Las fuertes críticas de los “halcones” contra los militares en Rusia que aumentan la presión sobre Putin por los reveses en Ucrania
La seguidilla de fracasos de las tropas regulares incrementó la influencia de las milicias que reclaman un endurecimiento en la estrategia de combate
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PARÍS.- El repetido cambio de generales responsables de la ofensiva rusa se debe a ellos. El cambio permanente de estrategia en el terreno, también a ellos. Las amenazas apocalípticas de Vladimir Putin y de sus allegados están destinadas, en gran parte, a calmarlos. Pero a medida que se repiten los fracasos de las tropas regulares rusas en Ucrania, los “señores” de las milicias y otros ultranacionalistas reclaman a gritos la cabeza de los máximos responsables militares. Un cisma que presagia cada vez más purgas en el seno de la dirección militar rusa e, incluso, hasta un golpe de Estado.
Son los que más se quejan. Los halcones, los belicistas del “partido de la guerra a ultranza”. Los mismos que denunciaron el “reposicionamiento” de tropas regulares rusas que ocupaban Kharkiv e Izium, último eufemismo adoptado por el ministerio de Defensa en lo que, en Moscú, solo puede calificarse de “operación militar especial”. Pero algunos días después del retiro de Lyman, en la autoproclamada república de Donetsk, anexada unilateralmente a Rusia por Putin durante una fastuosa ceremonia, la frustración y la cólera no cesan y los propósitos siguen subiendo de tono.
Ni siquiera el ministerio de Defensa consigue edulcorar la realidad. Utilizando los circunloquios habituales, debió admitir que “debido a la amenaza de encierro, las fuerzas rusas fueron retiradas de Lyman para ser desplazadas hacia líneas más ventajosas”. Un revés que sonó como una farsa, en momentos en que la Corte Constitucional rusa acababa de validar la anexión.
Desde ese momento, los ultranacionalistas hablan en voz alta de la pérdida de una ciudad “rusa” frente a una fuerza enemiga por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial. Y, sin temor a la reacción del Kremlin, reclaman la ley marcial para los responsables e incluso la utilización de armas nucleares. Los ataques demuestran la grieta cada vez más profunda que existe entre el ejército regular, bajo comando del ministro Sergey Choigu y el jefe de Estado Mayor, Evgeny Guerasimov, y las milicias irregulares, como los combatientes chechenos de Ramzan Kadyrov y los mercenarios de Wagner, a sueldo de Evgeny Prigojine.
“La situación es tan tensa que, para calmar a esa gente, imprescindible para el curso de la guerra, Putin cambia una y otra vez a los generales responsables de la ofensiva, como si eso fuera a resolver algo”, analiza el general Dominique Trinquand, exjefe de la misión militar francesa ante las Naciones Unidas.
Una prueba fue el nombramiento del general Sergey Surovikine en remplazo de su homólogo Alexandre Dvornikov la semana pasada, inmediatamente después de la voladura del puente de Crimea durante un espectacular atentado. La elección de ese hombre conocido como el “carnicero de Siria” para dirigir la ofensiva en Ucrania fue interpretada por los especialistas como un gesto dirigido hacia los sectores “ultranacionalistas” rusos y, en particular, hacia los “señores de la guerra”.
Las críticas
En todo caso, tras las primeras maniobras desesperadas del Kremlin -como la anexión de las cuatro regiones y la movilización “parcial”- los primeros que fulminaron fueron aquellos que disponen de “ejércitos privados”. Entre ellos, el líder checheno Ramzan Kadyrov.
El “mastín de Putin”, que arrasó Mariupol con sus hombres, no oculta su desprecio por los responsables militares rusos, acusándolos de estar desconectados de la realidad y no informar correctamente al presidente. Para él, las tropas han sido privadas de medios de comunicación adecuados y considera al general Alexandre Lapine -jefe de las operaciones durante el retiro de Lyman- un “mediocre”, que es “protegido por altos mandos del Estado Mayor”.
