Las increíbles iglesias construidas sin clavos que sobrevivieron la peste y el fuego
Surgieron hace más de ocho siglos y hoy solo quedan 30 en pie: cómo son por dentro estos impactantes edificios de Noruega
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Las iglesias de madera o “stavkirke” están consideradas patrimonio arquitectónico y son admiradas en todo el mundo por la compleja técnica artesanal que se usó para construirlas. Su historia comienza en el siglo XII, y aunque se cree que hubo 2000 distribuidas en el norte de Europa, actualmente solo se mantienen en pie 30 de estos imponentes templos.
El origen de estas “iglesias negras” que incluye a los vikingos, se remonta a la Edad Media y captura la atención del público por el notable contraste entre su exterior oscuro y las reliquias talladas que brillan en el interior a través de los rayos del sol. Noruega es el país que cuenta con la mayor cantidad: posee 28 stavkirke, y persiste una más en Suecia y otra en Polonia.
Estos edificios cristianos medievales son únicos por ser los últimos del mundo construidos con madera de forma artesanal. Las más antiguas datan de más de 800 años, y dejan en evidencia la habilidad de los carpinteros de la época para levantar construcciones de hasta seis pisos con una torre en el vértice.
La técnica utilizada se denomina “la stavverk”, y consiste en un armazón de madera formado con gruesos postes angulares [”stave” en noruego, de donde procede su nombre] sostenidos por espigas y soleras. La obra se hizo sobre cimientos de roca, para proteger el material de la humedad, y el entramado de madera está hecho de tal manera que resiste a las condiciones climáticas, y ofrece estabilidad y rigidez.
Una mezcla de culturas y saberes
A pesar de que han sido estudiados durante los últimos 160 años, todavía hay cierto misterio a su alrededor y los expertos no se ponen de acuerdo sobre cómo surgieron. Apenas existen unas pocas fuentes escritas sobre la planificación y el diseño de estas iglesias, y por eso son más los interrogantes que las respuestas.
Algunos teólogos creen que fueron construidas por extranjeros que habían adquirido conocimientos y habilidades artesanales para llevar a cabo el trabajo. En este sentido, hubo una corriente migratoria en el siglo X, en pleno pasaje de la Era Vikinga a la Edad Media, justo cuando Noruega se convirtió definitivamente al cristianismo y se implantó la stolpekirke, como se denomina a este tipo de iglesia levantada con postes de madera.
El brillante empleo de los materiales les permitió perfeccionar las construcciones hasta crear obras de arte donde confluyen el simbolismo cristiano y vikingo. En su mayoría fueron edificadas entre 1150 y 1350, la misma época en que empezaban a surgir las grandes catedrales góticas en Francia y España.
Por tradición había un cementerio alrededor de las iglesias parroquiales, con un tamaño que se ajustaba a las necesidades de la congregación, y cada uno de ellos se mantiene hasta nuestros días. De hecho, muchos turistas que realizan las visitas guiadas se sorprenden al leer las inscripciones de las tumbas y descubrir que algunas son más antiguas que los propios templos, ya que cuando uno de estos se destruía, con el tiempo se levantaba otro en el mismo lugar.
De arder en llamas a patrimonio
En 1851 se promulgó una nueva ley eclesiástica que establecía que las iglesias noruegas debían tener cupo para al menos una tercera parte de la población de la parroquia. Fue en aquel momento que muchas de estas iglesias de madera se volvieron inapropiadas por su capacidad. Primero optaron por hacer huecos en las paredes para que los feligreses pudieran oír las misas desde afuera, y cuando eso no fue suficiente trataron de improvisar ampliaciones.
La falta de mantenimiento y los recurrentes incendios hicieron que muchas de aquellas joyas arquitectónicas terminaran ardiendo en llamas. Tras la peste negra desaparecieron aún más: en 1650 quedaban alrededor de 270; en el siguiente siglo se esfumaron otras 135; hasta llegar a las únicas treinta que quedan hoy.
