Libertad o miedo: la mortífera cultura de las armas que dio base a EE.UU.
La libre portación de armas se remonta a los orígenes del país; la industria de los armamentos contribuyó más adelante a naturalizar la necesidad de protección personal
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WASHINGTON.- Corría el 1776 cuando las colonias estadounidenses recién declararon su independencia de Inglaterra y, mientras la guerra causaba estragos, los padres fundadores debatían: ¿Deben los estadounidenses tener el derecho a poseer un arma como individuos o solo como miembros de una milicia local?
Días después del asesinato de 19 niños y dos maestras en Texas, el debate surge de nuevo cuando en otros países se preguntan por qué los estadounidenses están tan unidos a las armas de fuego, usadas frecuentemente en masacres.
La respuesta, según expertos, radica tanto en las tradiciones que sustentan la obtención de la libertad frente a Gran Bretaña, así como la más reciente creencia -en aumento- entre los ciudadanos que necesitan armas para su seguridad personal.
En dos décadas, período en el que más de 200 millones de armas llegaron al mercado estadounidense, el país pasó de la “cultura de las armas 1.0″, donde las armas eran para deporte y caza, a la “cultura de las armas 2.0″, donde muchos las consideran esenciales para proteger sus hogares y familias.
Este giro ha estado potenciado por la publicidad de casi 20.000 millones de dólares de la industria de armas, que ha aprovechado los miedos al crimen y a la agitación racial, según Ryan Busse, antiguo ejecutivo de esta industria.
Las recientes matanzas “son subproducto de un modelo de negocio de industria de las armas diseñado para sacar provecho al aumento del odio, miedo y conspiración”, escribió Busse en la revista online The Bulwark.
Armas y la nueva nación
Para quienes diseñaban Estados Unidos en las décadas de 1770 y 1780, no había dudas sobre la tenencia de armas. Decían que el monopolio de las armas de las monarquías de Europa y sus ejércitos era el origen de la opresión que los independentistas combatían.
James Madison, el “padre de la Constitución”, citó “la ventaja de estar armado, que los estadounidenses poseen sobre los pueblos de casi cualquier otra nación”. Pero los fundadores estadounidenses entendían lo complejo del asunto.
Los nuevos estados no confiaban en el naciente gobierno federal, y querían leyes y armas propias. Reconocieron que las personas necesitaban cazar y protegerse de animales salvajes y ladrones, pero algunos temían todavía más que esto simplemente pudiese aumentar la falta de ley en la frontera.
¿Las armas privadas eran esenciales para protegerse de la tiranía? ¿No podía una milicia local armada desempeñar ese rol? ¿O la milicia se convertiría en una fuente de opresión local?
En 1791, se llegó a un compromiso en lo que se ha convertido la frase más analizada en la Constitución de Estados Unidos, la Segunda Enmienda, resguardando el derecho a las armas: “Siendo necesaria una milicia bien regulada para la seguridad de un estado libre, el derecho del pueblo a tener y portar armas, no será infringido”.
Control de armas
Durante los dos siglos siguientes, las armas se convirtieron en una parte esencial de la vida y del mito estadounidense.
El profesor David Yamane de la Universidad Wake Forest explica que la “cultura de las armas 1.0″ las trataba como herramientas para quienes cazaban y se defendían de las alimañas, así como para la conquista sobre los nativos americanos y el control de los esclavos.
Pero a comienzos del siglo XX, un Estados Unidos cada vez más urbano se inundaba con armas de fuego y experimentaba una alta delincuencia a raíz de ellas que no se daba en otros países. Desde 1900 hasta 1964, según el difunto historiador Richard Hofstadter, el país registró más de 265.000 homicidios por armas de fuego, además de 330.000 suicidios y 139.000 accidentes.
En respuesta, en 1934 el gobierno federal prohibió las ametralladoras y requirió que las armas fuesen registradas y gravadas. Algunos estados agregaron sus propios controles, como prohibir su porte en público, visibles u ocultas.
Y el público estaba a favor: según la encuestadora Gallup, el 60% de los estadounidenses apoyaba una prohibición total de las armas de mano personales en 1959. Los asesinatos de John F. Kennedy, Robert F. Kennedy y Martin Luther King propiciaron más apoyo a una regulación estricta en 1968.
Pero los fabricantes de armas y la Asociación Nacional del Rifle (NRA), citando la Segunda Enmienda, impidieron una nueva legislación que hiciera algo más que implementar una restricción fácilmente eludible a la venta directa de armas por correo.
Segunda Enmienda sagrada
En las siguientes dos décadas, la NRA hizo causa común con los republicanos para insistir en que la Segunda Enmienda era absoluta en su protección al derecho a las armas, y que cualquier regulación era un ataque a la “libertad” de los estadounidenses.
Según Matthew Lacombe, profesor del Barnard College, lograr esto implicó que la NRA creara y publicitara una ideología centrada en las armas y la identidad social distinta para los dueños de armas. Los dueños de armas se unieron en torno a esta ideología, formando un poderoso bloque de votos, especialmente en zonas rurales que republicanos buscaban arrebatar a los demócratas.
Jessica Dawson, profesora en la academia militar West Point, dijo que la NRA hizo causa común con la derecha religiosa, que cree en la primacía del cristianismo en la cultura estadounidense y la Constitución. El liderazgo de la NRA “comenzó a usar un lenguaje más religioso para elevar la Segunda Enmienda sobre las restricciones de un gobierno secular”, explicó Dawson.
Defensa propia
Aunque este cambio de enfoque sobre la Segunda Enmienda no ayudó a los fabricantes de armas, que vieron sus ventas caer ante un fuerte declive en los deportes de caza y tiro en la década de 1990.
Eso abrió camino para la “cultura de las armas 2.0″, cuando la NRA y esta industria comenzaron a decirle a los consumidores que necesitaban armas personales para defenderse, según Busse. Dicho marketing mostraba cada vez más a las personas bajo ataques de ladrones, y potenció la necesidad de un equipamiento personal “táctico”.
Esto ocurría cuando Barack Obama se convertía en el primer presidente afroestadounidense, al tiempo del ascenso del nacionalismo blanco. Muchos estados respondieron a la preocupación de un supuesto aumento en la delincuencia al permitirle a las personas portar armas en público sin permisos.
De hecho, la delincuencia violenta ha tendido a disminuir durante los últimos veinte años, aunque los asesinatos relacionados con armas de fuego crecieron en años recientes. Eso, asegura Yamane de Wake Forest, fue un punto de inflexión clave para la “cultura de las armas 2.0″, que impulsó las ventas de armas de mano, que personas de todas las razas compraron entre miedos exagerados a la violencia interna.
Las ventas se dispararon desde 2009, superando más de 10 millones al año desde 2013, principalmente rifles de asalto AR-15 y pistolas semiautomáticas.
“La mayoría de los dueños de armas hoy, en especial los nuevos, señalan que la defensa propia es la razón principal para poseer un arma”, escribió Yamane.
Paul Handley
Agencia AFP
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