Las dosis de refuerzo generan un debate científico y ético en los países occidentales
Por temor a las variantes o a una pérdida de la inmunidad, los gobiernos ordenan nuevas compras de vacunas, pero esa necesidad no está comprobada y gran parte del mundo ni siquiera recibió un dosis
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LONDRES.- Aunque la mayoría de los países siguen pedaleando cuesta arriba con sus campañas de vacunación, algunos ya hacen planes para administrar millones de dosis de refuerzo en los brazos de su población antes de fin de año.
La preocupación de que el Covid-19 se transforme en una amenaza estacional está acelerando los planes de Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y Gran Bretaña para realizar una campaña de vacunación de refuerzo durante el invierno boreal. Según funcionarios de salud pública, todavía se trata de planes precautorios, y aún no se sabe si serán implementados o la escala que tendrán.
Los epidemiólogos dicen que la necesidad de una dosis de refuerzo invernal dependerá de la duración de la inmunidad inducida por la vacuna y de la efectividad de las vacunas existentes contra las nuevas variantes del virus. Los científicos siguen recolectando datos sobre ambos puntos, y las respuestas que arrojen esos datos serán los que determinen la forma que tendrá un potencial programa de refuerzos.
Algunos sanitaristas dicen que es prematuro hablar de una campaña de refuerzo, dado lo poco que sabemos todavía de este virus y de las vacunas para combatirlo, y debido a la urgente necesidad de dosis que hay en lugares como la India, donde el virus se sigue propagando vertiginosamente. “Necesitamos más datos” para determinar si hace falta y cuándo hace falta una tercera dosis, dijo Marco Cavaleri, director de amenazas biológicas y estrategia de vacunas de la Agencia Europea de Medicamentos.
Pero otros dicen que los gobiernos hacen bien en adelantarse a los hechos, en vez de esperar que se despejen esos interrogantes. “No tiene sentido hacer planes cuando ya tenés un rebrote en curso”, dice David Salisbury, exdirector de programas de vacunación de Gran Bretaña y actual miembro del centro de estudios de asuntos internacionales Catham House.
La UE informó este mes que había firmado contrato con Pfizer-BioNTech par la compra de otros 1800 millones de dosis de su vacuna, a ser entregadas a lo largo de 2023. La Comisión Europea, brazo ejecutivo del bloque, dice que esas dosis están reservadas para vacunaciones de refuerzo y donaciones, o para ser revendidas si no son necesarias. La UE tiene una población de casi 450 millones de habitantes, o sea que esa orden de pedido por sí sola alcanzaría para aplicarles cuatro dosis a todos los europeos, además de los millones ya administrados.
En abril, Gran Bretaña informó que había ordenado otros 60 millones de dosis de Pfizer y BioNTech como parte de sus preparativos para una campaña de vacunación de refuerzo durante el otoño e invierno boreales. El secretario de Salud, Matt Hancock, dijo que esos planes tienen como objetivo garantizar que las personas mayores y vulnerables tengan la mayor protección posible contra el Covid durante los meses fríos, cuando la aglomeración de personas en interiores facilita la propagación del virus. Científicos británicos empezaron a reclutar voluntarios para un ensayo clínico destinado a estudiar los efectos de una tercera dosis de vacuna en la respuesta inmunitaria del cuerpo.
En Estados Unidos, el director científico del equipo de respuesta al Covid-19 de la Casa Blanca, David Kessler, dijo en abril ante los legisladores que las dosis de refuerzo podrían ser necesarias dentro de un año, y que en ese caso se administrarían de forma gratuita, empezando probablemente por los ancianos. Se estima que para fines de 2021 Estados Unidos habrá acumulado un excedente de 300 millones de dosis de cinco vacunas distintas, incluso calculando que todos los adultos y chicos mayores de cinco años se hayan vacunado, según proyecciones de Airfinty, una empresa de relevamiento de datos científicos y sanitarios.
