Les Bleus tuvieron su respaldo: miles de franceses los ovacionaron en la Plaza de la Concorde
El seleccionado francés saludó a sus aficionados en París desde el balcón de su hotel y agradecieron el apoyo a pesar de la derrota
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PARÍS.– Cuando los tragos son amargos, mejor tomarlos rápidamente. Eso parecían haber decidido hoy los franceses tras la derrota del domingo frente a la Argentina en Qatar, sumiéndose casi con frenesí en los preparativos de las fiestas de fin de año. Pero esa resaca terminó en apoteosis por la noche, cuando el equipo de Didier Deschamps recibió el vociferante homenaje de miles de personas congregadas en la Plaza de la Concorde para agradecerles los momentos de ensueño que les hicieron vivir.
“Nos hicieron vibrar tanto, incluso en la final, que se merecen que nuestro agradecimiento por todos esos momentos. Es verdad, no trajeron la Copa. Pero nos dejaron para siempre imágenes y emociones inolvidables. Eso es el deporte. Hoy se pierde. Mañana se gana”, explicó con filosofía Mathias, un informático de 27 años que viajó desde Le Havre, en el norte del país para decir “presente”. Como él, miles de franceses recibieron a los 24 miembros de la selección como auténticos ganadores. Banderas francesas, estrofas de La Marsellesa, sin olvidar el tradicional “allez les Bleus!” coreados a voz en cuello, así como la ya célebre Freed from desire, la vieja canción de Gala que se transformó en el himno extraoficial de Francia durante la Copa del Mundo.
Este lunes, sin embargo, la canción fetiche no debe haberse escuchado en el vuelo especial de Air France que trajo a los miembros de la selección y a sus familiares, unas 300 personas en total, que aterrizaron en el aeropuerto de Charles de Gaulle-Roissy exactamente a las 20.
El capitán Hugo Lloris fue el primero en aparecer, seguido por el entrenador, Didier Deschamps y por Kylian Mbappé. A juzgar por gesto, igual de adusto y contrariado que le vio el mundo al término de la final, el jugador preferido de los franceses parece tener enormes dificultades para superar el revés.
En la pista, los “bleus” fueron recibidos por una pequeña delegación del personal del aeropuerto que, para la ocasión, iluminó el edificio principal con los colores de la bandera francesa. La cálida acogida contó con la presencia de la primera dama, Brigitte Macron. Ausente con aviso, su marido, el presidente Macron, había llegado pocas horas antes en helicóptero al portaviones Charles de Gaulle, que navega frente a las costas de Egipto, para pasar –como todos los años– unas navidades anticipadas con los militares en misión fuera del país.
Cuarenta motos de la Gendarmería Nacional escoltaron a los dos autobuses que trajeron la selección hacia París, que llegó a las 21.17 ante las puertas del célebre hotel de Crillon. Ubicado exactamente frente a la Plaza de la Concorde, el lujoso “palace” está a menos de 100 metros de donde se alzaba la guillotina durante la Revolución Francesa.
Justamente María Antonieta es el nombre del luminoso salón del hotel donde se reunieron los jugadores con sus familias, antes de salir al balcón. Todos vestidos con ropa de jogging azul marino fueron apareciendo paulatinamente a saludar a una muchedumbre exaltada, que redobló de esfuerzos para manifestarles su devoción.
El primero en hablar con la prensa fue Deschamps. Visiblemente agotado, como si hubiera perdido toda su energía vital, ese hombre históricamente avaro de palabras reconoció que, aun a pesar de la fatiga y la decepción, era “un deber venir a agradecer a los franceses el indefectible apoyo”.
“Aun cuando la última nota haya sido cruel y triste, podemos estar orgullosos de este equipo que mostró tanta solidaridad y resiliencia. Es un ejemplo para las jóvenes generaciones que nos toman como ejemplo”, agregó.
Para los miles de franceses reunidos hoy en el corazón de París, la presencia de la selección fue una hermosa forma de poner punto final a la Copa del Mundo. Una presencia incierta hasta último momento debido a posiciones contradictorias dentro del equipo. “Quien tomó la decisión final fue Deschamps. Para él, era impensable no agradecer personalmente el apoyo de los franceses”, señaló un miembro de la delegación ante la prensa.
Reconociendo que las seis horas de vuelo desde Doha fueron “particularmente silenciosas”, el capitán del equipo, Hugo Lloris, afirmó que la recepción de anoche fue “un enorme consuelo”. “Nos hubiera gustado traer ese trofeo. Pero el deporte es así. Hay que mirar hacia el futuro”, concluyó.
A guisa de respuesta, su entrevistador, el conocido periodista de TF1, Gilles Bouleau, le recordó una frase de Sócrates, el célebre filósofo griego del siglo V a.C. que solía decir: “El fracaso no está en caer, sino en quedarse allí donde uno cayó”.
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