Varias de las expresiones más comunes son en realidad arabismos, por la gran influencia del idioma; se pueden identificar a partir de algunas características
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A lo mejor estas palabras te suenan familiares: “Assukkar, sharbat, alaqrab, ghitar”. Tal vez sea porque las “azúcar, sorbete, guitarra y alacrán” son arabismos y ¡hay miles de ellos! Hay algunas que pueden ser obvias, como almohada o alcoba, pero también hay otras que no tanto como tamarindo o limón.
La gran influencia del árabe hace que el español sea diferente a otras lenguas romances como el francés o el italiano. Del árabe heredamos palabras como fulano, alacrán o Almería, la zona de España.
A través de un video con investigación y presentación de Alicia Hernández, guion y edición de Laura García y edición de Natalia Pianzola, BBC Mundo, cuenta la historia de esta interferencia lingüística y ofrece un par de pistas para reconocer arabismos.
1. Siglos de mezcla lingüística
Todo esto empieza en el año 711, cuando los ejércitos musulmanes empezaron la conquista de la Península Ibérica y entraron por el sur de lo que hoy es España. A este territorio lo llamaron Al-Ándalus, parte de lo que hoy conocemos como Andalucía.
Aunque la mayoría de estas personas no hablaban árabe, hablaban Amazigh o bereber, como llamaron los romanos a un conjunto de lenguas del norte de África. Y entonces, ¿cómo fue que el árabe se volvió la lengua de mayor influencia? La clave está en la religión, porque los rezos, las plegarias y tradiciones del Islam, tienen que leerse en árabe.
“La mayor parte de las élites, de las autoridades del Al - Ándalus, eran musulmanas. Esto hacía que el resto de la población tuviera que convertirse a esa religión, si quería tener, digamos, una mejor situación en la sociedad”, sostuvo la Dra. Ángeles Vicente, Profesora de Estudios árabes e islámicos.
Así, unos cientos, quizás, unos miles de arabófonos, lograron arabizar a todas las personas que vivían en esta zona a través de la religión. De hecho, las palabras que usamos para hablar de la religión musulmana, como Imán, Islam o mezquita, tienen sus raíces en el árabe.
La influencia musulmana duró hasta 1492, cuando los reinos cristianos conquistaron la península. Pero, para ese entonces, la mezcla lingüística de casi 800 años ya estaba hecha y no solo en el castellano. También hay arabismos en otras lenguas romances que se hablaban -y se hablan- en estos territorios, como el gallego y el catalán.
2. La gran influencia
Historiadores y lingüistas tienen muy claro cuándo comenzó esta mezcla de idiomas, pero no hay un consenso de cuántos arabismos hay en el español. Algunos estudios dicen 2000 y otros 4000. Son difíciles de contar por qué hay arabismos que en español se derivan. Por ejemplo, la palabra “aceite” viene del árabe zayt.
Pero, luego, tenemos palabras derivadas de esta como “aceitoso o aceitera” que se formaron después de que el arabismo se mezclara con el castellano. Entonces, ¿contamos un arabismo o tres? Lo que si queda claro es esta amplia influencia en el castellano, sin importar las cifras concretas.
Precisamente la palabra “cifra” es un gran ejemplo. Hoy en día la usamos para hablar de números en general, pero viene de esta palabra en árabe sifr, que significa “cero”. La palabra “álgebra” también es un arabismo.
Otro ejemplo. A lo mejor escuchaste el equivalente árabe a “si Dios quiere”. “Lin sha’ Allah” viene de “law sa llah” y en español es “ojalá”.
Además, hay que considerar la influencia de otras lenguas. No solo porque dos palabras suenen similar, quiere decir que nos encontramos con un arabismo. Tanto en árabe como en español, la palabra “música” vienen del latín. También “pantalón” en árabe es casi lo mismo, “bantalon”, pero, originariamente, es una palabra francesa.
3. Cómo identificar un arabismo
¿Cómo podemos identificar las huellas más clásicas que dejó el árabe en el español actual? La primera forma y la más fácil es buscar palabras que empiecen con los prefijos “A” o “Al”. Ya hablamos de varios ejemplos como aceite, azúcar o almohada.
Otro legado son los gentilicios que no tienen formas masculinas ni femeninas y que terminan con una “i” latina. Por ejemplo, las palabras “qatarí”, “pakistaní” o ”iraquí”. Todas llegaron al español como arabismos y no solo porque hablan del mundo árabe. Es la terminación en “i” lo que es clave. Decimos marroquí, y no marroquío.
Otra herencia clave para los lingüistas son muchos topónimos o nombres de lugares que son derivados de palabras en árabe. Muchos de ellos están en España, en sitios que fueron arabizados durante el periodo ya mencionado. Entre ellos: El nombre de la ciudad española de Medinaceli viene de madina, que en árabe significa “ciudad”.
La palabra árabe wād, que significa “río”, es la raíz del nombre de las ciudades de Guadalajara tanto en España como en México. En la provincia de Zaragoza, el nombre de la ciudad Calatayud, viene del arabismo qaala, que significa fortaleza. Y no se nos puede olvidar Gibraltar, que viene del gabal, que significa “montaña”.
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