“¿Cómo se pueden dirigir unidades correctamente cuando uno está a 150 kilómetros de distancia? Tuvimos que renunciar a numerosas ciudades, así como a una vasta región, porque no disponíamos de una logística militar de base”, deploró en Telegram.
Ese mismo día, de visita en Moscú, al reunirse con el jefe de la administración presidencial, Anton Vaino, su adjunto Sergey Kirienko y el alcalde de la capital, Sergey Sobianine, solicitó a Putin responder a la ofensiva ucraniana con una nueva escalada: “Debemos tomar medidas más incisivas, incluida la imposición de la ley marcial en las regiones fronterizas y la utilización de armas nucleares de baja intensidad”, dijo.
Unos propósitos a los cuales adhirió poco más tarde Evgeny Prigojine, estrecho colaborador de Putin que admitió recientemente ser el fundador y director de la sociedad militar privada Wagner y que, en los últimos meses, reclutó a miles de prisioneros para combatir en Ucrania: “Ramzan, sos genial. Envíen a toda esa basura, descalzos y armados directamente al frente”, dijo.
Mientras tanto, “Strelkov”, sobrenombre del excoronel de los servicios de seguridad y ex “ministro” de Defensa de Donetsk, Igor Guirkine, prefirió lanzar sus dardos contra Guerasimov.
“Ese camarada debería ser glorificado por todas nuestras victorias. Comenzando por la ‘desescalada’ en Kiev, Sumy y Tchernihiv, siguiendo por el ‘exitoso reagrupamiento’ en Balakliia, Izium, Kupiansk y Voltchansk, y terminando por el ‘abandono de Lyman por posiciones más ventajosas’”, ironizó.
“Lyman. Nuestra ciudad. Nuestra ciudad rusa… Cada pérdida es una pérdida personal del comandante en jefe”, escribió por su parte el autor y exdiputado nacionalista Zakhar Prilepine, excomandante de batallón en el Donbass, llamando al “aceleramiento, el impulso y la movilización a todos los niveles”.
Andrei Gurulinov, general de ejército retirado, excomandante adjunto del distrito militar del sur y hoy diputado, acusa sin ocultarse a los jefes militares de no informar a Putin de la situación en el frente.
“No puedo explicarme la caída de Lyman. No comprendo cómo no evaluaron la situación durante todo este tiempo y no reforzaron el despliegue”, declaró en un programa de televisión, donde denunció las “mentiras endémicas” que se esconden detrás de los informes demasiado optimistas sobre la situación en el terreno, antes de que todo se derrumbe estrepitosamente.
Anastasia Kashevarova, exconsejera del presidente de la Duma (parlamento ruso), se dirigió directamente a Putin.
“Resulta que no estamos preparados y perdemos territorios y personas liberadas, así como material de guerra. Usted es el comandante en jefe. Tome medidas drásticas, aun cuando deban impactar a nuestros amigos”, le dijo.
El blogger propagandista Yuri Kotenok recuerda que los generales soviéticos fueron ejecutados por Stalin después de las derrotas frente al ejército de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial.
Para el Institute for the Study of War, el Kremlin podría “amplificar esas críticas a fin de crear las condiciones necesarias para proceder dentro de poco a cambios radicales en el alto comando militar”. Para otros, la grieta que existe dentro de la elite rusa permite presagiar la caída de Vladimir Putin en menos de un año.
“Un verdadero cisma está produciéndose dentro del lobby de la guerra. Un cisma que no está destinado a terminarse pacíficamente”, asegura Christo Grozev, director del sitio de investigación Bellingcat.
Leonid Bershidsky, exjefe de redacción de Vedomosti, exiliado en Berlín desde hace varios años y hoy editorialista de Bloomberg, va aun más lejos: “Kadyrov, Prigojine, Strelkov, Gurulinov… sus críticas públicas no van más lejos que el ministro de Defensa y el jefe de Estado Mayor. Pero estoy seguro de que esa es solo la parte pública”, afirma. Y concluye: “Deberíamos ir preparándonos para un golpe de Estado de extrema derecha en Moscú”.
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