Las mujeres, la apuesta de Al-Assad para cambiar su imagen
Elige asesoras formadas en Occidente, unidas por su fascinación por el presidente sirio
JERUSALÉN.- Era una mañana de frío alpino cuando se abrieron las puertas de un hotel del estilo de la Belle Époque para una diminuta mujer de 60 años, cubierta por un abrigo de visón cuyo brillo denotaba, más que lujo, poder. Al cuello, un collar de perlas. Y en la cartera, dossiers con los motivos por los que la permanencia de Bashar al-Assad en la presidencia siria es conveniente y necesaria para la estabilidad de Medio Oriente y los intereses de Occidente.
Parecía algo perdida Bouthaina Shaaban en el hotel Palace de la recoleta localidad de Montreux, en el arranque de la conferencia de paz de Ginebra 2, el mes pasado. Pero sabía muy bien dónde se adentraba.
Cuando en 2000 se le despejó el camino para acceder a la presidencia, muchos temían que Al-Assad, de 48 años, no fuera lo suficientemente parecido a su padre como para retener todo el poder en Siria. A Hafez al-Assad, el "León de Damasco", se le temía por implacable. Hoy, Bashar, puesto a prueba en tiempos de guerra, dio muestras de poder ser todo lo duro que sea necesario y más.
En lo que no se parece a su padre es en su predilección por rodearse de mujeres en el trabajo. Son asesoras, sobradamente preparadas algunas, muy jóvenes otras, unidas por su fascinación por un hombre al que el mundo vio como un anodino reformista cuando ascendió a presidente, pero que dio sobradas muestras de que sabe imponerse en los intrincados pasillos del poder sirio.
A negociar en Suiza, Al-Assad envió -junto con su anciano canciller, Walid Mualem- a dos de las mujeres que más fidelidad le demostraron. Una era Shabaan y la otra, una estilizada joven con mechas rubias y bolsos caros, de la minoría drusa. A pesar de una exitosa carrera en televisión, Luna Chebel, de 39 años, evitó escrupulosamente a los medios para centrarse en las reuniones a puertas cerradas.
Chebel fue presentadora de la cadena Al-Jazeera hasta que en 2010 renunció, después de que la dirección puso en duda su modestia y decencia por usar ropa y maquillaje demasiado occidentalizados. Al regresar a Damasco, estrechó lazos con el régimen, hasta ser nombrada, en 2012, vocera de la cancillería.
Desde allí, y luego en la órbita de la presidencia, se dedicó a atacar a los medios que informaban de la guerra y eran críticos con Al-Assad. A su antigua cadena la acusó de "traicionar los principios de ética periodística".
La predilección del presidente por asesoras hermosas formadas en el extranjero creó guerras en su gabinete. Tras el inicio de las protestas, en 2011, se formaron dos bandos: frente a las veteranas, las advenedizas. En 2012, un grupo de hackers afiliados a la oposición filtró miles de correos sustraídos de la presidencia. En ellos quedó patente la atracción ejercida por Al-Assad sobre una nueva cohorte de jóvenes, formadas en su mayoría en Estados Unidos.
Sheherazad Yafari, hija del embajador sirio ante la ONU, se dedicó a concertar entrevistas del presidente con estrellas de la televisión norteamericana, como Barbara Walters. En un correo electrónico enviado a un antiguo empleador suyo en Nueva York le dijo: "El desenlace va a sorprender a todos. Como siempre te dije, a este hombre lo adora su gente".
Hadeel al-Ali fue más lejos. "Qué mono. ¡Te echo de menos!", le dijo al enviarle una foto de él mismo cuando era un estudiante. En otro correo adjuntó una foto de una mujer no identificada, morena como ella, de espaldas, luciendo solo un sujetador y una mínima tanga, ambos blancos.
En el breve y confuso reino de ese séquito de asesoras, las más veteranas quedaron relegadas. Shaaban no se había prodigado en reuniones, conferencias de prensa y entrevistas desde los primeros días de la revuelta, cuando dio garantías a la oposición de que el presidente había dado órdenes a los altos mandos del ejército de que no dispararan contra aquellos que protestaran contra el gobierno. Fueron promesas falsas o equivocadas. El verano pasado, con el conflicto enquistado y más de 100.000 muertos, Shaaban volvió a emerger triunfante en Damasco, de nuevo cercana a Al-Assad.
Shaaban comenzó trabajando de intérprete para el padre del presidente y supo situarse en la órbita de Bashar tras la muerte de su padre. Mayor que el mandatario, casada y con tres hijos, espantó la amenaza que el enjambre de jóvenes asistentes suponía para el matrimonio de Al-Assad. En eso también es diferente el hijo al padre. Hafez escondió de los actos públicos a las mujeres de su vida: su mujer Aniseh y su hija Bushra.
Con Bashar la presidencia dio el salto a las páginas de las revistas de moda y del corazón, con la bella Asma, la actual primera dama. Damasco soñaba con ser París. Era un nuevo modelo. A medida que avanzó la revuelta quedó claro que tal vez el envoltorio fuera diferente, pero en la esencia nada había cambiado. El presidente sigue siendo capaz de hacer lo necesario para impedir que Siria se le escape de las manos. Y en ello lo ayudan sus mujeres.
© El País, SL
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