Las manifestaciones en las universidades de EE.UU. y una pregunta acuciante: ¿cuándo una protesta se convierte en antisemita?
Los estudiantes y activistas propalestinos dicen que su movimiento es antisionista, pero no antisemita; es un argumento que muchos judíos ven como una excusa que encubre su intolerancia
- 7 minutos de lectura'
NUEVA YORK.- En un video que circuló ampliamente en internet, se lo ve al dirigente del movimiento estudiantil propalestino de la Universidad de Columbia parado en el centro de la explanada de césped del campus y gritando “Hay sionistas infiltrados en nuestro acampe”.
Las decenas de manifestantes que habían montado ese acampe al que llaman “Solidaridad con Gaza”, se hicieron eco a viva voz de sus palabras y repitieron: “Hay sionistas infiltrados en nuestro acampe”.
“Que den un paso al frente y den la cara, así podemos echarlos de acá”, dijo entonces el dirigente estudiantil, y sus compañeros seguían coreando una a una sus palabras.
Entonces los manifestantes estrechan brazos y marchan en formación hacia tres estudiantes judíos que habían ingresado en el acampe.
“La verdad que fue atemorizante porque de repente nos rodearon unas 75 personas que hicieron exactamente lo que él les decía”, relata Avi Weinberg, uno de los estudiantes judíos, que junto a dos amigos se habían acercado a ver el acampe, según dicen, sin intención alguna de provocar. Cuando la situación se puso tensa, uno de los estudiantes empezó a registrar lo que pasaba. Ninguno de los tres sabe por qué el dirigente estudiantil llegó a la conclusión de que ellos apoyaban a Israel.
“De repente, había un montón de gente gritándonos ‘sionistas’”, dice Weinberg. “Nos puso un blanco en la espalda”.
El jueves, el incidente cobró otra relevancia cuando en las redes sociales reapareció un video de enero donde el mismo dirigente de la protesta, Khymani James, dice “los sionistas no merecen vivir, agradezcan que no salgo a matar sionistas”.
Al día siguiente, las autoridades de la Universidad de Columbia anunciaron que habían prohibido el ingreso de James a las instalaciones.
La Universidad de Columbia se ha convertido en epicentro de un movimiento estudiantil a nivel nacional contra el tratamiento que reciben los palestinos de parte de Israel, con protestas y acampes a lo largo y a lo ancho de Estados Unidos. En las últimas semanas, fueron arrestados cientos de manifestantes en las universidades de Yale, Emerson, del Sur de California, y muchas más.
Los manifestantes propalestinos consideran que Israel está cometiendo un genocidio contra el pueblo palestino, y dicen su objetivo es mantener la atención pública sobre el sufrimiento de ese pueblo. Pero algunos estudiantes judíos que apoyan a Israel y lo que consideran su derecho a defenderse contra Hamas dicen que desde que empezaron las protestas no caminan tranquilos por el campus. Y viven las denuncias de sionismo y los llamados a un levantamiento palestino como un ataque directo a los judíos.
La tensión apunta al nudo de una pregunta que ha desatado una polémica entre observadores y críticos de las protestas: ¿a partir de qué momento el discurso político propalestino en tiempos de guerra cruza la línea del antisemitismo que las universidades han prometido combatir?
Pero si bien es un asunto que interpela a los funcionarios políticos, a las autoridades universitarias y a algunos estudiantes judíos, dentro de los acampes, la noción misma de antisemitismo apenas se discute, en parte porque los manifestantes no creen que la etiqueta se aplique a su activismo ni a sus reclamos. De hecho, los líderes de la protesta destacan la participación de estudiantes activistas judíos y niegan que la seguridad de los partidarios de Israel esté en riesgo.
También hacen una distinción entre el antisionismo, que describe la oposición al Estado judío de Israel, y el odio hacia el pueblo judío en general. Es un argumento que muchos judíos ven como una excusa que encubre su intolerancia.
La semana pasada, en una carta dirigida a sus estudiantes, las autoridades de la Universidad de Columbia buscaron dejar en claro el problema al que se enfrentan. “Sabemos que muchos de ustedes se sienten amenazados por la atmósfera y el lenguaje de la protesta y han tenido que abandonar el campus”, escribieron. “Eso no puede pasar”.
