Laura Gamboa: “Lo que hay en Colombia es una sensación de agotamiento con el statu quo”
La politóloga colombiana dice que la gente está pidiendo a gritos cambios estructurales en materia económica, social y de seguridad para revertir una “segregación brutal”
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Las marchas multitudinarias que estallaron en los últimos años pusieron la protesta como un elemento novedoso en el panorama social y político colombiano, un panorama que se mantenía más bien estable, cuando no estático.
Esa inmovilidad quedó en entredicho con las protestas y se expresó también en la caída en las encuestas del gobierno de Iván Duque, en paralelo con el ascenso de dirigentes alternativos como los opositores Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, que cuentan con chances de triunfo.
Según la profesora colombiana Laura Gamboa, analista política con base en la Universidad de Utah y especializada en temas de democracia en Colombia y Venezuela, lo que existe en la actualidad es “una sensación de agotamiento con el statu quo”.
En diálogo con LA NACION, Gamboa explicó que en la actualidad existe “una segregación brutal” en el país, entre lo público y lo privado, y entre las elites y los demás.
-¿Qué quieren los colombianos en esta elección? ¿Cuáles son sus preocupaciones, más allá de las ideologías y las preferencias partidarias?
-Yo creo que lo que quieren los colombianos es un cambio. Lo que están pidiendo a gritos son cambios estructurales en materia económica, social y de seguridad. Lo que hay es una sensación de agotamiento del statu quo. Ese cambio se refleja en lo que vemos en las encuestas, tanto con Gustavo Petro como con Rodolfo Hernández. Y lo hemos visto en las manifestaciones de los últimos años. Lo que se quiere son nuevas fórmulas, pensar el país de una forma diferente, acercarse a los problemas de una forma diferente.
-¿Y usted qué cree que necesita el país? ¿Cuáles serían esas reformas estructurales que están faltando?
-Yo creo que Colombia necesita repensarse. Toca reformular las prioridades. Colombia es un país que ha experimentado un crecimiento económico relativamente impresionante en los últimos diez o veinte años. Y ese crecimiento ha venido acompañado en cierta medida de una reducción de la pobreza. Pero también ha venido acompañado de una inmensa inequidad. Colombia es el país más desigual de América Latina. Y eso está empezando a notarse. La brecha entre los más ricos y los más pobres es muy grande. El pastel sigue creciendo, pero la tajada que recibe la gente es igual o más chica. Hay que repensar esas prioridades, y creo que esto de la economía aplica también a la seguridad y lo social.
-¿Cómo deberían cambiar esos dos temas?
-Nosotros venimos de un conflicto armado de cincuenta años y la seguridad se ha abordado como un problema de seguridad interna. No tenemos pensado cómo funciona la policía como servicio a los ciudadanos. Y sobre los cambios sociales, es necesario pensar más allá de sistemas o programas antipobreza, sean buenos, malos o regulares. Algunos funcionan bien, pero toca pensar cómo hacemos una sociedad más igual, cómo generamos mecanismos, por ejemplo, en las escuelas y los colegios secundarios. Lo que hay es una segregación brutal, si tú tienes dinero para ir a un colegio privado, lo pagas, y el resto de la gente va a colegios públicos, y la diferencia entre los dos es enorme.
-Los candidatos parecen hablar ahora de reformar el sistema impositivo del país, pero usted dice más bien que lo que se debe hacer son cambios de fondo…
-Claramente el Estado para poder implementar programas sociales más amplios necesita más dinero, creo que ahí toca implementar una reforma tributaria que de alguna manera piense los impuestos de una forma más progresiva y menos regresiva. Pero eso tiene que pasar por el Congreso… hacer una reforma tributaria en Colombia es difícil. Pero creo que también toca ver al país de una forma diferente. No solo hay que invertir más dinero en los colegios o parques públicos, sino asumir esos colegios y esos parques como de todos, no solo de la gente pobre. Parte de esto pasa por repensar el país, es decir cómo nos vemos nosotros.
