Los inversores huyen de países emergentes
La devaluación del yuan alimenta el temor a una peligrosa ola de contagio
NUEVA YORK.– Los grandes fondos comunes de inversión, que ayudaron a impulsar el rápido crecimiento de los países en desarrollo, están empezando a retirarse aceleradamente de esos mercados, lo que contribuyó al reciente desplome de las bolsas.
Las economías de más rápido crecimiento, lideradas por China, se vieron impulsadas por el astronómico precio de las commodities, la solidez de sus monedas y el abaratamiento del crédito, fundamentalmente a través de la emisión de bonos de elevado rendimiento y alto riesgo. Pero la decisión de China de devaluar provocó en las últimas semanas una ola de pánico vendedor en todo el mundo, que ya hizo que Wall Street sufriera la mayor pérdida semanal desde 2011.
Tan sólo durante la última semana, los inversores se desprendieron de 2500 millones de dólares en bonos de mercados emergentes, la mayor cifra desde enero de 2014.
La devaluación del yuan profundizó la preocupación por la desaceleración de la economía de China y por la posibilidad de que otros países sigan el mismo camino. Esa idea puso en estado de alerta a los inversores, que empezaron a deshacerse de sus bonos en esos mercados por temor a no poder cobrarlos. La inquietud generalizada por la desaceleración económica mundial alcanzó también a las acciones, que según muchos están sobrevaluadas y listas para caer.
"La tasa de crecimiento de muchos de esos países estuvo sumamente sobrevaluada -dijo Dani Rodrik, profesor de la Escuela de Gobierno Harvard Kennedy, especializado en el impacto que tiene el flujo de capitales extranjeros sobre las economías en desarrollo-. Era todo muy poco sustentable."
El furor vendedor también preocupa a los reguladores y economistas, que temen que si el contagio se extiende, los inversionistas particulares tengan dificultades para recuperar el dinero que pusieron en fondos comunes de inversión.
Si bien estos fondos no usan dinero prestado -como sí lo hacían los bancos que quebraron tras el estallido de la burbuja inmobiliaria-, lo cierto es que han invertido enormes sumas en una amplia gama de bonos de alto rendimiento y en créditos bancarios difíciles de vender, especialmente en un mercado a la baja.
Si todos los inversores se presentaran a cobrar al mismo tiempo, como ocurrió en 2008, se produciría una corrida bancaria, ya que los fondos comunes tendrían problemas para satisfacer la demanda de todos los que quieren su dinero en efectivo.
Durante otras burbujas y estallidos de inversión global ocurridos previamente, los mayores acreedores internacionales eran los grandes bancos comerciales. A la hora de prestar, esas instituciones eran tan proclives a tomar malas decisiones como los inversores en bonos, pero al menos también solían mantener relaciones más a largo plazo con sus deudores y era más improbable que se desprendieran de esas deudas y salieran huyendo.
Como los grandes bancos de escala global sufrieron pérdidas significativas durante la crisis financiera y se vieron forzados a refrenar sus préstamos, hicieron su aparición los más ágiles y también más volátiles inversionistas en bonos.
En enero, economistas del Banco de Pagos Internacionales (BPI), caja de clearing de los bancos centrales de todo el mundo, publicaron un estudio que resaltaba el vertiginoso crecimiento de los préstamos atados al dólar hacia empresas y países fuera de Estados Unidos que se produjo después de la crisis financiera de 2008: se duplicaron, hasta alcanzar los 9 billones de dólares.
Lo que más sorprendió a los autores de ese informe fue que el crecimiento de esos préstamos no provenía de bancos globales, sino de fondos comunes de inversión norteamericanos, que fueron comprando emisiones de bonos de mercados emergentes.
Los grandes fondos de inversión, como BlackRock, Franklin Templeton y Pimco, se vieron inundados de dinero de inversores ávidos de bonos de alto rendimiento de gobiernos y corporaciones de países emergentes.
El fondo Total Return, manejado por Pimco, por ejemplo, que el año pasado sufrió la pérdida de su financista estrella, William H. Gross, y que es una fija de los inversores que no buscan mayores riesgos, tiene el 21% de sus 101.000 millones de dólares en colocaciones de bonos y derivados de mercados emergentes.
Entre los muchos que se vieron beneficiados por tanta holgura están los que emitieron bonos al calor del impulso de las commodities, como la petrolera brasileña Petrobras y la mexicana Pemex, el gigante energético ruso Gazprom y los desarrolladores inmobiliarios de China.
