Las intrigas vuelven a sacudir al Vaticano, ahora por un turbio negocio inmobiliario
ROMA.– Reina gran tensión en los sacros palacios del Vaticano , donde las intrigas siguen estando a la orden del día y podrían rodar cabezas después del arresto, hace una semana, de un broker italiano relacionado con un escándalo financiero que salpicó nada menos que la Secretaría de Estado, en una investigación que ya algunos bautizaron el "Mani Pulite de la Santa Sede".
La celda de la gendarmería del Vaticano hospedó en el pasado a personajes como Paolo Gabriele, el mayordomo personal de Benedicto XVI que filtró su correspondencia privada; al monseñor español Lucio Vallejo Balda, culpable del VatiLeaks II, y más recientemente a Carlo Alberto Capella, prelado de la nunciatura de Washington hallado culpable por detención de material pedófilo-pornográfico. Desde hace poco más de una semana, por primera vez hay alguien detrás de las rejas debido a un escándalo financiero.
Se trata de Gianluca Torzi, broker italiano que después de ser interrogado el pasado 5 por el promotor de Justicia del Vaticano, quedó detenido dentro de los muros del Vaticano. Según fuentes informadas, Torzi es tan solo "la punta del iceberg". Su arresto es visto como un hilo en un proceso que podría llevar a la salida o renuncia –más elegante– de altos prelados que, bien o mal, avalaron, permitieron y, quizás, participaron de un negocio demasiado oscuro.
Torzi es acusado de varios episodios de extorsión, peculado, fraude agravado y reciclaje, delitos por los cuales la ley vaticana prevé penas de hasta 12 años de reclusión. Su arresto tiene que ver con la investigación que el Papa ordenó el año pasado, al salir a la luz una millonaria inversión inmobiliaria en Londres que la Secretaría de Estado realizó en 2014, con fondos reservados. Entonces, basándose en una compleja arquitectura financiera en la que aparecen diversos fondos y entidades, la primera sección de la Secretaría de Estado adquirió por 200 millones de euros el 45% de un edificio de 17.000 m2, ex-Harrod’s, en la Sloan Ave del coqueto barrio de Chelsea.
Cuatro años más tarde, para limitar las pérdidas millonarias causadas por esta inversión (también debido a la existencia de una gran hipoteca sobre el edificio) en la que tuvo protagonismo otro hombre de negocios italiano llamado Raffaele Mincione, la Secretaría de Estado contrató como intermediario a otro italiano: Torzi. Luego de operaciones complicadísimas, este no solo terminó exigiendo una comisión-extorsión de 15 millones de euros, sino que hizo levitar la desastrosa inversión a 350 millones de euros.
El arresto de Torzi volvió a prender los reflectores sobre el rol del cardenal Angelo Becciu, un hombre que hasta hace poco fue muy poderoso, que fue sustituto de la Secretaría de Estado, es decir, el número tres de la Santa Sede, desde 2011 hasta mediados de 2018, cuando el Papa lo reemplazó por el venezolano Edgar Peña Parra y lo desplazó a la Congregación para las Causas de los Santos. "No conozco a Torzi, ya no era sustituto cuando sucedieron los hechos que le atribuyen", aseguró Becciu, que en cualquier caso estuvo en 2014 al frente de la inversión londinense y que para defenderse intenta pasarle la pelota a su sucesor venezolano.
Monseñor Alberto Perlasca, prelado bajo investigación por el mismo escándalo, que durante diez años fue el responsable de las inversiones de la Secretaría de Estado y que trabajó junto a Becciu, fue más allá. En una entrevista con Il Giornale, ante una pregunta sobre el papel de Torzi como intermediario del Vaticano en octubre de 2018, al margen de destacar que ya entonces había asumido como sustituto Peña Parra, culpó al actual secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, número dos de Francisco.
Viejos conocidos
"Esa transacción fue aprobada por el secretario de Estado, que autorizó la operación", dijo Perlasca, que curiosamente es un viejo conocido de Jorge Bergoglio: trabajó dos años, de 2006 a 2008, en la nunciatura de Buenos Aires, en tiempos del exnuncio (embajador) Adriano Bernardini, que no se llevaba nada bien con el entonces arzobispo de Buenos Aires .
"En el pasado la praxis del Vaticano en casos como estos era llegar con la investigación hasta un nivel intermedio, no ir hasta la cima. Pero es claro que el papa Francisco quiere seguir adelante e ir hasta el fondo, hasta donde lleguen las pruebas", dijeron a LA NACION diversas fuentes del Vaticano, donde el Papa sigue trabajando a todo ritmo para completar su reforma de las finanzas. Acaba de aprobar un nuevo código para adquisiciones que tiene como fin la transparencia, evitar la corrupción y el nepotismo y achicar gastos, y pronto se aprobará otro código para las inversiones.
Lo cierto es que fue el propio Papa quien, alertado de la existencia de las irregularidades financieras alrededor de la inversión londinense por Gianfranco Mammí, director general del Instituto para las Obras de Religión (IOR, el banco del Vaticano) y el revisor general, autorizó esta inédita investigación, hace casi un año. Al regresar de Tailandia y Japón , a fines de noviembre pasado, en la conferencia de prensa durante el vuelo el Papa aludió a este "escándalo", hizo notar algo clave: "por primera vez" la olla "se destapó en el Vaticano desde adentro y no desde afuera". Ahora todo el mundo sabe que quiere ir hasta el fondo.
"La persona responsable deberá hacerse cargo, ya no habrá especies protegidas", graficó un monseñor, que admitió la existencia en los pasillos de los sacros palacios de un clima enrarecido, de tensión, por lo que vendrá con la inédita operación "Manos Limpias" del Vaticano.
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