-Siempre se dice que Colombia es una sociedad bastante conservadora, ¿tiene que ver con esto?
-Yo creo que en Colombia hay una especie de segregación de las consecuencias del sistema. Si tú vives en una ciudad y tienes dinero y eres de cierta clase social el sistema funciona muy bien para ti. Si lo público no funciona para ti, tú puedes desviarte a lo privado. Por ejemplo, si las cortes son muy lentas para ti, tú puedes hacer un tribunal de arbitramento. Pero si no tienes los recursos para hacer eso privado, entonces estás estancado con lo público, que no es muy bueno. Lo que creo es que hay un sistema que funciona muy bien para unos, porque pueden escapar de las consecuencias de las partes del sistema que no funcionan bien, pero no funciona igual de bien para otros.
-Eso pasa en muchos países, y en este caso me está diciendo que está asumido por las elites…
-Para la gente que no vive con las consecuencias negativas del sistema, esto no se ve, es invisible. Y creo que lo que está pasando es que, desde la calle y la gente joven, se le está empezando a decir que esto es insostenible.
-¿Qué pasó después de los acuerdos de paz de 2016? Las zonas desmovilizadas de la guerrilla son una mezcla de bandas de todo tipo. ¿Qué es lo que no funcionó?
-Creo que Colombia tiene un legado de violencia muy grande. Era un problema muy grave para empezar. Pero creo que el problema que tenemos es que el gobierno actual se ha negado a meterle el hombro con lo que se acordó con el proceso de paz. El gobierno no le ha metido el cuerpo y ha incluso bloqueado avances en temas claves. Hay temas de seguridad que son centrales, como por ejemplo el catastro de tierras, a ver qué es de quién; la protección y el cumplimiento a las personas que se desmovilizaron; la reducción de cultivos ilícitos vía cultivos de sustitución… Lo que estamos viendo es un problema de falta de cumplimiento de los acuerdos, y con esa falta de cumplimiento el crecimiento de las economías ilegales, el ataque y el asesinato sistemático de líderes sociales, especialmente en áreas donde hay algún tipo de competencia política. Parte de lo que apuntaban los acuerdos de paz era desarticular la relación entre gobiernos locales y violencia. Se está utilizando la violencia para evitar que personas diferentes lleguen al poder al nivel regional y local.
-¿Cómo es esa conexión entre competencia política y violencia? ¿Los dirigentes regionales usan las bandas armadas para atacarse entre ellos?
-Más o menos. Básicamente, en los años ochenta y noventa se usaban grupos paramilitares para evitar el ascenso de grupos progresistas, fueran o no de izquierda, personas que estaban buscando cambios. Todo es porque las elites locales utilizaban alcaldías, consejos y asambleas departamentales para proteger sus recursos y sus negocios. Si entran nuevas personas al poder, ponen eso en riesgo. Ahora hay dinámicas similares. Los nombres son diferentes, no se llaman paramilitares, pero los métodos son similares.
-¿A qué se debe el ascenso de Gustavo Petro, el candidato de izquierda, en un país bastante inclinado a la derecha?
-Colombia es un país muy particular comparado con sus vecinos latinoamericanos precisamente porque nunca ha habido una izquierda fuerte. Esto tiene que ver especialmente con el conflicto armado de varias formas. Una de ellas, la más importante, es que las elecciones se venían discutiendo en torno al conflicto armado. Las elecciones presidenciales eran entre quién nos gustaba más en términos del conflicto armado. Si el tema principal es el conflicto armado no hay espacio para discutir lo demás. Entonces tienes dos candidatos económicamente de derecha, como en 2014, donde las diferencias entre cómo aproximaban los temas socioeconómicos eran mínimas. Después de la firma de los acuerdos de paz, el conflicto de alguna forma se remueve de la agenda. Nadie está hablando de cómo se va a lidiar con la guerrilla. De lo que se está hablando es del sistema de pensiones, de qué vamos a hacer con el petróleo… son otros los temas que dominan la campaña.
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