Una vez que los expertos alertaron sobre el valor histórico y cultural de estos templos, empezaron a llegar los esfuerzos conjuntos para recuperarlas y protegerlas. Varias fueron rescatadas por la Sociedad para la Preservación de los Monumentos Antiguos; algunas fueron compradas y permanecieron en su lugar original; y otras fueron trasladadas, como la iglesia de Vang, llevada a la actual Polonia.
Dentro de las 28 que permanecen en Noruega resulta difícil destacar solo algunas, pero sin dudas hay dos que se diferencian del resto: la iglesia de Borgund fue comprada por la Past Memory Association en 1877, y se convirtió en una de las más representativas del género; mientras que la iglesia de Urnes fue agregada a la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1979.
Dragones como guardianes
La iglesia de Urnes fue restaurada en el siglo XX, pero conserva la característica decoración conocida como estilo de “Urnes clásico”, por las representaciones de animales similares a serpientes y leones. Algunos interpretan que simboliza una lucha entre el bien y el mal en sentido cristiano, y otros lo ven como la representación de una escena de la mitología nórdica del dragón Nidhogg.
En cuanto a la stavkirke de Borgund, según destaca el National Geographic, fue construida sin usar un solo clavo, y esto sorprende a los arquitectos, ya que combinaron varias técnicas para unir cada parte, y las impermeabilizaron con la brea y el musgo que usaban en sus barcos. Fue erigida entre 1180 y 1250, y tiene seis niveles con techo de tejas talladas que se estrechan hacia arriba.
Las cuatro cabezas de dragones sobresalen a modo de gárgolas desde el tercer piso, y la fusión se complementa con un pináculo en forma de cruz en la punta. A su vez, las tejas de madera parecen las escamas de la piel de un dragón, y en las puertas aparecen talladas cabezas y colas del mitológico reptil, junto a símbolos de serpientes y leones.
Las inscripciones rúnicas conviven con los símbolos católicos y las proas de barcos vikingos. La curiosa decoración que amalgama cristianismo y paganismo todavía confunde a los historiadores. Se la considera una de las mayores representaciones del ingenio humano, además de una gran hazaña, ya que a pesar de los gélidos inviernos y el desgaste que produce la nieve, logra mantenerse en pie desde hace ocho siglos.
Originalmente no tenía en su interior más que columnas para sujetar el techo, pero con el paso de los años añadieron bancos, con un corazón tallado en los del lado izquierdo, para las mujeres, y una especie de tridente en lado derecho, para los hombres. Todo sus detalles convirtieron a la iglesia de Borgund en la más visitada y fotografiada de las iglesias de madera.
Inspiración para Disney
Tras el éxito de las dos entregas de Frozen en la pantalla grande, algunos fanáticos notaron que los paisajes del film están basados en lugares de Noruega. Así fue como advirtieron ciertas similitudes entre el castillo de Arendelle -que es nada más y nada menos que la casa de las hermanas Anna y Elsa en la ficción- y las iglesias de madera noruegas.
Con una rápida observación de la capilla que aparece en la película queda en evidencia que la musa arquitectónica para crear la animación fue la iglesia de Borgund: replicaron los grabados en forma de cruz, la disposición de los bancos, la forma de las ventanas y el techo en forma de cúpula.
Por otro lado, la ciudad noruega de Arendal puede haberle dado el nombre al pueblo ficticio donde se desarrolla la película, aunque el paisaje es más similar a la región de Bergen. Otros detalles como la vestimenta de los lugareños también coinciden con ropa tradicional del país, conocida como “bunad noruego”.
La mística en torno las stavkirke detenidas en el tiempo invitó a crear mundos imaginarios en el cine, mientras que en la vida real los turistas que conocen estos templos se dejan llevar por su historia y simbolismo. La entrada a estas imponentes iglesias cuesta alrededor de 80 coronas noruegas (7 euros). Algunos sostienen que el interior se parece a un barco, por el crujir de las maderas a cada paso y el aroma a pino húmedo, y otros más soñadores evocan la posibilidad de estar en el interior de un dragón dormido.
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