Las trágicas consecuencias del terremoto en Turquía podrían marcar el destino político de Recep Tayyip Erdogan
Cuando faltan pocos meses para las elecciones generales, el trauma de este momento podría determinar el futuro del presidente, que enfrenta críticas por la respuesta a la crisis
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WASHINGTON.- La figura del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, gravita sobre la política de su país desde hace una generación. Reformista liberal devenido en autócrata nacionalista, Erdogan es la figura más transformadora e influyente de la historia de la República de Turquía desde su fundador, Mustafa Kemal Atatürk. Erdogan se prepara para las cruciales elecciones presidenciales y parlamentarias de mayo, cuando los votantes decidirán si extender sus 20 años de gobierno y de su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). Y todo pende de un hilo: la inflación es galopante, el valor de la lira turca se derrumbó, y si uno escucha a los críticos de Erdogan, hasta el futuro de la democracia turca estaría en peligro.
Pero el lunes se produjo una catástrofe sin precedentes. Los rescatistas y voluntarios siguen removiendo los escombros dejados por un terremoto de magnitud 7,8° y sus réplicas, que sacudieron un vasto territorio del sur de Turquía y el noroeste de Siria. Tan solo en Turquía murieron más de 9050 personas y otras 35.000 resultaron heridas. Y se teme que miles más sigan atrapadas entre las ruinas, ya sea muertas o moribundas debido al crudo invierno que complica las tareas de rescate.
El martes, Erdogan declaró el estado de emergencia durante tres meses en las 10 provincias afectadas. En conferencia de prensa, anunció que su gobierno destinaría más de 5000 millones de dólares para paliar la emergencia y que despacharía a decenas de miles de trabajadores de asistencia y seguridad para colaborar con la reconstrucción.
Durante esa conferencia de prensa, y en un giro que no presagia nada bueno, un Erdogan visiblemente enojada apuntó contra las críticas de sus opositores sobre aparentes dificultades o fallas en las tareas de alivio, tildándolas de “tergiversaciones y noticias falsas”, y advirtió que su gobierno eventualmente perseguiría a quienes “intentan provocar caos social”. Más tarde ese mismo día, un fiscal de la ciudad de Estambul abrió una investigación penal contra dos periodistas que habían cuestionado la respuesta del gobierno ante la crisis.
Pero mientras arranca la dolorosa reconstrucción, el presidente turco tal vez se esté preparando para su efecto rebote. Cuando faltan pocos meses para las elecciones generales, el trauma de este momento podría determinar el destino político de Erdogan. Hay mucha bronca por la gente que sigue atrapada entre los escombros a la espera de ayuda. Hace apenas dos semanas, un importante político opositor de la ahora golpeada provincia de Hatay había aparecido en televisión quejándose de la falta de iniciativa del gobierno de Erdogan para mejorar los mecanismos de respuesta de la región ante un eventual terremoto.
“Los analistas políticos dicen que Erdogan, que está monitoreando personalmente la respuesta, intenta adelantarse a un posible rebote político que lo acuse de falta de preparación, de prácticas edilicias corruptas y deficientes y por el uso de un fondo destinado a terremotos”, señaló el diario The Wall Street Journal.
“No hay una coordinación profesional de la asistencia”, dice Ugur Poyraz, secretario general del Partido Iyi, nacionalista y de centroderecha. “Los ciudadanos y los equipos locales se están sumando a las operaciones de rescate para sacar a las personas de los escombros”.
Soner Cagaptay, un académico turco del Instituto Washington para la Política de Medio Oriente y autor de numerosos libros sobre el presidente turco, dice que Erdogan podría tener serios problemas políticos si su gobierno no lograra acelerar el rescate y la asistencia a tantas personas. “Las próximas 48 horas serán decisivas para la carrera de Erdogan”, dice Cagaptay.
Los analistas recuerdan las consecuencias que tuvo el gran terremoto anterior que sufrió Turquía. En 1999, un sismo sacudió las inmediaciones de Estambul, con un saldo de 17.000 muertos y más de 40.000 heridos. El desastre dejó expuesta la laxitud y chapucería de los estándares de construcción en muchos edificios del país, así como la esclerosada inoperancia del Estado turco, tras décadas de kemalismo laico ortodoxo en el gobierno. El evento allanó el camino para la llegada al poder del movimiento más religioso de Erdogan, alimentada por un deseo popular de cambio y eficiencia estatal.
“La incompetencia y el fracaso del gobierno turco frente al terremoto de 1999 jugó un papel crucial en el debilitamiento de los predecesores de Erdogan y generó la apertura política para la llegada del AKP en 2002″, dice Howard Eissenstat, del Instituto para Medio Oriente.
“Después de todo, el AKP no ganó sus primeras elecciones con promesas de más islamismo y beligerancia internacional, sino más bien prometiendo transparencia y gestión. Prometían eficacia, no revolución”, añadió.
Ahora lo que está en duda es justamente la eficacia, en especial porque Erdogan se jacta desde hace años de sus faraónicos proyectos de construcción en todo el país. “En 2018, casi dos décadas después del intenso terremoto de 1999, Turquía finalmente aprobó regulaciones y leyes sobre terremotos”, escribió Asli Aydintasbas, de la Brookings Institution, en una columna de opinión en The Washington Post.
“Pero esa normativa ha sido más honrada en los papeles que en la práctica”, agrega en su artículo. “Erdogan ha dicho repetidamente que la industria de la construcción es la joya de la corona de su economía, alentando tácitamente la falta de controles. Los grandes contratos del Estado turco siempre van a parar a los mismos amigos del gobierno. Que cada cual saque sus propias conclusiones”.
Traducción de Jaime Arrambide
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