Las tensiones y la polémica que rodean al primer encuentro entre Biden y el papa Francisco
Imponente dispositivo de seguridad en la capital italiana, sede de la primera cumbre presencial de los poderosos del mundo después de la pandemia; temor a protestas
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ROMA.- El ambiente se corta con cuchillo. Ya ha comenzado la cuenta regresiva para el día D, cuando a partir de mañana comenzará a llegar aquí un verdadero aluvión de líderes poderosos del planeta y sus delegaciones para participar del primer G-20 presencial después de la pandemia.
El férreo dispositivo de seguridad también incluye el Vaticano, donde mañana el papa Francisco recibirá al presidente estadounidense Joe Biden. En la vía della Conciliazione, por donde pasará la denominada “bestia” –el blindado ya llegado a Roma hace varios días que transportará a Biden hasta el Palacio Apostólico-, ya podían verse las cintas amarillas que suelen usarse para despejar la zona.
Acompañado por la primera dama, Jill, Biden será el tercer presidente de Estados Unidos que pisa el Vaticano durante el pontificado de Francisco. El exarzobispo de Buenos Aires recibió a Barack Obama, con quien tuvo enorme sintonía y luego a Donald Trump, personalidad en sus antípodas con quien discrepaba en cuanto a temas cruciales como inmigración, refugiados y ambiente, sólo por nombrar algunos.
Biden es el segundo presidente católico de Estados Unidos después de John Fitzgerald Kennedy, va a misa todos los domingos y es un gran admirador del Papa, a quien ya vio otras veces. Como vicepresidente de Obama, estuvo en la ceremonia de su asunción del 19 de marzo de 2013 en el Vaticano y luego estuvo con él en Washington y Filadelfia, cuando Francisco hizo su histórico viaje a Estados Unidos, en 2015. En esas oportunidades y en otra durante una visita a un seminario en el Vaticano, incluso trascendió que el Papa habló con él de la dramática pérdida de su hijo Beau; y no por nada desde que se instaló en la Casa Blanca, Biden puso sobre un escritorio del Salón Oval una foto de los dos en la que se los ve saludándose afectuosamente.
Pese a esta “buena onda”, que deriva del hecho de que Biden es básicamente la antítesis de su predecesor, Trump, la atención mediática estadounidense está puesta sobre lo que teóricamente divide a los dos, que es el tema del aborto. Biden profesa un catolicismo humanista para defender la justicia social, económica y racial. Y puede resultar también liberal en varias cuestiones sociales muy delicadas y que dividen en su país, marcado por la polarización. Contrario a la pena de muerte, pretende abolirla a nivel federal, nombró en su gobierno a homosexuales y personas transgénero y, al mismo tiempo, apoya el fallo de la Suprema Corte en 1973 en el caso Roe v. Wade, que aseguró a las mujeres el derecho al aborto, socavado durante el mandato de Trump.
El tema obsesiona a gran parte del episcopado estadounidense, donde una ala conservadora quisiera prohibirle la comunión a Biden y demás políticos favorables a la interrupción voluntaria del embarazo y que incluso querría próximamente (mediados de noviembre) aprobar un documento en este sentido.
Ante una pregunta sobre esta delicada cuestión al regresar de su viaje a Eslovaquia, Francisco fue claro: aunque recordó que para la Iglesia el aborto es un homicidio, aseguró que los obispos debían comportarse como pastores, no politizar la cuestión y no condenar a nadie. ¿Hablarán de esto en su cara a cara de mañana, en el que estarán acompañados por intérpretes?. “Seguramente no, Biden no irá a confesarse con el Papa... Sino que seguramente hablarán de muchos otros temas de importancia global, a partir del G20, la pandemia, los conflictos que aquejan al mundo, Siria, Líbano, Medio Oriente, la crisis de refugiados, Afganistán, el cambio climático”, dijo a LA NACION una fuente informada.
En un fiel reflejo del interés mediático por este primer cara a cara entre el Papa del fin del mundo y el líder de la superpotencia occidental, los grandes canales de noticias de Estados Unidos levantaron un palco en la zona adyacente a la Plaza de San Pedro, para cubrir el evento minuto a minuto con la Basílica de San Pedro de magnífico fondo.
Sin embargo ayer reinaba gran frustración, ya que si bien el Vaticano, que desde el comienzo de la pandemia por coronavirus no permite el ingreso de periodistas durante las audiencias a jefes de Estado y de gobierno, había anunciado que haría una transmisión en directo de la llegada de Biden a la Sala del Tronetto, donde el Papa suele salir al encuentro de sus invitados ilustres, antes de encerrarse con ellos en la Biblioteca del Palacio Apostólico, pero finalmente hubo un cambio de idea. La Sala de Prensa anunció que se había anulado esa transmisión en vivo, que suele ser esencial para ver gestos, miradas y el “body language” de los dos protagonistas de la audiencia; como siempre las imágenes podrán verse más tarde, en diferido.
La cancelación del vivo provocó airadas protestas de la prensa acreditada en contra de las restricciones a la cobertura. El Vaticano sin embargo recordó que las limitaciones están vigentes desde el inicio de la pandemia y que se aplicaron a todos los jefes de Estado y de Gobierno que fueron recibidos desde entonces por el Papa.
Además de con Biden, Francisco se reunirá mañana con el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in; y, el sábado por la mañana, con primer ministro de la India, Narendra Modi, que por primera vez se reunirá con el máximo líder de la Iglesia católica
Operativo de seguridad
La cumbre del G-20 será el sábado y domingo en el histórico barrio de época fascista del Eur, lejos del centro, que pasó a ser “zona rossa”, es decir, un área hiper custodiada y prácticamente inaccesible sin un permiso especial. Pero también el resto de la capital, donde se alojarán los jefes de las principales economías del planeta, tendrán lugar reuniones bilaterales y diversos eventos en su honor, se encuentra blindada como nunca. Hay más de 5000 agentes desplegados, el espacio aéreo está cerrado, hay drones, helicópteros, áreas cerradas al tránsito, francotiradores y todo lo posible e imaginable para la protección de los jefes de Estado y de gobierno.
Por temor a protestas, un clásico durante este tipo de reuniones, el Ministerio del Interior incluso ha decidido el cierre de fronteras. Y la tensión es palpable en el ambiente. Aunque fue hace mucho tiempo, sigue fresco el recuerdo del G7 de Génova de 2001, cuando la ciudad portuaria fue tomada por asalto por manifestantes anti-globalización, anarquistas y black-blocs de toda Europa, hubo destrozos y violentos enfrentamientos con la policía en los que incluso murió un joven.
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