Las lecciones políticas de la renuncia sorpresiva de Jacinda Ardern en Nueva Zelanda: hay que saber cuándo irse
“Ya no tengo suficiente energía para llevar este cargo como es debido”, dijo la primera ministra del país oceánico al anunciar su salida del cargo
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Una rara avis en la escena política internacional. En una era en la que los líderes que se aferran al poder ocupan titulares en todo el mundo, desde Brasil hasta Estados Unidos o Venezuela, o incluso ponen en riesgo transiciones democráticas, la primera ministra Jacinda Ardern dio el miercoles una lección de integridad y pragmatismo.
“Soy humana. Los políticos somos humanos. Ya no tengo suficiente energía para llevar este cargo como es debido”, dijo entre lágrimas y con un hilo de voz, en un mensaje que resonó en Nueva Zelanda y en el mundo. “Para mí ha llegado la hora: sé lo que exige este trabajo, y ya no tengo nada en el tanque”.
Difícil encontrar tanta humildad y honestidad brutal en algún mandatario, en cualquier país del mundo. Uno que, con lágrimas en los ojos, reconozca ante las cámaras: “Un líder debe saber cuándo irse”. Es apenas otra muestra más de que la revista Foreign Policy no estuvo lejos cuando la calificó como “la anti-Trump del mundo”.
Sería ingenuo desconocer que su impactante y sorpresiva renuncia se conoce en momentos desafiantes tanto para Ardern como para su Partido Laborista, en el nivel más bajo de popularidad desde 2017. Pero aún queda una eternidad en términos políticos para las elecciones, previstas para octubre. “No me voy porque crea que no podemos ganar las elecciones, sino porque creo que necesitamos una nueva persona para ese desafío”, afirmó la primera ministra, que fue tan elogiada por su manejo inicial de la pandemia como cuestionada por la draconiana cuarentena.
Pero más allá de su legado y de su gestión, marcada por el peor atentado terrorista en la historia, la tragedia del volcán White Island y por la crisis de salud provocada por la pandemia del Covid-19, el mensaje de despedida de Ardern deja lecciones interesantes.
Con apenas 42 años en la actualidad, rompió varias barreras y estereotipos a lo largo de sus casi seis años en el poder, y se volvió una inspiración para mujeres en todo el mundo, además de un ícono del liderazgo empático y compasivo.
Una virtual desconocida en la política, se convirtió en 2017 en la mandataria más joven del mundo, con 37 años. Luego, a caballo de la “Jacindamanía”, llevó a su partido a una aplastante victoria en 2020, cuando consiguió la primera mayoría absoluta desde 1996.
Con aplomo y firmeza, siempre intentó demostrar que para estar en política no hace falta sacrificar la vida personal y familiar. Un año después de asumir, nació su hija, Neve Te Aroha. Ardern fue apenas la segunda líder mundial en dar a luz durante su mandato, después de Benazir Bhutto, en Pakistán.
Fue incluso más allá: se ganó titulares en todo el mundo cuando llevó a su beba a la Asamblea General de la ONU en 2018, todo un mensaje. Igual que cuando se volvió viral el momento en que su hija la interrumpió en pleno mensaje de Facebook Live.
Pero anteanoche demostró también que está bien decir basta cuando el tanque está vacío. Y, aunque no usó esa palabra, lo dejó en claro: nadie es inmune al burnout, mucho menos los líderes mundiales. Y que no por eso hay que sentir vergüenza. Que es importante hablar del peso del agotamiento y el impacto en la salud mental de frente, sin eufemismos.
Neve, su hija, está a punto de empezar la primaria. Anteanoche, Ardern le habló a ella: “Mamá está deseando estar ahí cuando empieces el colegio”, le dijo. Y a su pareja, Clarke Gayford, le propuso: “Casémonos de una vez”. Palabras que, para una líder de las características de Ardern, también requerían coraje.
Hay que admitir que su paso al costado también deja en evidencia los persistentes desafíos para alcanzar –y mantener– la diversidad en la política. Dirigentes como Ardern o incluso la finlandesa Sanna Marin emergieron en la última década como una bocanada de aire fresco en un contexto de liderazgos más tradicionales y masculinos. Nada de eso le resultó gratis a Ardern, y reflota la pregunta de si el escenario político sigue siendo demasiado hostil para las mujeres.
El 7 de febrero próximo, en apenas unas semanas, el mundo perderá a una líder distinta. Pero una que se fue bajo sus propios términos, con una lección para políticos en todo el mundo.
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