Algunas vacunas, como las que se administran durante la infancia para el sarampión, las paperas y la rubéola, ofrecen inmunidad de por vida contra esas enfermedades. Para otras enfermedades se recomiendan dosis de refuerzo a intervalos periódicos, o en caso de que aumente el riesgo de contagio. El ejemplo típico son las dosis de refuerzo que reciben los adultos contra el tétanos y la meningitis y que suelen formar parte de los programas nacionales de vacunación.
El virus de la gripe, por el contrario, muta rápidamente, y las vacunas se hacen a medida, cada año, para proteger a las personas contra las cepas circulantes.
Todavía no está claro en qué punto encajan exactamente las vacunas contra el Covid-19 dentro de ese espectro. Algunos científicos son optimistas y creen que las vacunas conferirán una inmunidad prolongada, pero otros no están tan seguros. La otra incógnita es si las vacunas existentes nos darán suficiente protección contra las variantes más peligrosas, como las identificadas por primera vez en Sudáfrica y la India, o si resistirán el embate de las nuevas cepas que puedan surgir.
“No tenemos un cuadro completo del camino hacia la inmunidad”, dice Gigi Gronvall, profesora de la Escuela Bloomberg de Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins.
Ambos interrogantes se complican aún más porque las vacunas que componen actualmente el arsenal mundial usan diferentes tecnologías. Las que usan un virus inactivado para estimular el sistema inmunológico tal vez funcionen de manera diferente a las que usan ARN mensajero, una molécula que le enseña a las células a producir anticuerpos contra el virus. En todos los casos, se sabe poco y nada sobre el riesgo de efectos secundarios si se aplican múltiples dosis.
Los gobiernos que están considerando campañas de refuerzo también enfrentan obstáculos y dudas logísticas, como si deben vacunar a toda la población o solo a los ancianos y grupos vulnerables.
Paul Hunter, profesor de medicina de la Universidad de Anglia Oriental, dice que no lo sorprendería que la inmunidad inducida por la vacuna disminuya con el tiempo, ya que se observa un fenómeno similar en la inmunidad natural contra otros coronavirus.
La evidencia sobre los efectos de las vacunas contra el Covid-19 hasta ahora es limitada y no concluyente: Pfizer indicó que seis meses después de aplicada la segunda dosis, su vacuna tiene una efectividad contra Covid-19 de alrededor del 91%, apenas por debajo del 95% observado en los ensayos clínicos.
La evidencia de una inmunidad menguante fortalecería los argumentos a favor de una tercera dosis para reforzar la protección de las personas cundo se acerca el invierno, dice Hunter. Por su parte, Salisbury dice que las vacunas existentes seguirán sirviendo como dosis de refuerzo contra las cepas actuales, como la detectada por primera vez en Inglaterra, mientras las vacunas más nuevas, que apuntarán directamente a otras variantes, pasan por la etapa de ensayos clínicos y el proceso de revisión por pares.
La empresa Moderna, por ejemplo, está desarrollando una vacuna adaptada para combatir la variante sudafricana B.1.351. GlaxoSmithKline PLC está trabajando con la alemana CureVac NV en el incipiente desarrollo de una vacuna contra múltiples variantes, y con Sanofi SA en otra fórmula cuyo desarrollo está más avanzado y que según las compañías podría usarse como una dosis de refuerzo, ya que los ensayos clínicos sugirieron una fuerte respuesta inmune en personas ya expuestas al virus.
Para algunos científicos, es insensato que las naciones occidentales consuman más dosis mientras la pandemia arrasa el resto del mundo. Peter English, médico sanitarista y epidemiológico, no cree que quienes han recibido las dos dosis vayan a perder la inmunidad en el corto plazo, y dice que a esas dosis de la primera generación de vacunas se les podría dar mejor uso.
“Si no vamos a utilizar una vacuna variante, lo mejor sería enviar esas dosis a la India o algún lugar donde la necesiten más que nosotros”, dice English.
(Traducción de Jaime Arrambide)
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