Las pandemias, ejes de históricos cambios sociales y económicos
Tan viejas como la humanidad, las hecatombes provocadas por agentes patógenos desconocidos son capaces de matar economías y modificar sociedades. Sin embargo, a pesar del alto precio que exigen a los hombres, la historia demuestra que sus efectos no siempre son totalmente negativos.
En 430 A.C., durante el segundo año de guerra contra Esparta, la ciudad de Atenas fue azotada por una afección desconocida que causó pánico, desesperación, provocó la muerte de un tercio de la población y evaporó la fe en las instituciones y en los valores sagrados. Según Tucídides, "la catástrofe fue tan arrolladora que los hombres, sin saber lo que sucedería con ellos, se volvieron indiferentes a los mandatos de la religión y de la ley".
Sin embargo, contrariamente a lo que se pensó durante siglos, la pestilencia ateniense y sus consecuencias no tuvieron en la sociedad los efectos sísmicos de plagas posteriores que azotaron el mundo. "La democracia demostró ser más fuerte que la enfermedad. En vez de derrumbarse, su sistema evolucionó y se fortaleció", argumentan Josiah Ober y Federica Carugati en un estudio que será publicado por la Universidad de Stanford.
La llave de esa resiliencia parece haber sido, precisamente, el ejercicio de la democracia propio de los atenienses, basado en la libertad de expresión y la verdad. "Somos una democracia. No logramos cosas por la fuerza, sino a través del conocimiento compartido y la cooperación", dijo la canciller Angela Merkel al anunciar la necesidad de confinamiento. Lo mismo sucedía con los atenienses, para quienes la franqueza y la buena información eran los valores más preciados de la sociedad.
Peste negra: de horror a catalizar el avance occidental
En el siglo XIV, una epidemia de peste se propagó por Asia, Europa y África a la velocidad del rayo, amenazando el orden del mundo mucho más que las invasiones mongoles. "Fue algo totalmente diferente que penetró en la circulación del planeta conocido hasta entonces. Con un impacto mucho más decisivo: la enfermedad", relata el historiador británico Peter Frankopan en su libro "Las Rutas de la Seda".
A juicio de Frankopan, el efecto más notable de las conquistas mongoles sobre la transformación de Europa no fue resultado del comercio, la guerra, la cultura o la moneda, sino esa epidemia de peste.
Aunque aún nadie sepa a ciencia cierta adónde nació, los científicos saben que avanzó en forma fulminante, propagada por las pulgas, los roedores y los camellos a partir de la estepa euroasiática para atravesar Europa, Irán, Medio Oriente, Egipto y la península arábiga.
La peste negra se instaló realmente en 1346 cuando, según la fórmula de un contemporáneo italiano, "una misteriosa enfermedad que provoca una muerte brutal" barrió la Horda de Oro (estado mongol que abarcaba los territorios actuales de Rusia, Ucrania y Kazajistán) que rodeaba las factorías genovesas de Caffa, en la actual Crimea.
Como sucedió a lo largo de la historia, los itinerarios comerciales que unían Europa al resto del mundo también esa vez se convirtieron en rutas para la transmisión de la Peste Negra. Los habitantes de Messina, en la isla de Sicilia, lo comprendieron demasiado tarde, cuando vieron a los mercaderes genoveses escupir sangre y cubrirse de forúnculos… Se estima que Europa perdió por lo menos un tercio de su población: 25 millones de personas sobre un total de 75 millones. No obstante, paradójicamente, esa pandemia feroz terminó convirtiéndose en el catalizador del triunfo de Occidente.
"Es extraño y contrario a la intuición. Pero un traumatismo social de gran envergadura –debido a la guerra o la enfermedad– puede provocar impactos positivos a largo plazo", reflexiona Walter Scheidel, profesor en la Universidad de Stanford.
Precio del trabajo
Uno de los efectos de la peste negra fue una mejora substancial de la condición de los más pobres, que pudieron negociar con las élites. La despoblación aumentó considerablemente el precio del trabajo. Los alquileres se redujeron, los contratos para los campesinos se prolongaron. Las tasas de interés bajaron. Los jóvenes, particularmente solicitados, se beneficiaron con una mejor redistribución de la riqueza y –habiendo visto la muerte de cerca– fueron menos tentados por el ahorro y consumieron más que la generación precedente.
La sociedad de la pospandemia se interesó mucho más en la moda, provocando el rápido desarrollo de la industria textil europea. Naturalmente, no todos tenían los recursos suficientes: la desgracia de Génova hizo la felicidad de Venecia, que comenzó a ejercer un control implacable sobre el comercio de las especias. Pero se podría decir que el aumento del ingreso disponible –y una mayor redistribución del dinero– tuvo una importante influencia en lo que después se llamaría "el Renacimiento".
"Ese mismo fenómeno se repetiría después de la Primera Guerra Mundial, con los famosos ‘roaring twenties’", señala Scheidel.
Gripe española: una mezcla de efectos con la Gran Guerra
En el mes de noviembre de 1918, los cadáveres se atestaban en las callen de la ciudad norteamericana de Filadelfia y las morgues estaban desbordadas. Como su nombre no lo indica, la gripe española también había aparecido en China unos meses antes de propagarse a todos los continentes. En dos años, el peor episodio pandémico del mundo moderno mató a alrededor de 50 millones de personas y afectó seriamente a unas 500 millones.
Numerosos testimonios hablan de la crisis económica que provocó después, quedando como ejemplo de los peligros que una pandemia significa para la economía mundial. Esas consecuencias están reseñadas en uno de los raros estudios consagrados al tema, publicado en 2007 por Thomas Garret, vicepresidente de la reserva federal del estado de Saint Louis.