Un caso extremo
Uno de los casos más extremos de ese frenesí del mercado de bonos fue Mongolia. En 2012, cuando todos creían que esa economía casi diminuta se beneficiaría del insaciable apetito de materias primas de la vecina China, el gobierno de Ulán Bator colocó el equivalente a 1500 millones de dólares en bonos, pero recibió ofertas de los inversores por más de 10.000 millones. En los hechos, eso significa que Mongolia tenía la posibilidad de endeudarse por más del doble de todo su PBI, que alcanza los 4000 millones.
Tres años más tarde, el Fondo Monetario Internacional ya está advirtiendo que Mongolia tal vez no pueda cumplir con esas colocaciones -un 14% de las cuales, según la agencia Bloomberg, está en manos de la administradora Franklin Templeton- y el rendimiento de los bonos se disparó del 4 al 9%.
Por supuesto que el hundimiento de un bono en Mongolia no augura ninguna catástrofe, pero es ilustrativo de los riesgos que los fondos comunes de inversión global están dispuestos a correr en su avidez de bonos de alto rendimiento.
Mongolia, que hace unos meses logró colocar otros 500 millones de dólares en bonos, no fue el único acreedor dudoso que atrajo dinero de los inversores. Las empresas de ferrocarriles de Rusia colocaron bonos en dólares sin ninguna dificultad, a pesar de que sus ingresos son en rublos. Hasta Ecuador, un país que en 2008 cayó en default, pudo embolsar 2000 millones en 2014.
Desde 2009, Brasil, China, Malasia, Rusia, Turquía y otros países han colocado más de 2 billones de dólares en bonos, sobre todo, entre fondos comunes de inversión de Estados Unidos. A medida que el dinero iba ingresando a esos países, financiando la exploración petrolera en Brasil y la construcción de rascacielos en Estambul, las monedas de esos países se fortalecieron.
Ahora ocurre lo contrario. Al compás de la ralentización de China, el flujo de dinero es hacia las cajas fuertes, y las monedas locales se desploman.
Este mes, en una actualización de su informe, los economistas del Banco de Pagos Internacionales advirtieron sobre los efectos que tendría un pánico financiero que impulsara a todos los inversores a desprenderse de sus posiciones al mismo tiempo. Allí señalan que como los fondos de bonos se han vuelto tan grandes y tienen tantos bonos de la misma denominación (muchos de los cuales son difíciles de vender), una corrida vendedora se esparciría rápidamente como reguero de pólvora.
Se ha producido, por ejemplo, un crecimiento exponencial de los así llamados fondos de bonos "sin restricciones", que operan de manera similar a los fondos de inversión y cuyo propósito es comprar papeles de cualquier tipo y en cualquier parte del mundo.
Según la administradora Morningstar, los fondos "sin restricción" han crecido de 9000 millones de dólares en 2009 a sus 154.000 millones actuales, muchos de los cuales están invertidos en mercados emergentes. Como los fondos sin restricciones tienden a tomar más riesgo y a comprar papeles más difíciles de vender -como los bonos de mercados emergentes-, el temor es que las administradoras de esos fondos no tengan el efectivo suficiente para responder a una eventual demanda masiva de sus inversionistas.
El fondo de inversión sin restricción de Pimco, por ejemplo, tiene el 42% de sus 7900 millones de dólares en bonos de mercados emergentes, en su mayoría, papeles del gobierno de Brasil (en julio, los inversores retiraron 492 millones de ese fondo).
Los fondos cotizados en bolsa (ETF, por sus siglas en inglés), un tipo de fondo común de inversión que opera como un mercado de acciones y promete liquidez inmediata, también han invertido fuertemente en mercados emergentes.
Lo que preocupa a reguladores y economistas es el porcentaje de dinero de esos fondos de inversión que actualmente está atado a papeles difíciles de vender, una cantidad que supera ampliamente las posiciones de los inversores en esos mercados durante otras crisis anteriores de los países emergentes.
La empresa de seguimiento de fondos EPFR Global calcula que los fondos de bonos globales tienen colocado un 16% de sus carteras en los mercados emergentes. En relación con el límite de 2,5% recomendado por el índice de bonos de Barclays, la apuesta resulta muy riesgosa.
Ricardo Adrogué, un operador de deuda de mercados emergentes de Babson Capital, Boston, dice no estar tan preocupado por la devaluación china como por un derrumbe abrupto de las monedas de Malasia, México, Rusia y Turquía.
"Los inversores nos dicen que se quieren retirar de esos mercados -dice Adrogué-. Con todas esas monedas en caída, es difícil saber cuál es el fondo."
Traducción de Jaime Arrambide
The New York TimesTemas
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