Lebensborn: cómo era la "fábrica" nazi de bebés que buscaba crear la nueva elite de Europa
A lo largo de los años, el nazismo experimentó con diferentes formas del horror. Además de los campos de concentración y exterminio, donde millones de personas fueron asesinadas, el régimen totalitario ideó un programa de eugenesia denominado Lebensborn (fuente de vida, según su traducción literal). A través de esta organización, desde la cúpula del Tercer Reich soñaban con la propagación de la raza aria.
Más de una década antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, Adolf Hitler, en su cargo de canciller, ya delineaba su plan de la germanización de Europa. Sus deseos de expansión, de búsqueda del Lebensraum (hábitat o espacio vital) para Alemania, ya reflejaban su anhelo del desarrollo de una raza superior.
Como se explica en el capítulo "A la Conquista de un Imperio" de El Tercer Reich (Rombo, 1995) tanto en Mein Kampf (Mi lucha) como en su discursos, Hitler explicitaba sus planes de un Reich tan amplio que él se convertiría en Señor de la Tierra, en Amo del Mundo. Estaba convencido de que el destino de Alemania estaría determinado por la raza y el espacio. "La pureza racial, creía, era el principal determinante de la historia, y los alemanes pertenecían a la superior raza nórdica. Sin embargo, para sobrevivir y propagar la superioridad genética, Alemania necesitaba más territorio", precisa el texto.
Jefe de las Schutzstaffel (SS) y la Gestapo, Heinrich Himmler fue una de las personas de mayor poder en la Alemania nazi y uno de los máximos responsables de las atrocidades del Tercer Reich. Junto a Richard Darré, argentino naturalizado alemán que ocupó el cargo de director de la Oficina Central para la Raza y el Reasentamiento y luego el de ministro de Agricultura, crearon la Lebensborn Eingetragener Verein o Asociación Registrada Lebensborn: una "fábrica" de bebés pensada para purificar la raza y convertirse en la nueva elite de Europa.
Después de la Gran Depresión, los jóvenes alemanes se mostraban reacios a formar familias. En ese contexto fue lanzado el programa. "Conforme a la misión racial de las SS, Lebensborn se financiaba con las considerables sumas detraídas obligatoriamente de los sueldos de los oficiales. Este tributo fue muy impopular y muchos trataron de eludirlo", explica el británico Adrian Weale en su libro SS. Una historia nueva (Turner Publicaciones, 2013).
A partir de 1938, Günther Pancke reemplazó a Darré, y la Oficina Centra para la Raza y el Reasentamiento cedió todo el control a la Jefatura de las SS. El mismísimo Himmler intercambiaba correspondencia con los responsables de cada una de las residencias de la obra Lebensborn. Allí, el jefe de las SS instruía hasta el más mínimo detalle como, por ejemplo, la nutrición de las madres con avena. Quería fomentar la "buena sangre".
Consciente de la baja en la tasa de nacimiento de niños y de las inevitables muertes que conllevaría la guerra en sus tropas, Himmler se valió de las residencias Lebensborn para su obsesión: "Cada hombre de raza pura debía procurarse descendencia, cada mujer debía concebir hijos".
"Entre 1936 y 1944 se fundaron 13 residencias de la obra Lebensborn. El régimen interior era extraordinariamente severo: estaban prohibidas todas las visitas masculinas, salvo casos especiales. En tales casos se concedía solo el tiempo preciso para tomar una taza de café y, además, en presencia de una enfermera. Lo importante era el ejercicio físico, el cuidado de los bebés, el aprendizaje para llevar bien una casa, una vida saludable y, sobre todo, una alimentación adecuada", se enumera en el capítulo "De la Batalla del Cáucaso a la capitulación incondicional (1942-1945)" de la colección El Tercer Reich. Historia total de una época decisiva (Noguer, 1974).
Dos meses después de comenzada la Segunda Guerra Mundial, el 28 de octubre de 1939, Himmler ordenó que antes de partir hacia la batalla, cada hombre de las SS debía dejar tras sí la "semilla" de un hijo. La obra Lebensborn se encargaría de cuidar de las futuras madres, que podían ser las esposas o muchachas solteras.
"Lo único que deseaba [Himmler] era aumentar el número de nacimientos, nada más. Para lograrlo estaba dispuesto a suprimir los obstáculos que encontrara al paso; si el matrimonio era uno, había que luchar contra el matrimonio", continúa el texto de El Tercer Reich.
Pero Himmler no era omnipotente: su oposición al matrimonio, como obstáculo para su orden de procreación, lo enfrentó contra los sectores más conservadores de la época. A raíz de las quejas de altos oficiales de la Wehrmacht (fuerzas armadas unificadas) por lo indecente de sus órdenes, el mariscal Walther von Brauchitsch, comandante supremo del Ejército de Tierra, declaró que la institución seguiría conservando su carácter intangible de base del Estado, sin que pudiera ser sustituido por ningún otro vínculo.
A lo largo de la Segunda Guerra Mundial, la obra Lebensborn se propagó hacia a los países ocupados. Como declararon algunos sobrevivientes durante los Juicios de Núremberg, eso que había comenzado como una suerte de institución para madres e hijos, como una nursery nazi, derivó en centros de concentración de niños europeos de distintas nacionalidades.
En el tercer año de la guerra, con la expansión del frente ruso, los hombres de Himmler tuvieron la misión de seleccionar entre los niños a los de "tipo germánico". El jefe de las SS ideó el rapto de 30.000.000 de niños checos, griegos, polacos, rusos y yugoslavos. "Seguro que entre los pueblos que han sufrido tantos cruces se darán buenos tipos raciales. En este caso creo que es nuestra obligación hacernos cargo de esos muchachos y separarlos de su medio actual, si hace falta incluso raptándolos", ordenó.
Pese a las exigencias de Himmler, el programa no alcanzó grandes proporciones, no por falta de obediencia de las manos ejecutoras, sino por la distribución que hacía el Tercer Reich de los recursos disponibles. "Las residencias Lebensborn eran demasiado pequeñas, no abundaban las solicitudes de adopción y hasta faltaba el personal adecuado (…) El rapto de los niños fracasó precisamente en el momento en el que la ocupación alemana de los territorios del Este conocía su mayor auge. Había transportes para los prisioneros de guerra, para los trabajadores, para los futuros colonizadores, para los heridos y para los soldados de permiso; los trenes trasladaban a las tropas y algunos se encargaban de llevar a los gitanos y judíos hacia los campos de concentración de Auschwitz o Treblinka", describe el texto mencionado.
Desde las altas esferas del Tercer Reich no le concedían importancia al traslado de los niños, máxime por el cuidado que estos requerirían luego de largos trayectos recorridos. Paulatinamente, la búsqueda de la "buena sangre"fue disminuyendo hasta cesar del todo.
Pese a lo aberrante de su proyecto, los responsables de Lebensborn recibieron penas menores durante los Juicios de Núremberg. Las pesquisas de los jueces no alcanzaron para probar la existencia de redes de prostitución en las residencias, algo que la prensa fuera de Alemania siempre puso de manifiesto.
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