"En Little-Rock, capital de Arkansas, los comercios funcionan en cámara lenta. Otros cierran definitivamente. Solo los vendedores de camas y las farmacias aumentan las ventas", escribió.
En ese fin de año de 2018, la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) mencionó a su vez la gripe española numerosas veces en sus boletines mensuales, al indicar que los teatros, las escuelas y las iglesias habían cerrado sus puertas en numerosas regiones. "En Alabama, 30 minas de carbón suspendieron su actividad", puede leerse.
Al año siguiente, sin embargo, las referencias a la pandemia en los boletines de la Fed desaparecieron bruscamente. Como si la amenaza hubiera desaparecido apenas se levantaron las restricciones impuestas a las empresas para combatirla.
"Los grandes almacenes, los teatros, etcétera, funcionan como siempre y las escuelas, iglesias y comercios abrieron otra vez", anota la institución, que menciona el restablecimiento de la actividad minera y de la economía en el país.
"Una pandemia que mató a 50 millones de personas en el mundo prácticamente no dejó ningún rastro económico", señaló la agencia Reuters.
Fenómenos
Para los especialistas, el problema que impide hoy identificar los verdaderos efectos de la gripe española en el mundo reside en que se produjo inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial.
"Es casi imposible saber cuál de los dos fenómenos provocó la reducción sensible de las desigualdades que se registraron en los años posteriores a la pandemia", analiza Alexis Körber, responsable de investigación en el instituto BAK Economics.
Y, en efecto, fue como si una suerte de "omertá" se hubiera abatido sobre el recuerdo de la pandemia. En Europa, en Alemania y en Francia en particular, hubo una clara decisión –probablemente inconsciente– de no conmemorar la gripe, sino la Gran Guerra. Así se multiplicaron los monumentos a los muertos, las celebraciones en honor a los soldados que dejaron la vida y un esfuerzo por cimentar la conciencia nacional.
"La epidemia, por el contrario, empezó a desaparecer de la memora colectiva", señala Körber.
En otra parte, con Pasteur, la asepsia, las nuevas reglas de higiene y las vacunas, el mundo en esos años comenzó también a construir una nueva historia de la salud pública. Por entonces, el mundo creía haber terminado con las pandemias. Pronto se darían cuenta cuán equivocados estaban.
Covid-19: un sismo de alcance aún imprevisible
Es legítimo preguntarse que pasará ahora después que la crisis del Covid-19 haya terminado. "Para decirlo brevemente: nadie sabe nada a ciencia cierta", reconoce el politólogo francés Pascale Boniface. "La historia demuestra, sin embargo, que las crisis que siguieron a las pandemias fueron de corta duración. Muchos economistas creen en que un efecto de recuperación se producirá en el segundo semestre de 2020, a condición de que el tejido empresario se mantenga a flote", agrega.
Las proyecciones realizadas predicen una muy alta mortalidad en los países en desarrollo. Mucho menos en los países ricos. No obstante, determinar los efectos de esa mortalidad en la repartición de riqueza es bien difícil. El curso de la epidemia da, sin embargo, algunas indicaciones. Por ejemplo, que la fuerte corrección de los mercados en Estados Unidos pesará sobre la distribución de la riqueza en la sociedad.
Esa consecuencia será probablemente temporaria. Aunque, si la crisis empeora, el mundo podría asistir a un derrumbe más duradero de la economía y, en consecuencia, del valor del capital. Ese factor podría tener, como en crisis anteriores, un efecto más equilibrado en la distribución del capital en la población mundial.
Por otra parte, el pánico vivido por la gente obligará muy probablemente a los gobiernos e instituciones a tomar medidas más drásticas, pero inevitables en un clima de incertidumbre. Habrá una revalorización del Estado bienestar, una redefinición del papel de los bancos centrales y cambios estructurales en los sistemas de salud.
En todo caso, mucho más sofisticadas e interconectadas, las economías modernas también son más sólidas. "Los Estados modernos tienen muy pocas posibilidades de derrumbarse. Es posible que eso suceda con países que ya están en una etapa de desintegración", afirma Samy Chaar, jefe economista de Lombard Odier.
Pero ese escenario solo será posible a condición de que "la pandemia sea lo suficientemente corta como para evitar daños irremediables en la economía mundial", advierte Chaar. Si se prolonga, "las empresas comenzarán a quebrar y la reactivación será mucho más lenta", precisa. Ese ciclo de quiebras afectará el empleo y el consumo, motor indispensable de toda reactivación.
Inestabilidad
Para muchos especialistas, la pandemia actual podría, en todo caso, aumentar la inestabilidad en países como Irán o la misma China, donde el Estado miente a sus ciudadanos. La profunda crisis social y psicológica que acaba de vivir el planeta podría favorecer la caída, tal vez no del Estado, pero al menos de ese tipo de regímenes.
Para otros especialistas, la pandemia de Covid-19 dejará al descubierto la verdadera naturaleza de algunos regímenes populistas o autoritarios, confirmando un cambio profundo en la geopolítica planetaria.
A juicio del politólogo francés Pascale Boniface, "es asombroso como China ha sido capaz de colocarse en el centro de la geopolítica mundial con una excelente comunicación, a pesar de los errores cometidos a comienzos de la epidemia. Estados Unidos, por el contrario, desapareció dentro de sus fronteras desde el primer día, llevando al resto del mundo a preguntarse si realmente esa gran potencia sigue siendo imprescindible".
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