Las protestas en China desenmascaran el dilema de la política de “Covid cero” de Xi Jinping
El líder reelegido en octubre para un tercer mandato no puede dar el brazo a torcer, pero necesita controlar los reclamos populares
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PEKÍN.- Las inusuales protestas callejeras que se desataron en ciudades de toda China durante el fin de semana son una especie de referéndum en contra de la política de “Covid cero” del presidente Xi Jinping, y según los analistas representan el desafío público más fuerte que ha enfrentado en su carrera política.
Desde las manifestaciones de la Plaza Tiananmen de 1989, nunca tantos ciudadanos chinos se arriesgaron a ser detenidos o sufrir otras consecuencias por ganar las calles con una misma consigna.
“Durante los 10 años de Xi en el poder, nunca hubo manifestaciones de bronca pública tan generalizadas contra una política del gobierno”, dice Bates Gill, experto en cuestiones chinas del centro de estudios Asia Society.
La insatisfacción ciudadana con la política de “Covid cero” de Xi, expresada en las redes sociales, con pegatinas de carteles en las universidades, y también en estas marchas de protesta, son el mayor desafío interno que enfrentó el mandatario desde las manifestaciones de 2019 contra ley de extradición en Hong Kong.
En octubre, durante su discurso ante el 20º Congreso del Partido Comunista donde consiguió un tercer mandato al frente del país, Xi hizo propia la responsabilidad de liderar la “guerra” contra el Covid-19, justificó su estrategia de “Covid cero” en la necesidad de “poner a las personas por encima de todo” e incluyó esa política “correcta” en la lista de logros de su gobierno.
A casi tres años del inicio de la pandemia, ahora China dice que su política no aspira a tener cero casos en todo momento, sino que la idea es aplicar medidas “dinámicas” cuando surgen focos de infección.
Los analistas señalan que si bien las protestas son vergonzosas para Xi, lejos están de poder derrocarlo, porque el mandatario tiene control total sobre la maquinaria del partido, el Ejército, la seguridad y el aparato de propaganda.
Mientras que algunos manifestantes coreaban “¡Abajo Xi Jinping, abajo el Partido Comunista de China!”, la mayoría solo apuntaba a resistir el confinamiento de sus complejos residenciales o reclamaban la exención de las pruebas frecuentes del virus.
“Cuando satisfagan esos intereses propios, la mayoría se tranquilizará y seguirá con su vida”, dice Chen Daoyin, exprofesor de la Universidad de Derecho y Ciencias Políticas de Shanghái, radicado en Chile.
Antecedentes
Los estudiantes que participaron de las protestas no están demasiado organizados ni tienen un líder, agrega Chen. Hubo protestas en Pekín, Shanghái, Wuhan, Chengdu y Urumqui. Cuando se produjeron las protestas de la Plaza Tiananmen y la represión por parte de las autoridades chinas, última ocasión en que las manifestaciones terminaron con el reemplazo del secretario general del partido, entre los principales dirigentes comunistas hubo fuertes divisiones internas sobre cómo manejar la crisis y qué camino debía tomar China en el futuro.
No es el caso de Xi. Con el reciente apoyo que consiguió congreso, Xi renovó su mandato como líder del partido y comandante en jefe de las fuerzas militares, y colocó a acólitos que le responden en todos los puestos importantes del partido, y los dirigentes que antes expresaban puntos de vista opuestos o gobernaban con un estilo diferente fueron marginados.
Si bien gracias esa autoritaria recomposición interna Xi concentró aún más poder, ese arreglo también tiene puntos vulnerables, tal como queda expuesto por las protestas.
“Al rodearse de personas que solo le dicen lo que quiere escuchar, Xi se encerró a sí mismo en una cámara de resonancia, y eso puede haberlo llevado a subestimar o perder el contacto con los millones de personas que han sufrido por su política frente al Covid”, dice Lance Gore, experto en China del Instituto del Este de Asia, con sede en Singapur.
Encerrona
Las protestas amplifican un problema que se fue agigantando para Xi: cómo abandonar una política que inicialmente era su motivo de orgullo y que poco a poco se convirtió en un lastre cada vez mayor.
Si tuviera que ceder a la presión pública y dar marcha atrás con su “Covid cero”, parecería una muestra de debilidad, lo que alentaría futuras protestas cada vez que la gente no esté de acuerdo con sus medidas.
“Si abandona su estrategia previa, el mensaje que recibiría la gente es que su política de ‘Covid cero’ fracasó por completo y Xi tendría que asumir la responsabilidad de ese fracaso”, dice Teng Biao, activista de derechos humanos, abogado y académico. “Y eso deterioraría su imagen pública”.
En eso los analistas coinciden: Ceder es ajeno el carácter de Xi. En septiembre, cuando habló en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái que se celebró en Uzbekistán, Xi enfatizó la necesidad de prevenir una “revolución de colores” o protestas contra el gobierno. En un discurso a puertas cerradas también lamentó que el Partido Comunista Soviético se haya derrumbado “porque nadie fue lo suficientemente hombre” para estar a la altura del desafío que enfrentaba ese país.
Riesgos
Si Xi decide modificar su política para hacer frente al Covid antes de que China esté debidamente preparada, podría provocar una ola generalizada de contagios y fallecimientos, y el colapso sistema de salud, consecuencias difíciles de digerir.
Pero si decide insistir sin haber encontrado la fórmula del éxito, corre el riesgo de que la ciudadanía se harte del todo por el progresivo y sostenido deterioro de la situación económica.
El mes pasado, Xi intentó modificar su estrategia de “Covid cero” con un plan de “20 pasos”, tendientes a estandarizar las medidas de prevención y hacerlas menos lesivas para la gente y la economía. Pero como el mandatario no ha renunciado oficialmente a esa estrategia de frenar todos los brotes e intentar erradicar la enfermedad, muchos gobiernos locales siguen siendo cautelosos e implementan confinamientos y cuarentenas más estrictas que los estipulados en los “20 pasos”.
“En esta etapa, no parecen saber para dónde agarrar”, dice Willy Lam, investigador de la Fundación Jamestown. “Por un lado, Xi y su facción parecían ser todopoderosos. Pero al mismo tiempo, se advierte una ausencia total de respuesta por parte del gobierno”.
Por Yew Lun Tian y Martin Q. Pollard
Agencia Reuters
(Traducción de Jaime Arrambide)
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