Y advirtieron: “Los cánticos, carteles, burlas y publicaciones en las redes sociales de nuestros propios estudiantes que se burlan y amenazan con ‘matar’ a los judíos son totalmente inaceptables, y los estudiantes de Columbia que estén involucrados en tales incidentes tendrán que rendir cuentas”.
“No se sienten seguros”
Pero las denuncias de intolerancia y acoso a los judíos exceden el marco de los acampes propalestinos y derrama sobre otros sectores de las universidades.
Jimmy Hayward, un estudiante de primer año de Columbia que no es judío, dice que varios de sus amigos estudian en el Seminario Teológico Judío afiliado a Columbia y que están muy nerviosos. “A mis amigos del STJ hay que acompañarlos hasta el campus porque no se sienten seguros caminando solos”.
Los carteles dentro y alrededor del acampe de Columbia incluyen consignas altruistas como “El mundo pertenece al pueblo y el futuro nos pertenece a nosotros”, atribuidas al revolucionario comunista chino Jiang Qing, pero también hay menciones que celebran la violencia, como “quien se solidarice con nuestros cadáveres pero no con nuestros misiles es un hipócrita y no es uno de nosotros”.
En la Universidad de Michigan, algunos estudiantes judíos manifiestan su incomodidad al tener que pasar caminando rumbo a clase entre manifestantes que corean “¡Viva la intifada!”, la palabra árabe para “levantamiento”, que suele ser utilizada para describir los períodos de violencia palestina contra los israelíes.
Tessa Veksler, una estudiante judía de la Universidad de California en Santa Bárbara, se alarmó al ver un letrero en la puerta del centro de estudiantes de su facultad que decía: “No se permiten sionistas”.
Los manifestantes niegan que su movimiento haga sentir inseguros a los estudiantes proisraelíes.
Nas Issa, un graduado de Columbia que apoya y asesora a los organizadores de las protestas, dice que no es lo mismo sentirse incómodo que sentir que estás en peligro, “especialmente si sientes que tu identidad está ligada a las prácticas de un Estado en particular o a una ideología política determinada”.
“Eso puede afectarlos personalmente, y creo que es comprensible”, señala Issa, que es palestino. “Pero no hay que mezclar incomodidad con inseguridad, porque lleva a conclusiones erradas”.
Cuando se los presiona, los manifestantes dicen que son antisionistas pero no antisemitas.
Sin embargo, es una distinción que no todo el mundo compra…
“Tomemos cualquier otra minoría étnica o religiosa”, dice Eden Yadegar, estudiante de tercer año en Columbia. “¿Sólo los aceptaríamos si estuvieran dispuestos a denunciar una parte constitutiva de su identidad religiosa o étnica? La respuesta es un no rotundo. Entonces, ¿por qué estaría bien decir que aceptamos a los judíos, pero sólo si reniegan de su conexión religiosa, social y étnica con tu patria? Es ridículo”.
El video del líder estudiantil Khymani James concitó tanta atención que hasta el vocero del presidente Joe Biden emitió un comunicado diciendo que “son comentarios peligrosos y repudiables que revuelven el estómago y deberían ser un llamado de atención”.
Otros advirtieron que las palabras de un activista no definen la opinión de un movimiento que lo excede y mucho.
“Cuando te sumás a una protesta escuchás de todo”, dice el reverendo Michael McBride, fundador del comité de acción política Black Church, que apoya el alto el fuego en Gaza, y agrega que los comentarios de James no reflejan ni son representativos del movimiento contra la guerra en Gaza.
Avi Weinberg, la estudiante que se vio rodeada por James y otros manifestantes del acampe de Columbia, dice estar traumatizada por lo que pasó. “La universidad era consciente de que el discurso era ese y puso en riesgo a sus estudiantes”, dice Weinberg. “Y eso no me lo puedo sacar de la cabeza”.
Por Katherine Rosman
Traducción de Jaime Arrambide
Otras noticias de Estados Unidos
Más leídas de El Mundo
Nueva fase. El juego político en las potencias mundiales que explica la última escalada en la guerra de Ucrania
Tensión en Ucrania. EE.UU. y países europeos cierran sus embajadas en Kiev ante el riesgo de un “ataque aéreo significativo” de Rusia
Desregulación y ajuste. El abrupto giro a la derecha de Nueva Zelanda tras tener uno de los gobiernos más progresistas del mundo
1000 días de guerra. Ucrania, agotada: “Quizás vale la pena decir de acuerdo, tomen esta parte, pero déjennos en paz”