Liberaciones en Nicaragua: una jugada política necesaria para darle vitalidad al régimen más debilitado del continente
Con la liberación de 222 presos políticos busca un acercamiento a Estados Unidos, en el momento más delicado para el longevo dictador
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BOGOTÁ.- Daniel Ortega agitó el tablero cuando más le convenía políticamente, pero a costa de las turbulencias en su entorno. “La liberación abre la puerta al diálogo”, reconoció Anthony Blinken, secretario de Estado norteamericano, tras la inesperada maniobra del caudillo sandinista.
Un éxito sin paliativos para Washington en lo que su canciller ha bautizado como “diplomacia concertada”, que no elimina las sanciones contra el círculo más próximo al caudillo sandinista ni, de momento, flexibiliza la presión internacional contra la dictadura.
¿Qué esconde el destierro de sus rivales presidenciales y de los dirigentes y activistas más importantes del país? Sin duda, el acercamiento a Estados Unidos en el momento más delicado para el dictador, de 77 años. Algo que su propio hermano Humberto, antiguo jefe del Ejército ahora distanciado del poder, le aconsejó en la reunión que ambos mantuvieron en vísperas de Nochebuena. Un encuentro que provocó incluso el fastidio de la vicepresidenta Rosario Murillo, que en medio de una discusión conyugal dejó solo a Ortega antes de comenzar un acto público en la capital.
Movimiento necesario para el dictador más débil del continente, “celoso” ante los éxitos personales de Nicolás Maduro (liberación de los narcosobrinos y licencias para Chevron) y expectante ante el acercamiento de La Habana, incluso en materia migratoria, en sus diálogos con Washington.
“La dictadura está golpeada y sus seguidores, desconcertados”, avisa el analista Enrique Sáenz. “Los Ortega-Murillo tomaron esta decisión porque son un régimen débil y necesitan resolver la crisis sociopolítica que existe desde hace cinco años. Es obvio que hay una negociación o la están buscando”, dice a LA NACION la socióloga Elvira Cuadra, al frente del Centro de Estudios Transdisciplinarios de América Central.
La presión internacional, con Estados Unidos a la cabeza, parece haber obtenido un éxito diplomático. “Lo sorprendente es que haya tardado tanto tiempo en hacerlo. Los perfiles de los excarcelados son muy altos y la presión internacional era muy fuerte. Era insostenible para Ortega seguir así”, señalaa LANACION Alexa Zamora, dirigente de la Unidad Nacional Azul y Blanco y una de las pocas que pudo escapar de las garras de la dictadura.
“Que les hayan impuesto que no ejerzan cargos públicos a perpetuidad me hace suponer que Ortega está adelantando un proceso electoral para más adelante y quiere eliminar de ese escenario a los siete posibles candidatos que estaban encarcelados”, advierte Cuadra, en sintonía con el proceso abierto en Venezuela para que Maduro triunfe en unas elecciones tolerables para Occidente.
“Primavera negra”
En definitiva, es un hecho sin precedentes que solo se puede comparar en América Latina con la liberación de la mayoría de los condenados por la “Primavera negra” de Fidel Castro, en 2003. Gracias a las negociaciones entre el gobierno cubano, la Iglesia Católica, el Vaticano y el gobierno español, medio centenar de presos viajaron a Madrid entre 2010 y 2011.
“La mayoría aceptó irse al destierro, menos José Daniel Ferrer y Félix Navarro [líderes de la Unión Patriótica Cubana], a quienes soltaron con el paso del tiempo, pero que ahora están otra vez encarcelados. Fue un proceso oculto y pausado, ya que incluso les dieron documentos para su familia”, recuerda el historiador cubano Armando Chaguaceda, en diálogo con LA NACION.
El destierro en España resultó penoso para la mayoría de los excarcelados, que no encontraron acomodo y terminaron viajando en su mayoría a Estados Unidos. “Tuvieron un tiempo de atención internacional, pero pronto salieron del radar y en general tuvieron que dedicarse a ganarse la vida”, añade Chaguaceda.
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