Levantamiento militar: los analistas políticos bolivianos ven “un retroceso de 40 años”
Los analistas políticos bolivianos coincidieron en que hay sectores minoritarios de la población que miran con nostalgia los tiempos de la dictadura
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Cuando las tanquetas del Ejército boliviano entraron este miércoles en la Plaza Murillo de La Paz, los analistas políticos bolivianos coincidieron en interpretar la asonada como un regreso al pasado, “un retroceso de 40 años en la vida política” de un continente en el que la transformación democrática de hace algunas décadas no termina de atender las demandas insatisfechas de la población.
“Frente a la crisis política y económica, en Bolivia, Brasil, Perú y otros países de la región hay sectores minoritarios que han comenzado a recordar las viejas consignas de los golpistas militares que había en los años 80, sobre la necesidad de ‘Orden, Paz y Trabajo’”, comentó a LA NACION Ricardo Calla Ortega, analista político y exministro de Estado del presidente Carlos Mesa (1995-1996).
La crisis en Bolivia se hace sentir desde hace un par de años, finalizados los buenos tiempos en que Luis Arce, como ministro de Economía de Evo Morales, protagonizó el “milagro boliviano” gracias a los altos precios del gas. El gobierno enfrenta ahora dificultades para capear el temporal y perdió el control de la Asamblea Legislativa tras la fractura del oficialista Movimiento al Socialismo (MAS).
Recientemente, multitudes de vendedores ambulantes, que integran la vasta fuerza laboral informal del país, marcharon casi 100 kilómetros desde las llanuras de Santa Cruz de la Sierra hasta La Paz en demanda del fin de la escasez de combustibles y dólares -que muchos bolivianos usan para adquirir bienes o como moneda de ahorro- y contra el alza en el precio de los alimentos.
En este contexto, el expresidente Morales se presenta como el principal enemigo político de su exaliado. Pero el general golpista y excomandante general del Ejército, Juan José Zúñiga, se distanció de Morales y quedó enfrentado con el presidente en sus últimas declaraciones.
Calla Ortega profundizó en la personalidad de Zúñiga -al frente de la asonada militar-, quien hace apenas un año y medio que estaba en el cargo -en Bolivia el jefe militar permanece en el cargo durante un año con posibilidad de ser renovado en el puesto-. “Su trayectoria de varias décadas en las Fuerzas Armadas hace suponer que debe tener algún respaldo entre los militares. Pero hasta donde sabemos no hay ningún reclamo particular de los uniformados, diferente de los del resto de la sociedad. Y todo el espectro político boliviano ya se pronunció repudiando esta aventura militar”.
De todas maneras, Calla Ortega recordó distintas señales que dieron muestra de las intenciones políticas de Zúñiga. Semanas atrás viajó a su pueblo natal, Llallagua, en Potosí, una localidad minera, donde en un acto “se hizo proclamar ‘general del pueblo’ en un inusual baño de multitudes para un jefe militar. En ese acto recordó que él provenía de las clases más bajas de Bolivia y que por eso era un ‘hijo predilecto’ de Llallagua. Y su última muestra de sus intenciones políticas la dio la noche del martes cuando opinó que ´como militar de honor’ no iba a permitir que Evo Morales sea candidato presidencial en las elecciones del año próximo. Luego el presidente Luis Arce decidió su destitución”.
Sin embargo, la mañana de este miércoles llamó la atención cuando Zúñiga apareció en un acto militar como si no hubiera sido alejado de su cargo y dijo que no iba a permitir que “la lealtad se pague con deslealtad”. Luego en la tarde aparecieron las tanquetas en la Plaza Murillo.
La asonada militar despertó pánico en toda la población, con la gente que salió a cargar combustible en sus vehículos y realizar compras ante un eventual desabastecimiento.
También el decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Católica de Bolivia, Carlos Cordero, definió el golpe de este miércoles como “un retroceso en la vida política del país”. “En los últimos 40 años pensamos que el rol de las Fuerzas Armadas estaba circunscrito a la preservación del orden y a ser custodios de la Constitución, pero no protagonistas, como parece que estuviera queriendo volver a hacer Zúñiga”, comentó Cordero a LA NACION.
El experto señaló que la Ley Orgánica establece que los altos mandos de las Fuerzas Armadas no deben exceder un año en la duración del cargo. Por eso los jefes militares en Bolivia son nombrados por el presidente con aprobación del Parlamento, y en el caso de Zúñiga, “luego de sus declaraciones políticas torpes e inoportunas”, el presidente decidió poner fin a la gestión.
Finalmente, Cordero planteó tres escenarios posibles luego de la asonada, en un clima de total incertidumbre. “Una posibilidad que no se debe descartar es un cambio de gobierno, una salida del presidente Luis Arce. Otro escenario es que la reacción interna de los uniformados y del propio gobierno sofoque este conato militar y se restituya la paz. Por otro lado, tampoco es imposible que se trate de un autogolpe de Arce, una especie de ‘fujimorazo’ para disolver el Parlamento y tomar el poder con mayor fuerza, o como el golpe de 2012 de Hugo Chávez en Venezuela que le sirvió para fortalecerse en el cargo”.
De todas maneras Cordero comentó que, fuera de la reacción inicial de pánico de la población civil, no se observó en las primera horas mayores movimientos en cuarteles militares o policiales.
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