefiero este caos a lo que se vivía en Libia hasta 2011. No tengo dudas, se terminó una pesadilla”.
Los reportes de organismos internacionales sobre lo ocurrido entre 1969 y 2011 dan cuenta del gran avance económico y social que tuvo el país, pero también de la brutal represión.
Cuando Khadafy llegó al poder tras derrocar en 1969 al rey Idris I, Libia tenía una tasa de alfabetismo del 10%, la esperanza de vida era de apenas 57 años y el 40% de la población vivía en casas miserables o incluso cuevas. Además, en un país donde el 90% del territorio está constituido por el desierto de Sahara, y las principales ciudades están sobre el Mar Mediterráneo, las prolongadas sequías convertían al agua dulce en un bien prácticamente inexistente.
Tras cuatro décadas en el poder, la alfabetización llegó al 90%, la expectativa de vida alcanzó los 72 años y la falta de vivienda fue prácticamente eliminada. Además, en 1984 Khadafy lanzó la construcción de la que llamó “la obra hidráulica más grande de la historia”, el “gran río artificial” que saca agua potable del enorme acuífero de Nubia -bajo el desierto del Sahara- y la distribuye por cañerías a lo largo de todo el país hasta las ciudades costeras. ”Gracias al petróleo, Libia es un país sumamente rico y por eso la dictadura pudo concretar varios logros. Pero mientras la población llegaba a lo indispensable, el lujo quedaba para el poder y sus amigos”, dijo Najjair a LA NACION.
Riqueza para pocos
Libia cuenta con una de las reservas más abundantes de crudo de África, con unos 41.500 millones de barriles. Esa fuente de divisas le permitió en 1980 alcanzar un logro inaudito, convertirse en uno de los países más ricos del planeta, con un PBI per cápita de 13.032 dólares, superando incluso a Estados Unidos que ese año tuvo un PBI per cápita de 12.553 dólares.
“Las riquezas solo se distribuían entre Khadafy y su clan. Basta con hacer aún hoy una recorrida por la ciudad más importante, la capital, Trípoli, y uno ve que no hay grandes rascacielos ni tampoco existe una infraestructura o sistema de transporte moderno que a uno le haga pensar que este fue uno de los países más ricos del planeta”, dijo Najjair.
El exbrigadista, hoy periodista, hijo de padre libio y madre irlandesa, vivió en sus 42 años alternativamente entre Dublín y Trípoli. Estuvo en Libia de los 9 a los 12 años y luego desde los 19 a los 22. En su libro Los leones de la Brigada de Trípoli recuerda cómo fue la decisión de regresar a los 30 años para tomar las armas. “Desde la escuela primaria aprendí en Trípoli a tener miedo de lo que hablaba con mis compañeros. Y con mis amigos de la adolescencia jamás me animé a conversar de política. Todos teníamos alguien cercano que había sido secuestrado por el gobierno o que fue torturado. Por eso en 2011 cuando comenzó la revuelta, sentí que no podía seguir viviendo cómodamente en Dublín”, señaló.
Entre otras medidas polémicas de Khadafy, Najjair recordó el efecto que tuvo en 1978 la llamada “Ley 4/1978″, con la que Khadafy “resolvió” el histórico problema de la falta de vivienda. Por esa legislación, cada familia puede poseer una sola propiedad donde tiene su residencia, los otros bienes inmobiliarios fueron confiscados por la Empresa Pública de Mercados que supuestamente los redistribuyó entre quienes carecían de vivienda. “Pero en realidad, esas propiedades fueron a parar a las manos de los amigos del poder”, comentó Najjair.
“Suerte que Khadafy no está más”
La emprendedora cultural Hadia Gana, también recordó el alivio que vivió en 2011 con el fin de la dictadura. “Desde que nací, viví bajo un régimen represor que nos enseñó a callar y vivir en el terror más absoluto. Por eso, aún con todas las dificultades que atravesamos ahora, mi reflexión es ‘Suerte que Khadafy no está más’”.
Sin embargo, Gana agregó: “Las intervenciones en Siria, Afganistán y Libia nos muestran que cada vez que Estados Unidos y Occidente se meten en Medio Oriente dejan un caos”.
Hoy hay al menos tres centros de poder fragmentados en Libia, además de varios grupos de milicianos islamistas y más de un centenar de tribus que defienden su propia causa. El “hombre fuerte” en Benghazi, al este del país, es el excoronel del Ejército Khalifa Hafter, al mando del autoproclamado Ejército Nacional Libio (LNA), que tiene el apoyo de Rusia, Francia, Egipto y Emiratos Árabes Unidos (EAU). En Trípoli el control está en manos del Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) dirigido por el primer ministro Fayez al-Serraj, y cuenta con el respaldo de la ONU, Turquía, Italia y Qatar. Finalmente, en Tobruk, al este, está el Parlamento, una legislatura votada en 2014 hasta que se pueda aprobar la nueva Constitución.
“Casos como el libio, muestran que ‘copiar y pegar’ el modelo de democracia liberal occidental tiende a provocar finalmente situaciones totalmente contrarias de las esperadas”, reflexionó a LA NACION la licenciada Noemí Rabbia, investigadora del Programa de Estudios América Latina–África de la Universidad de Rosario, y miembro del Departamento África del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de La Plata.
“Cualquier modelo que se quiera desarrollar ahora tiene que partir de la base de que Libia lleva más de medio siglo sin instituciones del Estado. En el gobierno de la Jamahiriya -la “revolución de las masas”- era Khadafy mismo el que encarnaba el Estado y la Justicia”, explicó Rabbia. “Además, con la desaparición física del líder de la Revolución, miles de armas quedaron esparcidas por el territorio, en manos de personajes tan disímiles entre sí como en sus ideas”, agregó.
Sin embargo, desde Trípoli, tanto el exbrigadista Najjair como la emprendedora cultural Gana, miran el futuro con esperanza. “Khadafy fue como un arquitecto que armó toda la estructura del Estado en función de él, y para que sin él, el país fuera un caos. Como cualquier nación que sale de un sistema así, necesariamente tenemos que atravesar momentos caóticos. Pero creo que hoy podemos pensar en un horizonte, algo que no tuvimos en 42 años de dictadura”, dijo Najjair.
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