Leales o críticos, todos piden reformas
Votantes del oficialismo y de la oposición reclaman mejoras y castigo a la corrupción
SAN PABLO.- Quizá fue el día nublado, y después la lluvia, o el cansancio de estar desde hace meses en campaña electoral lo que opacó ayer el ánimo de los paulistas en esta segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil, en las que la presidenta Dilma Rousseff obtuvo la reelección con el 51,45%.
A diferencia de la fiesta que había sido el 5 de octubre, esta vez, por la calle y en los lugares de votación, se vieron pocas camisetas brasileñas, casi ninguna bandera verdeamarela y hubo escasez de sonrisas.
Cuando comenzaron a caer las primeras gotas durante la mañana de ayer, Osni Oliveira, un consultor y jubilado de 72 años, interrumpió su caminata hacia el colegio Rio Branco, en el centro de San Pablo, para resguardarse de la lluvia. Lo acompañaban su nieto y su mujer, quien ensayó una hipótesis acerca del "perfil bajo" de los brasileños en estos comicios: "Ésta es la votación definitiva, ahora no hay vuelta atrás, es muy importante lo que va a pasar hoy [por ayer] en Brasil".
Puede que la gran expectativa por el resultado haya puesto a los brasileños algo más reflexivos. Pero más allá de la polarización de las últimas semanas entre los que votaron por el oficialista Partido de los Trabajadores (PT) y los seguidores del opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), hubo un punto en el que todos coincidieron: más salud, mejor educación y menos corrupción.
Ana Carolina Ramos tiene 31 años y es profesora. Votó a Dilma Rousseff en las dos ocasiones, porque considera que en Brasil hubo un antes y un después con los gobiernos del PT. "Venimos de una campaña con mucha violencia, pero las cosas van a calmarse pronto. Es innegable que Brasil avanzó mucho, pero hay que seguir mejorando, especialmente en educación y salud, y creo que Dilma está más capacitada que Aécio", dijo a LA NACION, después de votar en una escuela del barrio Santa Cecilia.
"Voté por Aécio las dos veces, pero no porque crea que es un santo. Lo que quiero es un cambio, alternancia en el poder, que es esencial para la democracia. Mi voto es contra la situación actual, sobre todo contra la corrupción", opinó Marcelo Asnis, un diseñador gráfico de 50 años.
A pocas cuadras, Juliana Mandelbaum, ingeniera de 30 años, tuvo un pensamiento parecido. "El 5 de octubre voté por Neves y hoy mantuve esa elección. Creo que es lo mejor que le puede pasar a Brasil, porque necesitamos un cambio. Me gustaría que mi hija, que es recién nacida, pueda vivir en un país con más oportunidades", indicó.
Rosilaine Dias, una empleada doméstica de 40 años que votó en el colegio Oswaldo Cruz, en la región central de la ciudad, no lo hizo por Neves en ninguna de las dos ocasiones, pero también pidió un cambio. "Me puse a pensar de verdad, con el corazón, a quién votar y recordé todo lo que Dilma hizo y cuánto ella ayudó a la gente pobre. Es verdad, necesitamos un cambio, pero creo que es la más indicada para darnos un país con menos violencia, más educación y salud", explicó a LA NACION.
Pese a que con el resultado de ayer Brasil quedó partido en dos y hay muchos que tienen posturas muy radicales, como los integrantes de un grupo que conversaba acaloradamente sobre política en una esquina del barrio Campos Elíseos, y decían irritarse con sólo escuchar la voz del ex presidente Lula da Silva, personas como Odeti Conceição de Santos, empleada de 53 años, demuestran que no todo es blanco o negro.
"Volví a votar por Dilma. La presidenta hizo mucho por los pobres, hoy los que menos tienen pueden ir a la universidad, podemos tener una casa gracias al programa Mi Casa, Mi Vida, pero hay mucho trabajo por delante. Dejemos que Dilma gobierne por cuatro años más y si Aécio se gana la confianza del pueblo, seguramente en cuatro años lo votemos a él", dijo con una sonrisa dibujada en la cara.
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