El 11 de Septiembre fue un autoatentado y las Torres Gemelas fueron demolidas para culpar al terrorismo islámico, a Hugo Chávez le inocularon el cáncer que lo mató, Lee Harvey Oswald no fue el asesino de John Kennedy, el hombre nunca llegó a la Luna y el alunizaje fue filmado en un estudio así la NASA y Estados Unidos podían ganarle a los soviéticos, Paul McCartney se murió en 1966 y el resto de los Beatles lo reemplazó por un actor, una sociedad secreta y poderosísima de "iluminati" controla y gobierna el nuevo orden mundial...
En la forma de leyendas urbanas o en la de sorprendente y ominosos relatos, las teorías conspirativas no son hijas del Siglo XX. Son tan viejas como la humanidad y recorren la religión, la historia y la geografía: Jesús estaba casado con María Magdalena, las pirámides egipcias fueron construidas por alienígenas y (¡una que siempre se reinventa!) la tierra es plana.
Siempre fueron populares, independientemente de que la evidencia no sólo no las confirme sino que las contradiga. Y a medida que su fama e influencia crecen de la mano de las redes, politólogos, sociólogos y psicólogos buscan cada vez más identificar por qué cientos de miles de personas de todo el mundo creen, por ejemplo, que Hitler no murió en el bunker de Berlín y vivió varias décadas más en la Argentina o que el tsunami de 2004 en el sudeste asiático fue en realidad una bomba norteamericana.
La historia pocas veces trae explicaciones totales de sus capítulos más importantes, quedan baches que el tiempo y la investigación -y también las teorías conspirativas- van llenando. Ante el vacío de información, la ambigüedad o la incertidumbre respecto del futuro, la necesidad de cierre cognitivo transforma esas teorías en explicaciones convincentes por su simpleza y rapidez. Los especialistas identifican otros rasgos en los "conspiracionistas": la necesidad de sentirse diferente y exclusivo al saber algo que otros no, la falta de instrucción educativa, etc.
Relatos fantásticos y divertidos, esas tramas secretas son muchas veces un entretenimiento más que otra cosa. Otras veces cuestionan tanto las explicaciones oficiales que sirven para investigar más allá de lo pensado. Y muchas otras son narrativas negacionistas con un fuerte impacto en el mundo, un efecto que –como muestran las tres mayores teorías conspirativas de 2018- puede ser muy peligroso y amenazar el presente y el futuro.
"El cambio climático no existe"
Dos tipos de argumentos sostienen esta teoría conspirativa. El primero, que la temperatura global no ha aumentado sino que es un ciclo natural de modificación del clima y que el cambio climático no existe sino que es un invento de varias naciones para neutralizar la economía norteamericana. El segundo es que si la temperatura efectivamente aumenta, no es por culpa de la actividad del hombre, como indican la gran mayoría de los expertos. A este grupo de negacionistas pertenecen varios millones de personas, un puñado de científicos y hasta un presidente: Donald Trump.
Esta semana los conspiracionistas del clima recibieron dos malas noticias. Europa tuvo, por un lado, el día más caluroso de su historia. Un informe exhaustivo basado en tres estudios diferentes llegó a dos conclusiones: el nivel de unanimidad sobre el alza de las temperaturas es de 99% en la comunidad científica y, por otro lado, que en los últimos 2000 años no hubo nunca un período como este de aceleración de las temperaturas.
El problema es que la temperatura del planeta sube sin parar y mientras más se caliente la tierra, más serán los fenómenos destructivos de clima extremo en cada rincón del mundo. Para contener el alza son necesarias no sólo las políticas públicas y privadas sino también la acción individual. Si se cree en la teoría de que el cambio climático no existe, esa acción nunca llegará.
"Las vacunas son un arma de los laboratorios para contagiar enfermedades"
Uno de los mayores problemas de la catástrofe que es hoy Venezuela es el regreso de epidemias casi erradicadas: sarampión, malaria y difteria. Estados Unidos fue también testigo este año de un alarmante brote de sarampión. Detrás de una y otra crisis sanitaria, hay razones casi opuestas. El sarampión de Venezuela volvió porque la debacle es tal que los insumos médicos casi no existen ya en el país. En Estados Unidos, porque un creciente número de personas está convencido de que las vacunas contienen ingredientes secretos destinados a enfermar a la gente en lugar de inmunizarla. Financiados por personalidades de los negocios y la cultura, los anti-vacunas crecen en número e influencia a pesar de que la comunidad médica, horrorizada, produce una y mil pruebas de que sus argumentos son falsos.
"El Rusiagate es un invento para dañar a Trump"
Los seguidores más rabiosos del presidente norteamericano y él mismo también suelen decir a los cuatro vientos que la investigación de la influencia rusa en las elecciones de 2016 es una construcción demócrata para dañar al mandatario, una "caza de brujas" en definitiva. Esa teoría conspirativa ignora una realidad que amenaza, cada vez más, a las democracias occidentales: la injerencia de países extranjeros en los comicios crece a medida que la tecnología avanza y lo habilita. Un informe del Senado de Estados Unidos reveló que hackers rusos habían logrado penetrar, en octubre de 2016, los sistemas electorales de todos los estados norteamericanos y que podían borrar o cambiar votos a voluntad. Esa injerencia no solo apuntó a Estados Unidos; los comicios de varios países europeos fueron también hackeados el año pasado.
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