Las lecciones de la nueva estrella de la economía europea
El portugués Mário Centeno, elegido esta semana presidente del Eurogrupo, impulsa una era de reformas gradualistas, con menos austeridad y más fomento a la demanda
LISBOA.- “Me miraban como si fuera el demonio.” Mário Centeno recuerda con humor el lejano día de 2015 en que entró por primera vez a una reunión del Consejo de Asuntos Económicos europeo, en Bruselas. Este técnico hasta entonces de bajísimo perfil público se presentaba como nuevo ministro de Finanzas de Portugal a explicar ante sus socios un programa de estimulo a la demanda que ponía fin a la política de ajuste permanente en un país que había sido rescatado al borde de la bancarrota.
A Centeno acaban de elegirlo presidente del club los mismos que al conocerlo le auguraban un destino de tragedia. Desde enero, el ministro dejará Lisboa y ocupará en Bruselas el sillón de director del Eurogrupo, el organismo informal que coordina y supervisa la política económica de los países que integran el pacto de la moneda común. Su sola designación ilustra el epílogo simbólico de la era de la austeridad.
“Es necesario escribir un nuevo guion para la zona euro”, declaró Centeno el martes, después de que se anunció su triunfo en la carrera por el puesto, en la que dejó atrás a figuras políticas de partidos conservadores o liberales con un currículum político más extenso que el de él.
Su misión, dijo, será actuar a partir de las lecciones que dejó la prolongada crisis del euro iniciada en 2008 y que resquebrajó el estado de bienestar en el continente, alimentó el auge de los populismos y puso en peligro la integridad del bloque comunitario.
“La principal evidencia que deja la crisis es que las reformas necesitan tiempo y que las políticas de aliento a la demanda son fundamentales para que su aplicación surta efecto”, sostuvo Centeno. La otra lección: no prometer imposibles, sino moverse dentro de las reglas. Es el espíritu de su plan económico en Portugal como ministro de un gobierno socialista que a fines de 2015 asumió en minoría, aliado a la izquierda radical y amenazado por los pronósticos -internos y externos- de un fiasco inevitable.
En estos dos años Centeno revirtió los recortes de salarios de hasta el 25% y jubilaciones ejecutados durante la crisis, bajó impuestos que lastraban el consumo y repuso beneficios sociales. Al mismo tiempo, congeló el gasto público y cumplió como el mejor alumno con los compromisos europeos de estabilidad fiscal, exigidos por los socios de la moneda común y por el FMI. En la Argentina lo llamarían “gradualista”.
El rebote después de una recesión fatal, un boom fenomenal del turismo y una gestión astuta del crecimiento económico le permitieron a Centeno contentar las demandas sociales sin alarmar a Europa. El déficit portugués de este año será de 1,4% del PBI, el menor en 43 años; un nivel que le permitió salir de la lista negra de países bajo supervisión de Bruselas.
La candidatura de Centeno tuvo como valedor al ortodoxo que manejó con mano de hierro la economía continental durante una década, el alemán Wolfgang Schäuble: “Es el Cristiano Ronaldo de las finanzas europeas”, lo describió tres meses atrás.
Centeno ya no era un apestado ni la reencarnación de Yanis Varoufakis, el ministro de Grecia que fracasó estrepitosamente en su intento de desafiar la austeridad con una política de izquierda dura. Nunca fue ni parecido, en realidad. Se trata de un técnico de 51 años formado en Harvard, liberal, con una simpatía por el Partido Socialista que no se tradujo en un carnet de afiliación.
La figura de Centeno calzaba en el perfil que buscan los grandes países europeos para cristalizar un giro suave hacia un futuro con menos penurias económicas. El gran secreto de la salida de la recesión fueron las políticas monetarias expansivas del Banco Central Europeo (BCE), presidido por el italiano Mario Draghi. La Comisión Europea ya prepara una reforma de la unión económica y monetaria, quiere crear una suerte de Fondo Monetario continental para asistir a países en problemas y pretende designar un superministro de Finanzas encargado de prevenir crisis y de impulsar la convergencia entre economías todavía muy dispares.
Es todo un gesto que el Eurogrupo quede por primera vez en manos de un país deudor, del Sur. Y sobre todo de alguien que dijo este mismo año que la política de austeridad de la UE fue “errada, parcial e incompleta”. El cargo se lo dejará el holandés, Joroen Dijsselbloem, un socialdemócrata que será recordado por una frase célebre: “No puedo gastarme todo el dinero en licor y mujeres y después pedir ayuda”.
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