Reían, lanzaban bolas y, como en las películas que proyectan la “típica” Navidad estadounidense, construían muñecos de nieve
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A principios de la década de 1950, en Puerto Rico ocurrió un evento que nadie pensó que sucedería jamás. Bajo los rayos del sol que calientan la isla todo el año, y que permiten a sus habitantes disfrutar de la playa en invierno, miles de niños participaron de una “guerra” de nieve en un parque de San Juan.
Reían, lanzaban bolas y, como en las películas que proyectan la “típica” Navidad estadounidense, construían muñecos de nieve.
Lo ocurrido no fue un fenómeno extraordinario de la naturaleza. El territorio caribeño conservaba sus temperaturas tropicales habituales. La nieve llegó a suelo boricua gracias a la determinación de una importante personalidad política recordada por su excentricidad, pero también por sus obras sociales.
Felisa Rincón de Gautier, la primera mujer alcaldesa de San Juan (y primera mujer alcaldesa de una capital de América, según el Museo Nacional de Historia de las Mujeres de EE.UU.), convenció a una poderosa aerolínea estadounidense en 1952 para que transportara nieve a la isla.
Quería que los niños puertorriqueños, que no podían viajar al EE.UU. continental, pudieran conocer el frío. Incluso que pudiesen probar la nieve como ella alguna vez, cuando vivió en Nueva York durante su juventud.
Para algunos, no fue más que un acto de mimetismo cultural, en un álgido momento de la historia de Puerto Rico, pues ese año se aprobaría su estatus de estado asociado de EE.UU. Para otros, no fue más que un acto desinteresado de la alcaldesa, también conocida como doña Fela.
“Fue el evento más exitoso que te puedas imaginar. Agarraban la nieve, se la tiraban. Habían niños, pero también adultos, estaban alegres”, cuenta desde Puerto Rico Hilda Jiménez Fiol, una mujer de 97 años quien fue asistente personal de Rincón de Gautier y directora de desarrollo social de la capital puertorriqueña.
La iniciativa reforzó la imagen de la alcaldesa, que se mantuvo en el poder por 23 años y que llegó a ser reconocida por su labor por gobiernos e instituciones académicas alrededor del mundo.
Tres mujeres en un mundo de hombres
Hilda hace el relato como si aún lo estuviera viviendo. Su voz se escucha algo rota, pero lúcida y segura.
Asegura que doña Fela era “una persona excepcional”.
Asumió el cargo en 1946, luego de la renuncia de un alcalde de San Juan. Organizó la distribución de alimentos y zapatos a los niños pobres, creó centros de cuidados para mayores y escuelas maternales, y renovó un hospital que luego se convertiría en una importante institución de salud en la isla.
En los años que dirigió la ciudad, la población creció de 180.000 habitantes a más de 600.000.
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