Lecciones de un año abrasador: el mundo no está listo para el cambio climático
En todo el planeta se multiplicaron aceleradamente las muertes por las agobiantes olas de calor; los expertos sostienen que todo empeorará aún más con el aumento de la emisión de gases
NUEVA YORK.- En la era del cambio climático, este verano boreal sofocante y abrasador se parece mucho al futuro que los científicos vienen presagiando y demuestra en tiempo real lo poco preparada que está la mayor parte del mundo para vivir en un planeta más caluroso.
Las perturbaciones en la vida cotidiana son devastadoras y de largo alcance. En California, los bomberos luchan para controlar lo que ya es el mayor incendio en la historia del estado. Este año, en países tan disímiles como Suecia y El Salvador, se espera que caigan las cosechas de granos básicos como el trigo y el maíz, en algunos casos de forma abrupta. En Europa, las centrales de energía nuclear se han visto obligadas a cerrar porque el agua del río que enfría los reactores estaba demasiado caliente. Las olas de calor en cuatro continentes provocaron cortes en el suministro eléctrico.
Y en Japón, las decenas de muertes por causas relacionadas con el calor de este verano sirven como anticipo de lo que los investigadores advierten que podrían ser grandes aumentos en la mortalidad debido a temperaturas extremas. El mes pasado, un estudio de la revista PLOS Medicina proyectó una quintuplicación de esos casos en Estados Unidos para el año 2080. En los países menos ricos, la perspectiva es aún peor: en Filipinas, los investigadores prevén que las muertes a causa del calor se multipliquen por doce.
A nivel global, 2018 se perfila como el cuarto año más caluroso de que se tenga registro: los únicos más calurosos fueron los tres años anteriores. Esa seguidilla de récords es parte de la aceleración del aumento de las temperaturas que se inició con la Revolución Industrial, una muestra clara, según los científicos, del cambio climático causado por las emisiones de gases de efecto invernadero.
Y aunque en los próximos años haya variaciones en los patrones meteorológicos, en los que podrían intercalarse algunos años más fríos, la tendencia es clara: 17 de los 18 años más calurosos desde que comenzó la recolección de datos de la era moderna se produjeron después de 2001.
"Ya no es una señal de alarma", dice en relación con el calentamiento global y con las pérdidas humanas Cynthia Rosenzweig, que dirige el grupo de impactos climáticos del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA. "Millones de personas de todo el mundo lo están sufriendo en este mismo instante".
Un futuro peor
Pero los niveles actuales ni siquiera constituyen la nueva normalidad.
Las temperaturas siguen aumentando y, hasta ahora, los intentos de contener el calor fracasaron. Los científicos concluyeron que es probable que las olas se vuelvan más intensas y frecuentes con el aumento de las emisiones de gases. En el horizonte asoma un futuro de fallas de sistema en cascada que pondrá en jaque los suministros básicos, como los alimentos y la electricidad.
Para muchos científicos, este año, el cambio climático dejó de ser solamente un objeto de estudio para convertirse en una realidad vigente.
"Francamente, lo que hoy vemos me obliga a recalcular no solo lo que vivirán mis hijos, sino también lo que yo mismo viviré, lo que estoy viviendo en este momento", dice Kim Cobb, profesora de Ciencias Atmosféricas y de la Tierra del Instituto de Tecnología de Georgia, en Atlanta. "La gente no termina de asimilarlo, y yo tampoco".
Esta semana, Cobb instalará sensores para medir el aumento del nivel del mar en la costa de Georgia para ayudar a funcionarios del gobierno a manejar su respuesta ante los desastres naturales.
Katherine Mach, climatóloga de la Universidad de Stanford, dice que para ella también algo ha cambiado.
"Hace unas décadas, cuando empezaron a acumularse evidencias científicas sobre la cuestión climática, uno podía permitirse pensar que el impacto lo sufrirían otros, ya fuesen las generaciones futuras o quizá las comunidades que ya la pasaban mal", dice Mach, y agrega que la ciencia se volvió cada vez más capaz de vincular eventos climáticos específicos con el calentamiento global.
"Ahora que el aumento de la humedad y el esmog nos hace la vida imposible, es moneda corriente señalar el riesgo que provocan las emisiones de gases que atrapan el calor", dice Mach. "El cambio lo estamos sufriendo todos".
A escala global, el año más cálido del que se tenga registro fue 2016. No fue un hecho totalmente inesperado porque ese año se produjo el fenómeno de El Niño, el ciclo climático del Pacífico que suele intensificar el calor.
La gran sorpresa fue 2017, casi tan caluroso como el año anterior. Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, según sus siglas en inglés), 2017 fue el tercer año más cálido del que se tenga registro, o según la NASA, el segundo.
Según la NOAA, la primera mitad de 2018, otro año sin El Niño, fue el cuarto semestre más caluroso del que se tenga registro.
De acuerdo con estudios de la NOAA, en los 48 estados continentales de Estados Unidos, el período entre mayo y julio -fin de la primavera y principio del verano boreales- resultó ser el más caluroso del que se tenga registro, con una temperatura promedio de 21,6°C, casi un 5% por encima de la media histórica. El año pasado los niveles del mar siguieron con su tendencia al alza, y aumentaron 7,7 centímetros, por encima de los niveles de 1993.
¿Cuál será el impacto de todo eso?
En 2017 las emisiones industriales de dióxido de carbono aumentaron en niveles récord tras mantenerse estables durante los tres años anteriores. Se descubrió que el nivel de carbono en la atmósfera es el más alto de los últimos 800.000 años.
Sin embargo, los científicos señalan que con reducciones significativas de las emisiones de gases de efecto invernadero y cambios en nuestra forma de vida -como, por ejemplo, la reducción de los desperdicios de comida- se podría demorar suficientemente el calentamiento para evitar sus peores consecuencias.
Traducción de Jaime Arrambide
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