Lejos de los extremos, todos tienen su cuota de razón
NUEVA YORK.- Mientras las tropas de Israel invaden Gaza y el número de muertos crece, la retórica de los partidarios de ambos bandos cada vez se parece extrañamente más. Tal vez sea hora de corregir algunas ideas erróneas que suelen tirarse unos y otros por la cabeza:
"Ésta es una lucha entre el bien y el mal, entre lo bueno y lo malo. No hay que aflojar. No hay que ceder. Y no tuvimos más opción que actuar."
Por el contrario, ésta es una guerra en la que ambos pueblos tienen una cuota de razón de su parte. La incapacidad de reconocerle humanidad e intereses legítimos a la otra parte ha llevado a una demonización cruzada. Y como resultado, a una serie de escaladas militares que empeora aún más la situación de ambos pueblos.
Los israelíes tienen absoluta razón cuando dicen tener derecho a no recibir el ataque de los cohetes de Hamas, a no ser secuestrados, a no estar sujetos a las bombas. Y los palestinos tienen absoluta razón cuando dicen tener derecho a un Estado, derecho a manejar su economía e importar bienes, derecho a vivir en libertad y a no ser relegados como ciudadanos de segunda en su propia tierra.
En ambos lados hay mucha gente buena que lo único que quiere es bienestar para sus hijos, y también muchos fanáticos miopes que predican el odio. Un punto de partida es dejar de lado ese relato de buenos contra malos y reconocer que ésta es la dolorosa historia de dos pueblos -cada uno con ofensas legítimas- que chocan el uno con el otro.
Ahora bien, reconocer que el conflicto de fondo es entre dos pueblos, cada cual con sus válidas razones, no implica decir que no hay villanos. Hamas es violento, no sólo hacia Israel, sino hacia su propia gente, y, a diferencia de Israel, no parece querer reducir al mínimo las víctimas civiles, ni propias ni israelíes. Hamas no es tan corrupto como la Autoridad Palestina, pero es muchísimo más represivo, y tras mis visitas a Gaza, mi impresión es que Hamas tampoco es popular en su propia tierra. A veces, se diría que Hamas cuenta con más apoyo en ciertos campus universitarios occidentales que en Gaza.
Mientras tanto, la derecha israelí socava el poder del mejor socio para la paz que ha tenido Israel, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, y los asentamientos de Israel en Gaza son como un regalo del cielo para el extremismo palestino. En estos días, tanto en Gaza como en Jerusalén, el poder lo tienen los halcones.
"El otro bando sólo entiende el uso de la fuerza. ¿Qué otra cosa hacer que responder cuando te atacan?"
Los líderes de Israel, empezando por el primer ministro Benjamin Netanyahu, piensan que el modo de proteger a los ciudadanos es invadir Gaza y hacer volar los túneles. Si mueren civiles y chicos, es algo lamentable, pero inevitable. Y algunos palestinos de Gaza ya se sienten en una prisión a cielo abierto, asfixiados por el peso del embargo, y creen que el único modo de cambiar las cosas es a través de los cohetes. Y si mueren chicos israelíes es una pena, pero los chicos palestinos que ya están muriendo son cientos de veces más.
De hecho, esta película ya la vimos: la respuesta de Israel a la agresión en 1982 y 2006 fue invadir el Líbano, y en 2008, invadir Gaza. En cada una de esas oportunidades, los halcones celebraron. Y aunque en retrospectiva esas invasiones lograron, a lo sumo, éxitos temporarios, no resolvieron los problemas existentes.
De igual modo, las milicias palestinas no lograron más que profundizar la miseria de su pueblo. Si los palestinos, en cambio, optaran por campañas de resistencia no violentas al estilo Gandhi, los videos resultantes viralizarían por el mundo y Palestina alcanzaría su rango pleno de Estado. Algunos palestinos así lo entienden y ya están empezando a implementar esa estrategia, pero para muchos la no violencia incluye arrojar piedras. Y no, así no funciona.
"¿Y usted qué haría si su familia estuviese en Gaza/Israel, con riesgo de muerte? ¿Acaso se sentaría muy tranquilo de brazos cruzados?"
Si alguno de nosotros estuviese en Israel, aterrado por los cohetes disparados por Hamas, seguramente también celebraríamos la invasión de Gaza. Y si alguno de nosotros estuviéramos en Gaza, presa de un embargo y perdiendo familiares por los ataques de Israel, también celebraríamos la lluvia de cohetes sobre Tel Aviv. Así es la naturaleza humana.
Por eso es que debemos bajar un cambio, empezando con un alto el fuego que incluya también un cese de los ataques con cohetes de Hamas y el retiro de Israel de Gaza. Para Israel, es una oportunidad de usar la diplomacia para lograr lo que no conseguirá con las armas: marginar a Hamas. Israel tal vez proponga elecciones en Gaza con veedores internacionales, con la promesa de que al devolverle el poder a la Autoridad Palestina también dará por finalizado el embargo económico.
Lo que tenemos acá es un conflicto entre dos partes con razones válidas que ha sido secuestrado por halcones de ambos bandos. Nadie dice que sean lo mismo y no me parecen equivalentes. En cierto sentido, sin embargo, existe una dolorosa simetría, y uno de los elementos de esa simetría es la contumaz negativa de cada bando a aceptar que esa simetría existe.
Traducción de Jaime Arrambide
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