Las teorías más insólitas del entorno de Pedro Castillo para explicar el autogolpe de Estado en Perú: “No se acuerda de nada”
Drogado, borracho, trastornado, inducido, desmemoriado... los allegados del expresidente peruano cerraron filas con una defensa elemental basada en que no tenía noción de lo que hacía cuando anunció la disolución del Congreso
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No sabía lo que decía. No se acuerda. Estaba borracho, drogado, mareado. Alucinaba. Se lo escribió la derecha, los medios, Estados Unidos. Eso de disolver el Congreso y gobernar por decreto era solo una forma de decir, un comentario de nada, tirado al pasar.
Mientras muchos peruanos entienden que el expresidente Pedro Castillo llegó a la cárcel para quedarse, y con justa razón, sus allegados se las ingenian para sacar de la galera las teorías más excéntricas para justificar su accionar cuando decidió ejecutar un autogolpe de Estado el pasado miércoles. Congresistas aliados, dirigentes afines y otros personajes creen que no todo está perdido, y aspiran a controlar los daños.
La batalla se juega en el discurso golpista, con el cual el miércoles pasado Castillo se hizo con la suma del poder público y redibujó las instituciones, quizás, quién sabe, con el mismo lápiz gigante que llevaba, como símbolo de su pasado docente, durante la campaña presidencial.
Uno de los caballitos de batalla es destacar un problema de conciencia de Castillo. Pero no de conciencia moral por haber dado un golpe de Estado. La otra conciencia, la psicológica, la de tener un sentido de la realidad. Esa es la tesis, por ejemplo, del exlegislador Guido Bellido, a quien supuestamente Castillo le hizo esta confidencia cuando lo visitó en la cárcel.
“Yo le he consultado al presidente de por qué ha leído ese mensaje, el presidente no recuerda lo que ha leído. Yo le he tratado de consultar y él me dice: ‘No recuerdo, Guido’. No sabemos quién ha conspirado, pero el presidente no recuerda. La investigación va a tener que aclarar”, dijo Bellido suelto de cuerpo en una entrevista.
Más adelante insistió con la desmemoria del expresidente y pidió estudios toxicológicos y revisar las cámaras de seguridad, porque, al momento de leer el discurso, Castillo “no se encontraba dentro de sus facultades”, y eso hace presumir “que pudo haber sido inducido”.
Un psicoanalista llegó a decir, entrevistado por el diario La República, y reforzando sin querer la teoría de Bellido, que cuando escuchó el discurso, se “impresionó” y que fue escuchar “como a alguien que no se daba cuenta en qué realidad se movía”. Y dijo que, con el nuevo gobierno, “hay una esperanza, [Dina] Boluarte tiene más sentido de la realidad que su predecesor”.
Pero si no estaba en pleno uso de sus facultades, o si nunca tuvo facultades, ¿entonces de quién fue la idea del golpe? ¿Quién le puso las drogas, el alcohol? ¿Quién se aprovechó de su inocencia, por así decirlo? Las respuestas no escasean: por estos días, de hecho, se venden al por mayor. Por ejemplo, de parte de Edgar Tello, congresista del Bloque Magisterial.
“Lamentablemente, al haberse rodeado de grupos neoliberales, caviares, Patria Roja y oportunistas de todo tipo… lo condujeron a tomar la decisión de quebrantar la democracia por la cual votó el pueblo peruano”, dijo Tello.
Conspiración
Puestos a dar nombre y apellido, los defensores improvisados de Castillo apuntan a dos dirigentes de su entorno, Betssy Chávez y Aníbal Torres, sus dos últimos jefes de gabinete. Y ni siquiera habría sido por iniciativa directa de estos dirigentes, sino que respondían a alguna fuerza oscura que conspiraba contra el pueblo.
“Betssy Chávez y Aníbal Torres lo indujeron a tomar una medida institucional, me atrevería a decir que fueron infiltrados”, dijo el legislador Américo Gonza. Chávez, de quien se tiene evidencia, eso sí, de que como mínimo estaba al tanto del golpe, se sacudió cualquier responsabilidad: “El presidente como que sabe escribir, sabe leer”.
Otra línea de defensa vino por el lado del contenido mismo del discurso. O mejor dicho, de la forma en que Castillo lo enunció. Quién sabe, capaz que solo estaba pensando en voz alta, como quien canta en la ducha. Hablaba por hablar nomás. Así lo explica la legisladora Kay Ugarte.
“La presunción de inocencia existe. Él no ha firmado ningún documento que haga golpeado al país. En principio, solo fue un decir”, señaló Ugarte. Lo mismo sostuvo su colega Pasión Dávila: “Para mí no es delito (el golpe de Estado). Lo que hizo el presidente fue emitir su opinión. Es una opinión, porque el acto no lo ha consumado”.
El columnista Augusto Álvarez Rodrich se cansó de escuchar los fantasiosos argumentos sobre ese mediodía nefasto. “Ni loco, ni drogado, ni presionado -escribió-, sino solo un absoluto ignorante, sin habilidad intelectual, ni preparación para ejercer la presidencia, ni capacidad de aprender, al menos, que requería un equipo mínimo sin mediocres, embusteros, ladrones y oportunistas”.
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